“Guardaespaldas”

Esta figura jurídica-laboral, no era conocida en nuestro país. Surgió hace apenas unas dos o tres décadas. En años anteriores, el único funcionario que se le miraba con su motorista y un carro descubierto, con tres o cuatro agentes de Policía que lo seguían a su paso, era al presidente de la República, que lo acompañaban más que todo para asistirlo en asuntos personales, que no tenía nada que ver con su seguridad personal, como la de los suyos. A finales de los años sesenta, que arribamos a esta capital de provincia, recuerdo ver pasar el carro presidencial, negro largo, por la carretera del sur, como cualquier vehículo haciendo la cola cuando era necesario como cualquier otro automóvil. Otro fue el presidente Cruz Uclés, quien era muy corriente verlo en horas del mediodía salir de la Casa Presidencial, suponemos a almorzar, pues no solo una vez tuvimos el honor de verlo y que nos dirigiera un austero saludo a los estudiantes del Instituto Central, que coincidíamos con la hora de salida de nuestras clases. Años antes, el presidente Gálvez Durón, se trasladaba a pie desde su casa, en el mero corazón de esta capital, al despacho presidencial, en el mismo centro, sin personal de seguridad. También fueron muy conocidas sus largas conversaciones que sostenía con sus amigos en horas vespertinas en el mero Parque Central, sin la sombra de acompañantes de seguridad.

Y otro caso fue el hombre de los dieciséis (16), Tiburcio Carías Andino, dictador dicen, quien pasó interno siempre en la Casa de Gobierno, pero que en sus salidas sabatinas por la carretera del norte, hasta llegar a la aldea de Zambrano, solía caminar en su carro presidencial, sin escolta, acompañado no más de dos o tres agentes que le hacían compañía en el mismo vehículo.

Con el arribo de los gobiernos “democráticos” en la década de los ochenta, aparece ya entonces, la figura de “guardaespaldas” o de acompañante de seguridad. Este es el inicio de un país de vehículos veloces por todos lados, que paran el tráfico por doquier, de ruidos que molestan al oído y provocan trastornos de ansiedad, seguidos de un cortejo de aparatos automotores extremadamente lujosos y blindados por donde circulan “importantes hombres de Estado”, particularmente mandatarios y funcionarios de segunda y tercera categoría.

Lo preocupante de estos movimientos son los costos económicos que implica el mantenimiento de este aparato militar. De sus gastos el pueblo hondureño no conoce un detalle, aunque por las calles por donde anda el pueblo, se dice que son millones y millones los que se van en esta labor, que por nuestra condición de país extremadamente pobre deberían de destinarse a cumplir con otras obligaciones de carácter social. Ojalá algún día los hondureños podamos conocer con guarismos claros cómo se va tanta plata, particularmente en lo que se refiere a la llamada “tasa de seguridad”.

Manuel Aguilar Palma
Periferia de San Miguel de Heredia
Tegucigalpa, M.D.C.