Por: Juan de Dios Castillo Jr.
El pasado 1 de mayo se cumplieron dos años del fallecimiento de mi padre, conocido por todos mis hermanos catrachos como el “Cuate” Castillo.
Hoy quisiera dedicar esta columna a mi querido padre, hombre íntegro, honrado, profesional, bromista, cariñoso, siempre con palabras de aliento, de respeto y amor. Aún y contra quienes lo atacaban o le deseaban lo peor, él siempre en las buenas y en las malas les bendecía y agradecía a Dios por cada momento vivido.
Pero no quiero convertir esta columna en algo triste o melancólico, porque sería imposible hablar de mi padre sin hablar también de fútbol.