El “bendito” dinero plástico

Por Elsa de Ramírez

Hace algunos años me dirigía a efectuar el pago mínimo de tres tarjetas de crédito, al realizar el pago, la cajera me quedó viendo y me dijo “si usted solo paga el mínimo, se va a morir y nunca va saldar esta responsabilidad”; aquello llamó mi atención y pensé, este es el preaviso de un ángel, dicho de otra manera, una advertencia.

Al día  siguiente  leí una nota que apareció publicada en el espacio “clasificados” de un diario local, la cual decía, “Si usted está agobiado por las deudas… y se encuentra al borde del suicidio, le brindamos asesoría gratuita…”.

Lo que me dijo la cajera más el aviso clasificado me llenó de esperanza “asesoría gratuita”, así que me dirigí a la hora, fecha y lugar indicado para recibir la charla, misma que me sirvió mucho ya que al aplicar sus sabios consejos logré salir del embrollo en que me había metido; conste que este “bendito” dinero plástico que me causó angustia y desesperación,  nunca lo utilicé para comprar ropa, perfumes ni mucho menos para viajar, sino para enfrentar problemas de salud.

El asesor financiero  me aconsejó que hablara con los ejecutivos de las cuentas para que me hicieran un arreglo de pago, mismo que solicité fuera aprobado a cinco años; y así fue, llegué a pagarlas en su totalidad, por lo cual solicité se me extendiera un finiquito. Sentí un gran alivio, mi cuerpo pesaba menos al ver que los estados de cuenta estaban en cero. De inmediato devolví las benditas tarjetas de crédito.

Por supuesto que siempre pagaba las cuotas en el tiempo indicado para evitar que me estuvieran acosando con llamadas y amenazas de enviarme a la tenebrosa Central de Riesgos.
Al siguiente mes de estar en cero mis cuentas, empecé a recibir infinidad de llamadas con ofrecimientos de nuevas líneas de crédito, a lo cual respondía “muchas gracias, no estoy interesada”.

El dinero plástico, es dinero prestado, y funciona en las personas que lo saben administrar, las que pagan de contado antes de la fecha de vencimiento, porque tienen un respaldo económico, ya sea por herencia o por trabajo, no funciona en compradores compulsivos y asalariados de al por menor, porque algunos al no tener disponible para pagar,  caen en el círculo vicioso de sacar de una para saldar otra y no solo eso, sino que aceptan los  refinanciamientos que ofrecen a granel, lo que a la larga los hunde más y más. Miles de personas se han suicidado por las deudas.

Vale mencionar que mujeres jóvenes se han visto en la necesidad de acudir a los agiotistas, al soborno o caer en las garras de la prostitución. Y eso también las hunde más.

En el caso de los hombres, muchos han huido clandestinamente del país y hasta han perdido todos sus haberes por no saber administrar este dinero, e incluso varios han optado por la puerta más fácil, el suicidio, dejando en la orfandad y la miseria a sus familias.

La situación es dramática, de miedo, porque casos de esta naturaleza se registran a diario en nuestro país, en donde aún campea la pobreza, por razones harto conocidas por toda la hondureñidad.

Las instituciones bancarias, por supuesto, no tienen ninguna culpa de esta enfermedad que podría llamarse «tarjetomanía», ya que una enorme cantidad de gente cae en sus redes, por la oportunidad de manejar dinero a su antojo sin prever las consecuencias fatales a futuro.

Desde luego que esto es parte del moderno sistema de vida con que la humanidad se desenvuelve y que fueron facilitadas con el objeto de agilizar las transacciones comerciales, industriales, bancarias, etc., pero, este régimen posiblemente funcione en los países con economías desarrolladas, sin embargo aquí son muy pocas las personas que puntualmente están al día en sus pagos, trayendo como dejamos escrito líneas arriba toda una trayectoria de secuelas dolorosas.