Un salario mínimo justo

Por: Nery Alexis Gaitán
Los trabajadores hondureños merecen un salario mínimo justo, equitativo, que les permita satisfacer sus necesidades básicas además de cubrir aspectos de salud, vivienda, vestuario, educación y transporte. Eso es lo mínimo que se espera, en aras de una convivencia humana que debe estar caracterizada por un humanismo cordial y generoso.
Pero en nuestro país la historia es diferente. Los trabajadores hondureños siempre han tenido un salario mínimo mísero, inhumano, que apenas cubre algunas de sus necesidades básicas, lo que ha incrementado la pobreza a través de los tiempos. La mayor parte de los hondureños vive en el umbral de la pobreza, aún los que tienen un empleo. Y hago énfasis en los afortunados que gozan de un trabajo, porque también, hay que decirlo, los índices de desempleo en el país son altos y una gran cantidad de hondureños al no tener un empleo, ni siquiera tienen para comer. Esa es la terrible realidad.
El salario mínimo, al ser una opción para que los hondureños puedan tener acceso a una vida más digna, debería ser una prioridad, tanto para empresarios como para el gobierno, al momento de fijarlo, pero con generosidad.
Pero en Honduras no es así. Los empresarios se caracterizan por ser mezquinos, indolentes, no les importa el bienestar de sus trabajadores y tratan de darles los menores beneficios posibles, inclusive muchas empresas no pagan ni el salario mínimo contraviniendo la ley.
No son nada generosos, y aunque los trabajadores son quienes les producen sus riquezas y sus ganancias, no están dispuestos a compartirlas con ellos. La empresa privada hondureña tiene una visión muy pobre, limitada, con el mínimo de inversión quiere obtener ganancias estratosféricas, de ahí su mezquindad. Además, no desea invertir en proyectos de gran alcance social ni está interesada en el desarrollo de la nación; solo le interesan sus ganancias y nada más, sin ninguna responsabilidad social.
El gobierno, por su parte, solo representa intereses partidarios y de grupos de poder, y nunca los verdaderos intereses de las grandes mayorías. Eso hay que tenerlo claro. Por lo tanto, siempre tratará de otorgar beneficios raquíticos a la población. Su agenda gubernamental debería tener como prioridad establecer un salario mínimo justo y de acorde a la inflación registrada. Pero no lo hace así porque simplemente no le interesa favorecer a los miles de hondureños que dependen del salario mínimo para subsistir.
Resulta hasta vergonzoso que en estos momentos la empresa privada a regañadientes ha aceptado el compromiso anual de incrementar el salario mínimo, eso solo deja entrever su villanía y el desinterés absoluto por los trabajadores de Honduras. Los raquíticos porcentajes otorgados al salario, más que beneficio, son una humillación para los trabajadores.
Esto es una burla y un atropello para todos los que esperan un aumento justo, tal como lo establece la ley, dentro del marco de la justicia y la bondad. En este gobierno, el slogan “la vida mejor” solo es palabras vacías y sin sentido, un nuevo invento de los políticos desgastados y sin valores éticos. El gobierno no debe seguir jugando con los trabajadores y dándoles dilatorias, como ha sido la característica de gubernamental siempre; debe propugnar porque se incremente el salario en un porcentaje de dignidad, que en verdad ayude a los más necesitados.
El gobierno debe representar los intereses de las mayorías. La empresa privada debe estar más dispuesta a compartir sus ganancias y distribuirlas entre sus trabajadores para el bien de todos, ya que está en la capacidad de pagar un salario justo y generoso, e incluso más todavía, porque el nivel de sus ganancias lo permite.
Los trabajadores hondureños merecen un salario justo, eso no lo debe olvidar el gobierno ni la empresa privada. Hacerlos esperar por un salario digno es inhumano.
¡Los hondureños merecemos vivir una vida de calidad!