Doña Camila, gran señora de dos mundos

Por: Ricardo Alonso Flores.

Este día 2 de julio, los restos mortales de Camila Isabel Midence Soto de Pierrefeau estarán siendo depositados en la Capilla del Castillo, que ha pertenecido por muchas generaciones a familiares de su difunto esposo Geoffroy, situado en la pequeña población de Lippelo, a 25 kilómetros de Bruselas.

Su vida estaría siempre vinculada a Europa, puesto que su padre, el acaudalado banquero don Adolfo V. Midence, todos los años viajaba a Europa en compañía de su familia y de su servidumbre en uno de aquellos famosos transatlánticos en los que llevaban un elegante Lincoln Continental, que en Francia conducía un español llamado Ángel.

Don Adolfo también en 1918 se une a las Fuerzas norteamericanas que luchaban en Francia contra los alemanes, en su condición de ciudadano norteamericano, y aunque había nacido en Honduras, a raíz de la muerte de su padre, a temprana edad fue prohijado por la familia Valentine que vivía en Nueva York.

El matrimonio Pierrefeau-Midence con uno de sus nietos.
El matrimonio Pierrefeau-Midence con uno de sus nietos.

Su amor a Francia se acrecentó cuando al quedar inconsciente por efecto de un gas usado en el frente, es declarado “muerto” por seis meses y durante ese tiempo una familia francesa lo acoge en su hogar y por ello viajaba todos los años con todos los suyos.

Ese cariño se transmitió a Camilita, única hija de ese matrimonio, quien además tuvo dos varones, Adolfo y Ricardo Midence Soto. El primero era un hombre dinámico, de carácter fuerte, quien se dedicó con éxito a los negocios inmobiliarios, a la ganadería y agricultura y a la hostelería.

Ricardo era abogado y se casó con la primera Suyapa que se recuerda en Honduras después de la Virgen, de apellido Laínez, quien felizmente está viva. Se dedicó a la carrera diplomática y durante algunos años fue embajador en Washington y ante la OEA.

Con su esposo Geoffroy, su hijo Guy y su nuera Marisol.
Con su esposo Geoffroy, su hijo Guy y su nuera Marisol.

En ese ambiente vivió Camilita, pero no por ello fue una niña caprichosa, sino que al contrario se desarrolló en ella un espíritu de solidaridad y amor hacia sus semejantes. Habiendo estudiado en Barnard, la Facultad Femenina de la Universidad de Columbia en Nueva York, se gradúa en literatura inglesa, la que dominaba ampliamente.

Ello la volvió una apasionada de la cultura, leyendo incansablemente libros de historia y de arte, aunque le gustaban diversos temas, puesto que era una mujer sumamente cultivada.

Rodeada de sobrinos y nietos en su residencia en Tegucigalpa.
Rodeada de sobrinos y nietos en su residencia en Tegucigalpa.

Cada vez que venía de vacaciones a Tegucigalpa, practicaba la equitación por lo que no era extraño verla en aquellos años de su juventud, montando un brioso corcel, al que seguía un gran danés negro, su perro favorito entonces. Su padre para quien ella era “la niña de sus ojos”, aunque le permitía cabalgar desde el centro de la ciudad, ya que su familia vivía frente a la catedral, donde ella nació hasta lo que entonces era el extrarradio, más o menos en las cercanías del Hospital San Felipe, en aquella pequeña capital entonces puritana y con aire provinciano.

Cuando iba a Francia, lo hacía con sus padres y hermanos y al graduarse en Estados Unidos, le pide permiso a su progenitor para pasar una temporada de seis meses en París y es justamente en la capital francesa, donde frente a la Iglesia de Sacré Coeur conoce a quien fuera su esposo Geoffroy.

Con sus primas Carmen y Florencia Fiallos Soto, Camila Midence Soto al centro.
Con sus primas Carmen y Florencia Fiallos Soto, Camila Midence Soto al centro.

La recíproca aceptación familiar no fue demasiado fácil porque en aquellos años de la posguerra, se sabía muy poco de Honduras, por lo que resultaba un tanto difícil de entender que Geoffroy de Pierrefeau, con título nobiliario de conde, tanto en Francia como en Bélgica, quisiera desposar a una joven hondureña. Pero a su vez, don Adolfo Midence no estaba del todo seguro de quien era el pretendiente de su hija y casualmente ambas familias inician recíprocamente una averiguación para saber quién era cada cual.

Superadas las susceptibilidades, contraen matrimonio en una iglesia ubicada en la Plaza Víctor Hugo de París, donde muchos años atrás su tía doña Julia Midence, abuela del expresidente Ricardo Maduro Joest se había casado.

Muy pronto sabe ganarse el cariño y admiración de su familia política, por un lado por su dominio del idioma, su carácter afable y cordial y por otro por su inteligencia que no dejaba ninguna duda.

Este afecto no fue una excepción ya que los parientes de don Geoffroy tanto en Francia como en Bélgica llegaron a quererla mucho y ella también puso de su parte, lo que la llevó a tomar un curso de alta cocina francesa en la famosa escuela de Cordon Bleau.

Durante la travesía en el transatlántico France.
Durante la travesía en el transatlántico France.

Para Camilita la edad nunca existió pues a los 38 años aprende a esquiar en los Alpes suizos en la estación de Crans y en Megéve, Francia.

Y cuando cumple los 42 años siente el deseo de bucear y junto a sus hijos lo aprende en las cristalinas aguas de las Islas de la Bahía.

Pero su existencia no es espiritualmente vacía, porque sentía una profunda inclinación hacia el más allá y por ello lee escogidos pasajes de la vida religiosa, sobre todo los santos de vida ejemplar.

Lo que casi nadie sabe es que una vez al año dedicaba un día a agasajar a religiosos extranjeros y a monjas que venían de otros países que prestaban servicio a las comunidades hondureñas, puesto que ella pensaba que casi nunca tenían un día de descanso. Fue así que les ofrecía la hospitalidad de su hogar y prácticamente los hacía dueños de su casa y les ofrecía exquisitos manjares y si deseaban hacer uso de la piscina también podían utilizarla.

Tanto el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, como el difunto y muy querido padre Pedro de la Parroquia de La Guadalupe, los sacerdotes Tony Salinas, Víctor Ruiz y Walter Guillén, entre otros gozaron de su amistad.

Sus obras caritativas solamente ella las conocía, porque a nadie de su familia le contaba a quién destinaba sus donaciones y tan solo se supo esto cuando en sus chequeras aparecían nombres de instituciones benéficas a las que protegió. Fue cofundadora de “Nuestros Pequeños Hermanos” y organizaba junto a otras damas el Desayuno Cuaresmal, que servía para obtener fondos solidarios, en los días previos a la Semana Santa.

Camila Midence con su prima Carmen Fiallos en una Ceremonia en Estados Unidos.
Camila Midence con su prima Carmen Fiallos en una Ceremonia en Estados Unidos.

Cuando se me ocurrió el título de este artículo, dedicado a una dama que me honró con su amistad, fue porque me pude enterar de una ceremonia que conforme a la mentalidad y usos de las naciones monárquicas se sigue conservando y es así que en el condado donde está ubicado el Castillo de Lippelo, los habitantes todos los jueves del mes de agosto hacen un reconocimiento a los condes, con desfiles musicales, a caballo y diversas demostraciones artísticas, presidiendo los señores esa ceremonia.

Resultaba inusual que la condesa fuese hondureña, pero su capacidad le permitía hablar además del francés, la lengua flamenca, porque Bélgica es un país formado por valones de habla francesa y los flamencos, siendo ambas lenguas oficiales en la nación.

Se había dado a querer tanto que un día entró a una juguetería en compañía de uno de sus nietos, quien se ilusiona con una especie de triciclo que abultaba mucho y le pide a su padre que se lo compre. Naturalmente lo primero en que pensó el progenitor era el tamaño para trasladarlo en avión hasta Honduras, por lo que le pidió al niño que desistiese de sus propósitos. Por cariño a Camilita la dueña decide “prestárselo” y les dice que antes de regresar a su país se lo retornen, lo que fue un gesto hermoso e inusual en Europa.

Realmente su deceso fue algo que impactó a todos los que la conocimos porque aparentemente estaba muy sana y como era usual en ella de buen carácter, pero de pronto se enferma y fallece en Houston, donde fue conducida en un intento de salvar su vida.

El día de su boda en la Iglesia de la Plaza Víctor Hugo de París.
El día de su boda en la Iglesia de la Plaza Víctor Hugo de París.

Doña Camila era una mujer espontánea, caritativa y sumamente amable, al grado que tres de las personas que estuvieron a su servicio pasaron mucho tiempo a su lado. Es así como Delia trabajó por 50 años para la familia y Maura su hermana por más de cuarenta, en tanto que Pablo, el jardinero estuvo muchos años con los Pierrefeau-Midence.

En la solemne misa de sus exequias fúnebres, su hijo Thierry recordó a su madre y dijo: “que cuando la quieran recordar escojan el recuerdo más alegre de ella, una imagen donde brilla la felicidad en sus ojos. Y con esa mirada luminosa, invítenla a sus corazones en sus momentos de silencio y estará con ustedes. En esos momentos, sentirán su risa en sus corazones como ahora está en cada uno de los nuestros. En esa comunión con nosotros nos dice: No me lloren, gracias por sus oraciones, gracias por su afecto y sentimientos, les comparto mi nueva paz”.

El matrimonio Pirrefeau-Midence tuvo cuatro hijos, Guy, Thierry, Viviane y Jacquie, así como muchos nietos que fueron lo más preciado para ella. Todos sus hijos nacieron en Honduras.