Entre la justicia y la impunidad

Según opinión de algunos abogados, que son los que saben, el fin último del Derecho es el de dar a cada quien lo suyo. Otros, dueños de mayor audacia académica, proclaman que el Derecho nada tiene que ver con la justicia, si no que su misión es simplemente la aplicación de la ley. Conceptos demasiado pobres en mi sencillo y profano juicio. Buenos, tal vez, para un mundo enteramente materialista o de autómatas, no para seres humanos.

El principal y más noble objetivo de la ley debería ser aquel de hacer prevalecer la justicia; por eso los que tienen en sus manos la potestad de aplicarla se llaman Jueces, y ninguno debería conformarse con el solo hecho de hacer prevalecer la mera tinta de la ley. Más allá de la tinta, está el espíritu que el sabio legislador le quiso imprimir para insuflarla de justicia; y la misión del verdadero juez, es fundar sus sentencias en la parte humana de la ley: su espíritu de justicia.

En cierta ocasión llegó a la sala de un Juez el caso de una mujer acusada de haber dado muerte a un hombre; quien, después de haber violado a una hija menor, también la asesinó. El Juez, pensando que no era justo condenarla ni dejarla impune, decidió que la mujer se presentara a la audiencia dentro de cien años; haciendo, así, prevalecer la ley y la justicia.

El caso de aquellos estudiantes universitarios en huelga, que violaron la ley, son responsables de haber cometido ilícitos sujetos a una pena; pero fueron acusados por la fiscalía por delitos que no son los que corresponden.

La misión del Juez, en este caso, no puede desempeñarla sabiamente cegándose ante la tinta de la ley y aplicar una injusta condena; pero tampoco debe permitir que prevalezca la impunidad. La sanción podría llegar a ser la obligación de reparar los daños causados a la propiedad. En tanto que, la solidaridad de sus compañeros podría ser la de contribuir para que se cumpla la reparación, más nunca pretender que la impunidad siga campeando en nuestro país. La juventud, para poder condenar las prácticas de los políticos tradicionales, no debe imitarlos.

Ahí, entre los universitarios en huelga, o rebeldía, están los futuros abogados y jueces que administrarán el sistema legal del país, y no es correcto que se estén formando bajo la práctica y creencia de que las leyes pueden violarse hoy, y mañana, a través de diabólicos diálogos -como hacen los políticos-, hacer prevalecer la impunidad.

No señores: NI INJUSTICIA NI IMPUNIDAD.

Carlos E. Ayes
Tegucigalpa, M.D.C.