El príncipe Azul y la Bella durmiente: Darío, poesía e imagen femenina

Por: Emma Matute del Cid
Profesora de Lengua y Literatura/ Departamento de Letras y Lenguas / Instituto de Cooperación y Desarrollo
Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán

El mundo poético y personal de Rubén Darío ha sido amplia y variadamente estudiado desde casi todos los campos culturales posibles. Los estudios estético-estilísticos y psicobiográficos han sido los predominantes y sólo hasta hace algunos años se han incorporado otras aproximaciones críticas modernas.

El presente trabajo se propone hacer un análisis de la imagen femenina en la poesía dariana, particularmente la relacionada con el mito de la “Bella durmiente” y la manera en que ésta se conecta con la concepción del arte poético en Darío y su postura personal. Usaremos para nuestro estudio algunos poemas significativos de Prosas Profanas y de Cantos de Vida y Esperanza.

Una primera referencia a la imagen de “Bella durmiente” la encontramos en uno de los más conocidos y gustados poemas de Darío: “Sonatina”. Aquí se nos presenta el cuadro de la princesa triste, pálida, melancólica, presa, que espera el arribo del príncipe que llegará a despertarla y liberarla de su cautiverio. Todo en “Sonatina” apunta hacia la pasividad. La princesa “Que ha perdido la risa, Que ha perdido el color/ no ríe, no siente; /… persigue por el cielo de Oriente/ la libélula vaga de una vaga ilusión.” (Darío, p. 556).

Muchos críticos y estudiosos del psicoanálisis han coincidido en señalar la relación existente entre este mito romántico y la situación de “pasividad” en que se encuentra la mujer. En Psicoanálisis de los Cuentos de hadas, Bruno Bettelheim explica- en su capítulo dedicado a la “Bella durmiente”- cómo esta imagen encierra la idea de pasividad relacionada directamente a la experiencia de la muchacha adolescente que espera su despertar sexual. De ahí que resulta interesante que Darío presente esta imagen de mujer pasiva como una de sus favoritas, y más aún, que haga de ella, frecuentemente, la encarnación de su propia experiencia poética.

El hecho que Darío acuda al cuento de hadas para tomar esta imagen femenina no obedece únicamente a su afán cosmopólita o a su exotismo verbal sino a su concepción de la mujer, que presenta un sinnúmero de variantes y contradicciones. Pero como hemos dicho, queremos ocuparnos aquí de una de las imágenes favoritas del autor: la princesa que espera ser despertada por el príncipe; la pasividad hecha mujer. Este elemento recurrente en la poesía dariana se vuelve más interesante cuando llega a encarnar al poeta mismo y su ideal poético. En “Heraldos”, el poeta hace una evocación o anuncio de mujeres que de una u otra forma representan esa variedad de imágenes femeninas presentes en su poesía: Helena, Mahkeda, Ifigenia, Electra, Catalina, Ruth, Lía, Enone, Yolanda, Clorinda, Carolina, Silvia, Aurora, Isabel. Este desfile de personajes de distintas mitologías o encarnaciones de sus propias experiencias personales, culmina con “¿Ella?” la que “no llega aún” (p. 571). Ella parece ser su ideal de mujer, la que aún no toma forma, la perfección no alcanzada. De manera que es posible hacer aquí un paralelo entre el poeta que espera la llegada de esa mujer ideal, de esa “musa ideal” que realizará sus ilusiones personales y artísticas; con la imagen de la bella durmiente que espera la llegada de su príncipe azul. Tenemos entonces dos aspectos en esta lectura. Por una parte el poeta que se sitúa en la posición del que espera (y que encarna en este momento la imagen de “Bella durmiente”); y por otra parte, la mujer ideal que aún no llega para el poeta y que a nuestro juicio es un ideal representado por esa mujer que espera pacientemente por el despertar que será producido a la llegada de su príncipe.

Esta dinámica de relación entre la mujer ideal y la situación del poeta mismo mediante la utilización del mito romántico de la Bella durmiente se aprecia con una ligera variante en la penúltima estrofa del poema “El reino interior”. Aquí el poeta le pregunta a su alma: “¿Qué hay en ti, alma mía?/ ¡Oh! ¿Qué hay en ti mi pobre infanta misteriosa?” Y su alma no le responde:

“Ella no me responde.
Pensativa se aleja de la obscura ventana,
-pensativa y risueña,
de la Bella-durmiente del bosque tierna hermana-,
y se adormece en donde hace treinta años sueña.” (605)

Aquí, el alma del poeta es silenciosa como la princesa de “Sonatina” y tiene además un misterio que se evidencia en las preguntas iniciales. Ese “¿Qué hay en ti alma mía?” nos recuerdan al “¿Qué tendrá la princesa?” de “Sonatina”. Luego, el poeta hace clara la identificación al decirnos que su alma es hermana de la Bella Durmiente del bosque y al igual que ésta, sueña-desde hace treinta años- en los príncipes que la estrecharán en sus brazos rojos .

En “Yo persigo una forma” su ideal de arte se ve rodeado por la simbología de la bella durmiente. Así leemos: “Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo/…se anuncia con un beso que en mis labios se posa/…y no hallo sino la palabra que huye,/…y la barca del sueño que en el espacio boga; / y bajo la ventana de mi Bella-durmiente, /el sollozo continuo del chorro de la fuente” (622). Encontramos aquí al poeta en su imposibilidad de encontrar la forma, el arte perfecto que pueda expresarlo. Pero existe el “anuncio” (¡un beso!), la posibilidad de realización, la posibilidad que después de la larga espera (bajo la ventana de su Bella durmiente); la forma que persigue, el arte que busca, encontrará su estilo, llegará; de la misma forma que llegará su mujer ideal. Mientras tanto, el poeta se encuentra en un estado similar al de su Bella durmiente; se halla a sí mismo en un estado de ensoñación, en esa “barca del sueño que en el espacio boga”, interrogado por “el cuello del gran cisne blanco” (p. 622).

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En la famosa “Canción de Otoño en Primavera” nos encontramos finalmente con un Darío que parece darse cuenta-en el otoño de su vida personal y poética- que el ideal nunca llegó. Nos dice:

“En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!” (p. 659)

Aquí el poeta ha llegado al momento en el cual los ideales de “eterna juventud” así como los de encontrar esa forma artística ideal y a la vez la concreción femenina de la perfección se han desvanecido frente a la amargura y pesadez de la vida.
Como hemos podido observar en este breve recorrido por la poesía de Darío, el mito de la Bella durmiente adquiere varias connotaciones: es a veces el alma misma del poeta esperando por el arte ideal o por la mujer ideal; pero en otros momentos es la representación de una de las imágenes femeninas predilectas del poeta, la de la mujer pasiva, que espera ser despertada por su príncipe azul.

 Bibliografía

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Bettelheim, Bruno. Psicoanálsisis de los Cuentos de hadas. México: Grupo editorial Grijalbo, 1986.

Darío, Rubén. Poesías completas. Madrid: Ediciones Aguilar, 1967.

Martínez Domínguez, José María. Los espacios poéticos de Rubén Darío. New York: Peter Lang Publishing, 1995.

Reverte, José Manuel. Rubén Darío y su obra poética. Madrid: Sucesores de Rivanedeyra, 1973.

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