No todos las muñecos del mundo son un juego de niños: algunos tienen la tremenda responsabilidad de guiar a los difuntos en su tránsito entre un mundo y otro. Es el caso de los inquitantes muñecos coreanos Kkoktu.
Los Kkoktu son muñecos pequeños, tallados en madera y pintados con colores intensos, que participan de las ceremonias funerarias coreanas desde tiempos antiguos; se colocan junto al cuerpo del fallecido en su ataúd, para que lo guíen y acompañen en el camino que abandona al mundo terrenal rumbo al plano inmaterial de la existencia.
Los muñecos representan a tres personajes, que por sus características singulares son especialmente aptos para recorrer el lúgubre camino que sigue a la muerte física: el Guardián, la Cuidadora y el Animador; en ese orden se colocan las figuras, como en procesión, dentro del féretro junto al finado.
Protección, cuidados y diversión son, para la tradición coreana, las cosas que se necesitan para emprender el camino.
El Guardián ahuyenta a los espíritus malignos, la Cuidadora se encarga de curar y acompañar como lo haría una madre, y el Animador, mezcla de acróbata y juglar, levanta el ánimo del equipo.