Mercenarios y tertulianos

Por Juan Ramón Martínez

Hemos enfocado muy mal el incidente entre Marvin Ponce y Nelson Ávila. Nos hemos concentrado en el vaso, en la pérdida de control por el primero y el papel de víctima del segundo. Pasando por alto la provocación de Ávila en contra de Ponce, la expresión usada, es decir “mercenario” que rompió los nervios del ex “asesor presidencial” y el papel de víctima que el provocador ha asumido, como si lo ocurrido no hubiese sido un acto mutuo, en que provocador y provocado tienen responsabilidades. Pero al margen de lo anterior, lo más grave es que hemos pasado por alto, el papel de las tertulias, su finalidad original y la función de espacio de diálogo para buscar la verdad, respetando la opinión ajena, celebrando la tolerancia. Y, finalmente el papel del moderador que, en vez de facilitar el logro de tales objetivos, se convierte en un incitador de “gallos de pelea”, que le interesa más el nivel de audiencia, que el compromiso con la función de la tertulia y el papel que juega en la formación de la opinión pública.

En el maniqueísmo que se maneja en las relaciones sociales –en que la política y el deporte son estelares– las cosas son muy simples. Hay la obligación de escoger un ganador y un perdedor. Y como el perdedor es una figura difusa, poco conocida incluso, la opinión pública se concentra en la “víctima”. Su destitución presidencial y su excusa, confesando con hidalguía que perdió el control, hace que nos burlemos de Ponce, convirtiéndolo en objeto de todas bromas. Y pasemos por alto cosas elementales, como el sentido de la palabra mercenario que, o les cabe a los dos; o es un concepto inútil, cuyo significado parece que Ponce no manejó. Porque pudo ripostar usándolo para confirmar que Ávila, también es un mercenario. Que la diferencia –si la palabra se considera adecuada– que Ponce es mercenario de JOH y Ávila, lo fue –muy bien pagado, con dineros públicos– de Zelaya, en el gobierno del Poder Ciudadano. Ponce perdió el control y Villanueva muy poco hábil como conductor, no pudo, no quiso; o más bien celebró, que su tertulia derivara en un campo de batalla en que privó más el irrespeto que la búsqueda de la verdad. Mercenario es un soldado de fortuna, que pone su capacidad de guerrero para defender los intereses del que le paga. Maquiavelo le recomienda al Príncipe entrenarse militarmente y no confiar en los mercenarios porque carecen de principios. Solo tienen intereses. Y, se inclinan a quien les paga mejor. Y en el mejor momento. Aclarado lo anterior, como decíamos antes: o los dos lo son, mercenarios de gobiernos que los usan de acuerdo a su conveniencia; o ninguno lo fue en realidad, convertidos simplemente en personas que, en la creencia de lo que hacen, es bueno políticamente, asumen la conducta que consideran adecuadas. Porque tanto el uno como el otro, tienen una postura equivocada o no, que defienden con entusiasmo, llegando incluso a la más extrema de las conductas: la provocación indebida y la falta de control emocional para contestar. Si hubiesen sido más niños los “adultos” contendientes, se habrían dicho simplemente, “más mercenario eres tú”.

Ahora juzguemos la función de la tertulia. Es espacio educativo y formador de ideas, juicios y opiniones. Oportunidad para que el público, pueda formarse un juicio de calidad de los temas. De acuerdo con lo ocurrido y la falta de actividad del moderador para evitar el incidente, estamos en la obligación de cuestionar la tertulia y a sus conductores. Convertirla en cancha de gallos; o en ring de boxeo desordenado, para provocar que los tertulianos muestren lo peor de su educación y su escaso control emocional, no ayuda a adecentar la vida política; ni a desarrollar la conciencia crítica –de la que carece la sociedad– para participar libremente en los procesos democráticos. Solo sirve para divertir a los más inocentes que creen que, faltarle al respeto al otro, usando palabras inapropiadas, peleadas con el diccionario, ayuda a que la política se desprestigie al perder su básica razón de ser; es decir el medio para la forja de consensos y la consolidación del bien común. Entonces, Villanueva también debe disculparse y rectificar. Porque también él tiene responsabilidad en lo ocurrido. Especialmente si somos serios y educativos, como creemos.