¡Emociones!

(El Arte es todo lo que emociona)

Por Patricia D’Arcy Lardizábal

Me cuenta mi hija Paola, que el día de ayer entró tempranito a su dormitorio, Natalia, su pizpireta hijita de siete años, con su carita compungida sollozando, y le rodaban algunas lágrimas en su mejilla, mi hija le preguntó: “qué le pasa mi amor?”  Ella en forma entrecortada le respondió que venía de escuchar y ver en la televisión en la voz de Jesús Adrián Romero, la canción “Mis dos princesas”, dedicadas por su padre a sus lindas hijas, las que al escuchar sus tiernas palabras también rompían en llanto.

Este pasaje familiar me hizo  entrar a la biblioteca para escribir este artículo y en uno de los cubículos más apreciados y dilectos vi dos bellos libros intitulados “Cervantes don Quijote de la Mancha, y Rubén Darío, poesías completas”, el primero como sabemos es la obra cumbre de la literatura española, escrito parte en una cárcel y precisamente en la Real de Sevilla en  1905, corroborado, según refiere Lope de Vega por el siguiente pasaje del prólogo del Quijote:  “Y así, que podría engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios, y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda la incomodidad tiene su asiento y todo ruido hace su habilitación.

A la par del clásico de los clásicos estaba la otra obra maestra Rubén Darío y sus poesías completas editada en Madrid en 1954, el solo hojear el título de sus poemas y de sus primeros versos llena de emoción y escalofríos a una mujer, a una novia a unos ojos, a un pintor a un poeta, nada más que se la dedica a un poeta triste, a un titán que llora, ¡que sensibilidad!  “cabecita rubia, la cabeza del Rabí, Sonatina, La iniciación Melódica, Poesías dispersas, hasta el viaje a Chile en 1880; Álbumes y Abanicos, Vaso de Miel y Mirra, La niña de los ojos azules, en fin falta tiempo para degustarlos y soñar!

A la par de esos dos libros, me encuentro con una joya, Rubén Darío, su personalidad literaria por José Enrique Rodó.  Es un librito de unas ochenta páginas, escrito en Montevideo por esa maravillosa pluma de José Emilio Rodó.  Tengo en mis manos algo valiosísimo para los literatos y amigos de la cultura y es que este librito en su primera página de puño y letra de Rodó, lo dedica así: “A Froylán Turcios, en prenda de verdadera estima intelectual y cariñosa confraternidad literaria.  Su Afmo. amigo y compañero, José Enrique Rodó. (Montevideo, 1899, Calle Pérez Castellana, – 20).

Qué más decir de Rubén al leer estas frases del gran José Emilio: “Su poesía llega al oído de lo más como los cantos de un rito no entendido.  Su alcázar interior -ése de que él nos habla con frecuencia- permanece amorosamente protegido por la soledad frente a la vida mercantil y tumultuosa de nuestras sociedades, y solo se abre al “sésamo de los que piensan y de los que sueñan…”.

En el mismo anaquel veo a Froylán Turcios, en la colección de letras hondureñas, editado por la Universidad Autónoma de Honduras, con el nombre de Froylán Turcios, en los campos de la Estética y el civismo, prologada por otro extraordinario olanchano, mantuano, Medardo Mejía, quien trata en una primera parte de estudiar  Rubén, según él mismo confiesa con un objetivo político preciso,  “presentar a Froylan Turcios, tal cual es, en la lucha revolucionaria anti yanqui, en los primeros treinta años del presente siglo”, eleva la lucha de los Sandinistas reorganizados por Carlos Fonseca Amador, que seguidos del Pueblo, derribaron la prolongada dictadura de los Somoza y tomaron el poder de Nicaragua.

La historia destaca la gran amistad entre Froylan y Sandino.  Medardo en estos escritos analiza las memorias de Froylán Turcios que fueron escritas en Roma y reproducidas en San José de Costa Rica en la segunda época de la revista “Ariel. Siento escalofrió al ver toda la colección empastada de esta rica y nutrida compilación del pensamiento de los más grandes hombres de la época.

El periodista mejicano, Juan de Dios Bohórquez, le pregunta a Froylán: cuando comenzaron sus aficiones literarias? Turcios responde: “desde mi infancia, a los once años escribí mis mejores versos, a los doce comencé a darles publicidad”.  Y al preguntarle cuántos libros ha escrito y publicado le contesta: “ocho.  Mariposas, Renglones, Hojas de Otoño, El Vampiro, Tierra maternal, El fantasma blanco, Prosas Nuevas, y Floresta Sonora”.   Y qué revistas o periódicos ha fundado o dirigido en Centroamérica?”, le citaré tres diarios: “El Tiempo, El Heraldo, y el Nuevo Tiempo, La Revista Nueva, y Esfinge, por muchos conocidos de los hombres de letras.

Pero lo más impactante que refiere son sus amigos: en el campo de la literatura, mis mejores amigos son: José Enrique Rodó, Leopoldo Díaz y Amado Nervo; pero Froylán destaca que el hombre con cuya amistad directa se ha sentido más honrado fue el general  Rafael Uribe y Uribe y no nos sorprende cuando concluye el mejor de mis amigos personales es Juan Ramón Molina, gran poeta y gran prosista.  ¡Qué libros, qué cultura, qué amigos!, el talento es como las arenas auríferas del Río Guayape, solas se sedimentan y las arrastra el agua para que sigan haciendo ruido, eso sí, “ruido melódico”.