Lecciones de la crisis universitaria

Por Óscar Lanza Rosales
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Mi percepción y la de muchos hondureños, es que el conflicto actual de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) es un grave problema que se venía vislumbrando ya tiempos y era de esperarse desembocaría en una crisis como la actual.

En primer lugar, aunque la mayoría de los hondureños estábamos de acuerdo en cambiar el gobierno paritario (50% de participación de los estudiantes y 50% autoridades y docentes) por considerarlo inadecuado, politizado, con más desventajas que ventajas para la formación universitaria de nuestros jóvenes, los estudiantes fueron comprensivos para el cambio de 50 a un 33%, y relativamente no pusieron resistencia.

Sin embargo, los estudiantes siempre alegaron que su representación era ilegítima por la falta de un reglamento de elección que ellos tenían que elaborar y aprobar y que les impedía ponerse de acuerdo para elegir a sus verdaderos representantes, de lo cual se han aprovechado las autoridades para influenciar o ponerlos de dedo a su gusto, y aunque buscaban a estudiantes de excelencia académica, la masa estudiantil no se sentían satisfechos con tal proceder y tampoco legítimamente representados.

Este problema las autoridades lo vieron con indiferencia, decían que sino se aprobaba el tal reglamento, no era asunto de ellos sino de los estudiantes, sin tomar conciencia que a los jóvenes -por su falta de madurez- hay que apoyarlos, orientarlos y guiarlos, para que se organicen, den a conocer sus inquietudes y busquen sus liderazgos.

Las autoridades no se pusieron a pensar en las graves consecuencias que esta situación traería a la larga, que afectaba a una masa gigante de 80 a 90 mil estudiantes, que en estos tiempos del internet, de las redes sociales, sino se le satisfacen sus deseos, rápidamente se alborotan.

La licenciada Julieta Castellanos en su primer período como rectora de la UNAH (2009-2013), se ganó el aprecio de la mayoría de los hondureños por el gran trabajo realizado en su gestión, principalmente la inversión en infraestructura e instalaciones deportivas, la recuperación de muchos bienes en manos de terceros, y sobre todo, el rescate de la institución de su sindicato, que la paralizaba cuando se les antojaba y ejercía demasiada influencia en su administración. En lo académico, creó nuevas carreras, abrió nuevos centros regionales, mucha capacitación para docentes y se mejoró el índice académico global de 39% en 2005 a 70% en 2012. Un gran salto positivo.

El extinto periodista Amílcar Santamaría, resumió muy bien la valiosa labor de la rectora al sacar a la UNAH del caos y la postración. Restableciendo el orden y reorientando la Universidad por el sendero de la ciencia, la disciplina y la eficiencia.

La imagen de la rectora Castellanos comienza a deteriorarse cuando de manera forzada se reelige y abiertamente participa en forma activa en la agenda pública en varios temas, especialmente en seguridad y aparentemente descuidando los quehaceres fundamentales del Alma Máter, principalmente los académicos, la normalización de la participación de los estudiantes en el gobierno universitario y la administración del Hospital Escuela Universitario, entre otros.

De lo anterior se puede sacar como lección, que no hay que menospreciar los conflictos por muy insignificantes que parezcan; que un alto funcionario público, como es el caso de un rector de la UNAH, tiene que concentrarse en el cumplimiento de la misión de la institución y evitar la tentación de inmiscuirse en otros temas de la agenda pública; otra gran lección, es la necesidad de contar con un equipo de colaboradores competentes para prevenir una crisis como la actual, y si se da, resolverla.

Como las universidades son organizaciones sociales dinámicas y están expuestas a conflictos y disputas entre sus diferentes actores, muchas de ellas, principalmente de los países desarrollados, han creado unidades especializadas para su prevención y solución. Otras han dictado políticas y elaborado campañas para que en sus campus se respire la cultura de la paz y la sana convivencia.

Por ejemplo, la Universidad de Puerto Rico, en su política de no confrontación dice que esa política debe responder a la necesidad de pronunciarse con un “nunca más” ante la violencia y la intervención policíaca como formas de provocar y acallar los conflictos en la universidad. Solicita a los universitarios entender y atender sus diferencias y divergencias en el espíritu universitario de respeto a las ideas -eje de la autonomía universitaria.

Esperamos que de aquí en adelante, en la UNAH impere el diálogo, la tolerancia y la buena fe entre autoridades y estudiantes y que lleguemos pronto a acuerdos en que todos como sociedad salgamos ganando.