El evangelio de Jesucristo

Por: Antonio Flores Arriaza
En el Nuevo Testamento, o Biblia Cristiana, se narra la vida y el mensaje de Jesucristo que vino a enseñar a la humanidad. Es por ello que el nombre correcto de los tres documentos con que se inicia el Nuevo Testamento debe ser:  el evangelio de Jesús según Marcos, el evangelio de Jesús según Mateo y el evangelio de Jesús según Lucas, porque dichos documentos no presentan un evangelio de los redactores de dichos escritos.
Los documentos allí ofrecidos han tenido críticas y defensores. Quizás la principal crítica es que, el documento escrito por Marcos que sirve de fundamento para los otros dos documentos, dicen sus críticos, fue escrito por alguien que no era discípulo de Jesús. Realmente, Marcos surge en los escritos bíblicos cuando el apóstol Pablo lo rechaza por su inmadurez.  Es que Marcos era un joven hijo de una mujer rica, era un chico estudiado: lo que hoy sería un universitario. En la casa de la madre de Marcos se reunía el grupo original que acompañaba a Jesús, es decir, Marcos estaba allí presente y se daba cuenta de todo y andaba acompañándolos. En su escrito Marcos hace notar detalles como el estado del pasto o la forma cómo miraba Jesús, lo que evidencia que sí era un discípulo original si bien, no era un apóstol. Pero, ¿por qué fue el escritor del primer documento que narró el evangelio de Jesús?  Tiempo después que el apóstol Pablo lo repudió, Marcos pasó a ser el acompañante del apóstol Pedro, este era un homb
re sin educación, así que supo reconocer que la compañía de Marcos le convenía y así, el joven pasó a ser su secretario amanuense, por tanto, el documento es realmente la versión del apóstol Pedro que redactó su secretario Marcos. Una curiosa prueba de que fue Marcos su autor está en el mismo documento: narra que un joven huyó desnudo cuando Jesús fue prendido por los soldados en Getsemaní. ¿Quién podría estar interesado en contar tal detalle sino quien lo padeció? Esta es la razón por la cual, dicho documento pasó a tener tanta aceptación y credibilidad ya que Pedro era la gran figura entre los apóstoles. El escrito de Marcos se caracteriza por destacar los milagros de Jesús tratando de destacar su poder sobrenatural.  Luego vino Mateo para escribir su documento, se basó en el escrito de Marcos y lo redactó recurriendo a una gran cantidad de profecías del Antiguo Testamento que solo eran de interés para los judíos y, por otra parte, deja la huella de su autoría por medio de la gran cantidad de palabras propi
as de un contador de esa época: Mateo era un recaudador de impuestos.
Otra de las críticas a los documentos llamados “los evangelios” es que no son documentos históricos porque no recogen las características de un documento histórico, no manejan la variable del tiempo longitudinal que secuencia los sucesos a lo largo de un período y que, cada documento, cita los sucesos en distinto orden. Bueno, la verdad es que dichos documentos no fueron escritos por historiadores actuales que siguieran las normativas de cómo escribir un documento histórico pero, lo más importante, es que esos documentos fueron escritos pensando en cierto público (un enfoque de mercadeo… que apenas recientemente ha sido desarrollado por la humanidad): el escrito de Marcos fue escrito para que lo leyeran los romanos, es decir, el imperio dominante.  Es por ello que destacar los milagros de poder para exponerles la figura de un Jesús  poderoso: un lenguaje que a ellos podía impresionarles. En cambio, el documento de Mateo fue escrito para los judíos, por ello les habla de lo que citaba el Antiguo Testamento que
fue escrito para ellos y esperaban el Mesías salvador.
Finalmente, el documento según Lucas fue escrito con posterioridad.  Este asume los dos documentos previos y agrega algunas informaciones nuevas y más detalladas.  Su escrito es dirigido a todos los pueblos que no son los judíos (a los gentiles). Lucas era un médico profesional que acompañó al apóstol Pablo y que, actuó como un investigador bibliográfico o documental para recopilar la información que pudo encontrar. Así que actuó con un desempeño moderno.
Por tanto, no se trató de libros históricos, sino más bien de documentos propagandísticos para diseminar una idea y una persona entre diversos pueblos hacia quienes se dirigió la estrategia cristiana luego del primer concilio realizado en Jerusalén en donde destacó la figura del apóstol Pablo que les convenció que el cristianismo no era una nueva secta judía como aún lo creía Pedro. Allí el grupo original se distribuyó el mundo conocido para lograr su conversión al cristianismo. Para tal propósito, necesitaban unificar su versión en forma escrita.
Cuando en el siglo tercero se celebró el concilio de Nicea se acordó el canon del Nuevo Testamento y, el criterio fundamental, es que la figura de Jesucristo y su enseñanza debería ser el hilo conductor que diera unidad a la ideología que transmitirían para lograr su propósito. De tal manera que, se debía excluir todos aquellos documentos que no presentaran esa idea y que, por tanto, resultarían irrelevantes para el propósito que se buscaba o que podían llevar la mente del lector hacia donde no interesaba. Fue, sin duda, una decisión inteligente. Desde luego, atrás de esta reunión estaba la figura del Emperador Romano Constantino, recién convertido al cristianismo, quién seguramente, ya había percibido que esta doctrina tenía el poder de transformar el mundo y de crear un nuevo imperio más importante que el Imperio Romano al que, seguramente, ya atisbaba su caducidad. Esa visión estratégica solo podía comprenderla un político acostumbrado a percibir los alcances que debe tener un imperio.