El conflicto de la UNAH

Por: Edmundo Orellana
Catedrático universitario

Este conflicto no es de la naturaleza ni del estilo de los del pasado. No se trata de luchas entre frentes estudiantiles, ni entre docentes-políticos, instrumentalizando a los estudiantes, como antes; ni de luchas de poder entre sindicalistas y autoridades, menos de la intervención de partidos políticos, con el objeto de dominar frentes estudiantiles.

Tampoco es imputable a las normas académicas. Se trata de una disfunción propia de la dinámica de la Reforma Universitaria. Los estudiantes lo han comprendido claramente. Por eso, en sus últimos planteamientos no las cuestionan. Protestan porque no hay condiciones objetivas para aplicarlas. El problema, entonces, trasciende las normas académicas.

Quienes impartimos clases en la UNAH comprendemos a los estudiantes. No hay condiciones en algunas carreras para demandar de los estudiantes más de lo que hasta ahora se les exige. Este es el caso de Odontología, por ejemplo, en donde los estudiantes practican sus conocimientos en condiciones realmente deplorables, particularmente en San Pedro Sula. En otras, como en Derecho, las condiciones materiales han mejorado sustancialmente, al grado de que, al menos en Tegucigalpa, la mayoría de las aulas cuenta con equipo e instalaciones para impartir las clases mediante presentaciones en PowerPoint.

La evaluación es otro problema. La del estudiante es académica, la del docente es burocrática, porque consiste, fundamentalmente, en comprobar su asistencia al aula, mediante el reloj marcador. La calidad del conocimiento que imparte el docente y de las modalidades empleadas para transmitirlo, no se evalúa adecuadamente, porque es practicada por el jefe del departamento (verificando únicamente la asistencia al aula y a las sesiones que convoca), por los estudiantes (evalúan según les vaya en la clase) y por el mismo docente (que difícilmente será imparcial). No existe, pues, un mecanismo de evaluación verdaderamente académico, como es el de verificar que el docente, además de sus apuntes, se apoya en textos que recomienda al estudiante para la mejor comprensión de la materia, igualmente el de exigir que los docentes produzcan académicamente, publicando artículos científicos, debidamente autorizados, en las revistas o boletines de su unidad académica, o libros que sirvan de texto en su respectiva asignatura.

Se ha fallado en la aplicación de la IV Reforma. De haber sido exitosa su aplicación, el conflicto no habría ocurrido. En 11 años de vigencia, ni el estudiante ni el docente se aproximan siquiera al perfil que de estos plantea la Reforma como objetivo medular de la misma. ¿De qué sirve, en efecto, una reforma universitaria que no tenga como objetivo, alcanzar un dado perfil de estudiante y de docente? Ese perfil de estudiante que luego se traduce en el perfil de profesional que necesita el país; ese perfil de docente, a quien compete potenciar las capacidades intelectuales del estudiante, asegurando, a su vez, el profesional con méritos suficientes para competir en el mercado de trabajo profesional de nuestra sociedad, en su dimensión local y global. Lo que eleva la calidad de la Universidad es el reconocimiento de la calidad de la nómina de sus docentes y de sus egresados.

La UNAH ha avanzado, indiscutiblemente. La rectora ha hecho lo que nadie en el pasado, pero las contradicciones objetivas de la aplicación de la Reforma, generaron percepciones en la comunidad universitaria que las autoridades no advirtieron oportunamente. Pese a que la inconformidad se empezó a manifestar tempranamente, las autoridades no hicieron lo suyo en su momento, lo que propició que desembocara en la crisis cuyos dramáticos perfiles conmueven al país y provocan el interés de la prensa internacional.

Afortunadamente, los actores están dispuestos a dialogar. Lo que sigue, son los acuerdos, adoptados en beneficio, no de los actores, sino de la calidad de la educación universitaria; de lo contrario, no solo se condenará al fracaso al egresado universitario, impedido de competir ventajosamente en el mercado global, por carecer de los adecuados méritos académicos, sino que impedirá al país, por falta del pertinente capital humano, elevarse, en el inmediato futuro, por sobre sus limitaciones y carencias y ocupar una posición digna en la sociedad globalizada.