Déjenme decirles que…

Dijo el poeta: “Dios mío… qué solo se quedan los muertos”, sin embargo yo digo que jamás se quedan solos si viven eternamente en nuestro corazón. En el cementerio están sus restos mortales, sus despojos, su espíritu retornó a su origen divino. Guardamos en el corazón a nuestros familiares muertos, padres, hijos, tíos, hermanos etc., pero también aquellos hombres y mujeres que en su paso efímero por el planeta dejaron una profunda huella con su amistad.
Aquella mañana, hace casi cincuenta años –me asomé a la puerta se una oficina, ahí estaba el gerente de la empresa, el tono de su piel era rojiza y de inmediato detecté que no era el momento propicio para entrar. –Pasá adelante- me dijo –estoy un poco disgustado porque la tostadora no está funcionando bien y allá abajo anda averiguando mi papá. Trajiste el anuncio?- asentí con la cabeza, coloqué mi vieja grabadora sobre su escritorio, la puse a funcionar y apareció el primer anuncio que le hice a café “El Indio”. Don Óscar Kafati sonrió complacido y dijo: “Está macanudo, voy a hablar con Manuel para el horario, voy a llamar a mis hermanos para que lo escuchen”.
Así comencé a elaborar los anuncios de Café El Indio y Oro. Todos gozábamos con mis ocurrencias y una vez don Gabriel me dijo: -“me gustan tus anuncio porque son alegres”-. Don Óscar era un hombre alegre, le gustaba el buen humor y se reía con ganas. Al principio pensé que era un hombre duro de tratar por su temperamento, era todo lo contrario siempre fue un caballero y sobre todo era propietario de un gran corazón. Muchas veces lo vi resolver problemas de sus empleados y de muchos particulares que lo buscaban cuando tenían problemas.
Un día me contó la historia de la elaboración de El Indio, él, Nicolás y Jesús, ayudaban a sus papás moliendo el café, fabricando las primeras bolsitas que fueron vendidas en Tegucigalpa. La historia es larga y fascinante, llena de sacrificios y privaciones donde siempre se imponía el don de mando de don Gabriel. Don Óscar aprendió a ser un buen catador, sabía de la calidad del café que tenía que ser distribuido en la ciudad, fue así que El Indio se convirtió en el mejor café de Honduras, A mí me encantaba hacerle los comerciales, los de El Indio muy solemnes, de categoría, los de Oro chistosos, divertidos con el mensaje alegre del café de la pobrería. –Ajá- decía don Óscar -con qué brutada venís hoy?-, luego se reía, escuchábamos los anuncios con Nico y Chuy y le daban el visto bueno o las correcciones del caso.
Aprendí mucho de don Óscar, a veces le exponía los problemas que atravesaba y él con mucho tino y sabiduría me proporcionaba la orientación que necesitaba. A veces hacía fiestas en su casa de las Lomas donde doña Noly su esposa, muy bella, fina y exquisita atendía a los invitados con su innata simpatía. Un día me habló de sus hijos que estudiaban en los Estados Unidos: Es duro estar lejos de mis hijos, ellos se están preparando y es la satisfacción mayor para uno de padre. Desde que yo era un muchacho me sentí satisfecho de mi amistad con la familia Kafaty, lo mismo con mi buen amigo Rolando López con quien hacíamos ejercicios en la adolescencia. Don Óscar ocupó cargos delicados en el gobierno y también nos representó diplomáticamente en el exterior. Era un visionario de primera, siempre sabía lo que hacía, si algo le salía mal tenía la suficiente paciencia y esperaba. Con su sola presencia imponía respeto, tenía una recia personalidad y como ya les dije era todo un caballero.
Tenía el don de la franqueza, si no le gustaba una cosa lo decía, o se hacían bien o no se hacía nada. Con sus hijos fue siempre recto, de una sola pieza, los amaba entrañablemente y era capaz de cualquier sacrificio por ellos.
En otra ocasión que nos encontramos en la cafetería “La Vie France”, me preguntó: Qué pasó con vos que ya no escucho los anuncios?, ahhh –le respondí- es que me he alejado un poco, pero ya regresaremos. “hacen falta esos anuncios tuyos tan especiales”, me dio un abrazo muy fuerte, “qué alegría verte!” fue la última vez que lo vi con vida, siempre impecable, elegante, servicial. En la Biblia dice: Todo tiene su tiempo, hay tiempo para nacer y tiempo para morir, el espíritu vuelve a quien lo creó.
Un día en una reunión varios amigos le dijeron que se postulara como diputado, otro dijo: Óscar deberías de lanzar tu candidatura como presidente. Hábilmente y sin perder la serenidad le dijo: “se ve que vos me querés mucho” acto seguido soltó una sonora carcajada haciendo reír a los demás. Como les decía al principio hay amistades que dejan una profunda huella, así como don Óscar, sus padres y hermanos. Como no recordar a un buen amigo y consejero. Cómo pasa el tiempo verdad? El alma de don Óscar no ha quedado sola como dijo el poeta, vivirá por siempre en el corazón de sus hijos, esposa y sus familiares, así como entre los que tuvimos la dicha de ser sus amigos. Hasta siempre Óscar Kafaty.