A 22 años del histórico acuerdo de paz, San Esteban sigue en ruta de prosperidad

SAN ESTEBAN, Olancho. Los años han transcurrido y este municipio recuerda una faceta cruenta entre dos familias que después de 22 años enarbolan un pacto infranqueable que ha dado a las nuevas generaciones el impulso para convertir el pueblo en un referente de vecinos nobles, emprendedores y cultivadores de armonía y concordia para propios y extraños del valle de Agalta.

Don Julio Pineda (86), testigo viviente desde los inicios de los movimientos del cese a las hostilidades de aquel entonces, narró que “para inicios de mayo de 1994, una pareja conformada por la profesora Lucila Castellanos y Francisco Tábora decidió viajar a Juticalpa para buscar alguna forma de terminar con tanta muerte provocada por los enfrentamientos de los Nájera y los Turcios”.

El viaje que tardó más de cinco horas a la cabecera departamental fue en absoluto sigilo por temor a represalias y hasta la misma vida, contando con la venia del entonces gobernador político, doctor Juan Sarmiento Galindo y el obispo de Olancho, Mauro Mooldom. Para esos tiempos aciagos, los moradores se encerraban a las 5:00 de la tarde a la espera de escuchar ráfagas de fusiles y ver cadáveres de un sector y otro.

El seño Francisco Nájera firma el acuerdo de paz.

PRIMERA REUNIÓN

Pineda contó que fue hasta octubre de 1994 cuando hubo una primera reunión en el municipio, a la que llegaron algunos vecinos que incrédulos veían la posibilidad de cambiar el rumbo de la historia.

En los subsiguientes meses, ya con una comisión bien conformada, entre otros, por representantes de las Fuerzas Armadas (FF AA), la Iglesia Católica y otros sectores, se iniciaron las primeras conversaciones entre don Ramiro Turcios y don Francisco Nájera, los caciques de San Esteban, quienes encabezaban la fratricida “guerra”, hasta ahora sin origen visto con certeza.

Entre la población se comentaban las visitas por separado a don Francisco Nájera y don Ramiro Turcios, quienes ya vivian la pesada cruz de perder a hijos, hermanos y otros parientes cercanos, pero no encontraban un camino para detener las muertes violentas.

Previo a la fecha histórica del 2 de junio de 1996, contó Julio Pineda, hubo cabildos abiertos y buena parte del pueblo respiraba un ambiente de relativa tranquilidad, abrigando la esperanza que después del evento se respetaría el pacto.

No fue fácil apagar el ruido de las armas como instrumento de defensa para las dos familias, sin embargo el diálogo no solo disipó la escalada de enfrentamientos, sino que también le dio una oportunidad al pueblo de levantarse de los escombros del odio y le abrió campo al trabajo y la recuperación del orgullo de una ciudadanía que hoy proclama que son moradores de mucho éxito en Olancho.

Don Julio Pineda: “El acuerdo de paz fue una bendición para San Esteban”.

LOS PROTAGONISTAS

La generación de esa fecha tampoco olvida que numerosas familias emigraron por el miedo a ser alcanzadas por una bala o porque sentían afecto por ambos clanes, pero en tales circunstancias sería mejor marcharse para volver algún día cuando hubiese otras condiciones, reflexionó el actual alcalde de San Esteban, Miguel Méndez, quien tenía apenas 11 años cuando se firmó el acuerdo de paz.

Hoy buena parte de las personas que se fueron han regresado para vivir sus últimos días en medio de los suyos y cultivan sus tierras o crían ganado como patrimonio de toda una vida, generando empleo y pagando sus tributos, destacó el jefe edilicio de apenas 33 años.

Ahora los Nájera y Turcios son dos descendencias de bien para muchos y aunque los dos caciques son adultos mayores gozan del cariño y respeto de toda la comunidad que los ve mezclados en busca de la solución a los problemas sociales y el desarrollo para todos.

Los jefes de las familias, Ramiro Turcios y Francisco Nájera, ante el obispo Mauro Mooldom, haciendo posible el anhelado convenio en San Estebán, Olancho.

RECUERDOS INOLVIDABLES

En San Esteban, ubicado a 85 kilómetros al noreste de Juticalpa y fronterizo con el municipio de Bonito Oriental, Colón, agradecerán siempre la destacada la labor en la construcción de la paz de Wilfredo Meza Choto, el padre Alberto Gaucci, el obsipo Mauro Mooldom el doctor Juan Sarmiento (gobernador político) y otras autoridades civiles, militares y políticas que en ningún momento claudicaron en su lucha por la tranquilidad de este pueblo.

En medio de un clima agradable, los vecinos evocan cada año, aunque sin mucha connotación, la histórica fecha y hablan con quienes les visitan del esfuerzo que ponen los gobiernos locales que han convertido muchos callejones polvorientos en modernas avenidas con cemento y bulevares.

La firma del convenio de paz en San Esteban concitó la llegada de representante de medios de comunicación nacionales y extranjeros a San Esteban, Olancho.

VALIÓ LA PENA

El sacerdote Alberto Gaucci nunca olvidará esa mañana del 2 junio de 1996, ver recibiendo la ostia y frente al obispo Mooldom a don Ramiro Turcios y don Francisco Nájera, venciendo las diferencias y abrazando el perdón y fue una escena de muchas lágrimas y corazones compungidos, contó el religioso.

Sobre la vida no hay nada a qué apostarle, sino que es un reto que se toma muy a pecho y todo un municipio de gente alegre y laboriosa que ve para adelante, soñando con mejores condiciones de vida bajo un clima de equilibrio.

Las noches en San Esteban las resguarda el alumbrado eléctrico, la juventud en el parque gozando sanamente y todas las mañanas huele a corrales y ordeño de vacas para obtener la leche, el fruto para el sustento de cientos de familias que viven de la ganadería que es la principal actividad de los pobladores. (FS)

Hoy día San Esteban es la cabecera de este municipio de Olancho, cuya gente laboriosa lucha por proseguir en la ruta del desarrollo en paz y armonía en base los principales rubros que son la ganadería y la agricultura.
SINOPSIS
“Los gallos de San Esteban”
Fueron tantas las noticias que circularon por los suceso entre ambas familias que incluso el periodista y escritor costarricense Óscar Núñez Olivas escribió la novela “Los gallos de San Esteban”. “En Los gallos de San Esteban, el escritor costarircense Óscar Núñez Olivas nos lleva por los caminos de un apasionante relato a conocer el complejo tejido del poder en las sociedades rurales de Honduras, que podría ser de cualquier otro país del istmo o de América Latina”, reseña la sinopsis de la obra.