La llamada

Los 27 de febrero de cada año representa para mí un doble acontecimiento, esta fecha tan especial pone en movimiento desde horas tempranas de la mañana a la familia que me acompaña, a las muchachas que cuidan de la casa, lo mismo a los encargados del mantenimiento, este día todos me lo hacen muy especial, los nietos me llaman muy de mañana, igual mis hijos e hijas y yernos, todos saben que este doble acontecimiento me pone de buenas pulgas, porque es el día en que cumplo años, e igual mi hermoso grandioso y amado Partido Nacional, desde hace muchos años, desde 1980, año en que  los militares liberaron a nuestro partido y pudimos pensar, hacer y deshacer políticamente lo que por derecho nos pertenecía y que nos habían secuestrado.
Este día me levanto muy temprano, busco mi ropa de color azul, me preparan por aquello de las dudas, una “burrita”, y me dirijo al parque Carías, ubicado a la entrada de mi ciudad sureña, en ella está plantado el único busto de bronce en Honduras que recuerda a tan insigne hombre político, porque fue el hacedor de la paz que tanta necesidad tenía Honduras en aquellos aciagos tiempos de montoneras que enlutó a la familia hondureña. Deseo también recordar que al inicio de esta nueva democracia, el Partido Liberal comenzó ganando la Constituyente, y  luego dos elecciones continuas, éramos pocos los cachurecos que nos acercábamos a celebrar tan grato cumpleaños, la llanura vuelve al correligionario huraño, y esa década, fue inhóspita para nosotros, estábamos acostumbrados a perder dos contiendas consecutivas, y no soportábamos las burlas de los liberales.
Los primeros años de nuestra juventud eran de acción, siempre listos para ocupar el lugar que los caciques de la época nos asignaran, eran días de alegría, de ímpetu, de sueños, de esperanzas, y pensamos que estábamos tocando el cielo cuando el primer triunfo de Callejas, sin notar que solamente eran nubes las que se desvanecían entre nuestras manos, el poder fue para otros. Hoy vuelvo como todos los años al mismo lugar, y veo reflejada mi vieja energía en otros jóvenes, que se encargan de enarbolar la amada bandera que tantas veces acarició la piel de mi mano, a lo  lejos y apartados de la algarabía juvenil, nos reunimos un grupo de la vieja guardia, y al igual que ayer sonreímos, al observar que la cosecha de cachurecos “nunca se acaba”.
Desde hace dos años, muy de mañana recibo las felicitaciones de mi muy amada presidente del partido, gentiliza que guardo en lo más profundo de mi corazón… pero este día… recibí una muy especial: la del presidente don Pepe Lobo con cariño, ambas llamadas representan como diría mi amigo don Rafael Ponce: “Rocío para mis ojos”.
Toño Flores
Choluteca, Choluteca