Juan Ramón Molina, excelso y bohemio

Por Luis Alonso Maldonado Galeas
General de Brigada ®

La musa anidó en el espíritu inquieto, impulsivo, vehemente, ardoroso, desafiante y a veces mutante del “Príncipe” de la poesía hondureña.
Anduvo más allá de los espacios donde lo terrenal y lo ordinario, resultan insuficientes para su alma cosmopolita y el alcance de su pensamiento universal. Su territorio comprendía más allá de las visiones limitadas por el tiempo y de los sueños interrumpidos por los abismos.
En sus vuelos impulsados por el resorte de la creatividad, la fantasía, la imaginación y la transfiguración de realidades indeseables; tocó las puertas del cielo; igual, también descendió al fango de su propia piel, hecho de excesos, hiel, hastío y melancolía. A pesar de todo, persistió el genio, siguió sembrando en las arenosas páginas de su entorno, el verso exquisito, elegante y refinado, cosechando hasta hoy fascinación, admiración, éxtasis y embeleso.
Incansable, tesorero y obstinado lector, se abrevó de todas las fuentes posibles del conocimiento, recorrió los laberintos de la filosofía, acarició las diversas expresiones del arte, cabalgó sobre el corcel de la literatura, contempló los siglos de la historia: de brahmanes, judíos, musulmanes, cristianos, budistas, ortodoxos y ateos; sus ojos caminaron por las calles de Atenas, se posaron ante las ardientes arenas de desiertos inexplorados, ante la majestuosidad de los montes, ante la inmensidad de los mares bravíos, ante las luces deslumbrantes de París. De todo ello, nació el verso.
Darío, su referente y “Hermano gemelo”. Llegó a “admirar” su talento único y a sentirse “celoso” de su vertiente poética; sea por la influencia que ejerciera en su vida o por reconocimiento al mérito literario del bardo nicaragüense; Molina lo describe en su poema “A Darío”, con acentos grandilocuentes así:

El águila de Esquilo te regaló su pluma
el pájaro de Poe lo vago de su bruma
el ave columbina su corazón de miel.

Anacreón sus mirtos, azucenas y rosas,
Ovidio el misterioso secreto de las cosas,
Pitágoras su ritmo y Scopas su cincel.

¡Tantas cualidades para uno tan solo, tanto despliegue de sapiencia y rimas para exaltar un nombre! Los lazos de amistad y la poesía, hermanaron por siempre en la historia de la literatura a los máximos exponentes del modernismo.
Representando junto con Froylán Turcios, la delegación hondureña que participara en la Conferencia Panamericana de Poetas en Río de Janeiro, impresionó con su verso cargado de simbolismo, imágenes mitológicas y metáforas inigualables, en su poema: “Salutación a los Poetas Brasileiros”, el mismo Darío, reconoció la profundidad del contenido, acordando que Molina portara la lira, en representación; así alzó la voz nuestro poeta:

“Con una gran fanfarria de roncos olifantes,
con versos que imitasen un trote de elefantes
en una vasta selva de la India ecuatorial,
quisiera saludaros hermanos en el duelo…

Tal digo, hermanos míos en la prosapia ibérica,
saludemos la gloria futura de la América,
que todas las espigas se junten en un haz”.

Así saludaba “a todos los orfeos del país de los diamantes”, así dejaba delineando entre los andes y el amazonas el perfil de su brillante pluma.

No todo era armonía en la vida del poeta, se movía con paso firme o tambaleante, se posaba en la cima o su propio ego lo deslizaba a las profundidades de su compañera “Melancolía”, se sentía, águila, cóndor, o león, pero así como se apreciaba dominante del mundo, también descendía a refugiarse “en la caverna” de su soledad, o en los antros degradantes de los dominios de Baco; sumergiéndose en una crisis de ambivalencia existencial: la cumbre y el abismo.

En metempsicosis expresa su ansia de volar, de trascender su espíritu, de explorar otros cielos. Molina se siente pez, luego víbora, se convierte en pájaro, se torna en águila, después en león. Vuelve a ser hombre para preguntarse si habrá su vida de descender “todos los escalones”: o si “aguardare, en el limbo de largas gestaciones, el sagrado momento de nuevas ascensiones”.

Para resolver el dilema crea en prosa poética, excélsior, un despertar del hombre superior, un llamado al dominio de sí mismo y del entorno, es la reflexión realista que desecha lo superfluo y atesora lo trascendente. Dice Molina con firmeza y convicción:

“Vuela siempre hacia arriba, hacia la cúspide del monte coronado de águilas, hacia la gloria de la luz… se noble, se leal. Anida en los cóncavos de las montañas bíblicas; busca la compañía de los espíritus excelsos; juntamente a la cuariga de las almas superiores. Sube, sube, sube; y sí bajas, si quieres bajar, baja, prendido a la crin de los huracanes”.

Y en un cierre desafiante, incita al hombre a posicionarse en las cumbres, sin perder la condición limitante del ser; y su dependencia eterna del creador. Expresa el poeta: “Forma tu nido con laurel y encino; bebe luz a torrentes. Desde tu altura domina todos los horizontes. Hazte olímpico, endiósate, si puedes. Depura tu miserable barro… el que quiere ser superior debe esperar, con el ánimo del justo… la hora cierta del triunfo de la razón, la hora de Dios…”.

A su regreso de Brasil, en una entrevista que se le hiciera respondía: “Hoy amo a Honduras más que antes, ayudaré pues con mi esfuerzo mental, a la labor común de engrandecer a mi país, el mejor del mundo para mí”.

¿Qué era bohemio?, sí, pero aún, con su espíritu errante en los infinitos espacios de su particular universo; su corazón anidaba entre los ramajes humildes de su amada patria.