Damas del siglo pasado, lustrabotas, lectores de Diario La Tribuna, musas griegas, estelas mayas, míticos reyes, bailarinas, entre otros, pueblan el Paseo Liquidámbar de Tegucigalpa.
No, no se trata de estrafalarios personajes aquejados de un padecimiento mental, sino de estatuas vivientes que desde hace algún tiempo se ubican en espacios culturales y al aire libre, llamando la atención de propios y extraños.
El estatuismo humano o viviente está definido como el arte de representar con el cuerpo esculturas reales, clásicas lo más idéntico posible a las verdaderas, con una inmovilidad total o parcial por el termino de varias horas
En América es la ciudad de Buenos Aires, Argentina, quien se acredita la paternidad de este extravagante arte, en Europa se cree que descolló en España, pero según la historia es en la Grecia Clásica donde nació esta expresión artística, cuyos guerreros se disfrazaban de estatuas para espiar a sus enemigos.
En Honduras fue en el año 2010 a través de la gestión de la licenciada Caridad Cardona, directora de Walabis Honduras y Maarten Reith de Holanda que se trajo al facilitador español Santiago del Carmen Miranda, quien impartió conocimientos sobre el tratamiento de la tela que se utiliza y sobre todo la disciplina de los movimientos de la técnica de estatuas vivas.

El Faquir (Foto de Douglas Alonzo)
Pero esta especie de mimos estáticos conjugan la expresión corporal, técnicas teatrales y algunas veces hasta yoga para lograr deslumbrar a quienes los observan entre atónitos y desconcertados.
Estos personajes son pintados en tonalidades doradas, plateadas, blancas, según sea el personaje representado.
Existen dos tipos de estatuismo viviente: el clásico en que el artista se mantiene estático y el performance que combina la rigidez con una lenta flexibilidad que puede incluir baile, musica y algún movimiento.
Aunque no lo parezca la expresión corporal es básica en el estatuismo complementado por armonía, concentración, equilibrio y manejo adecuado de la respiración.
Otro aspecto importante es la pintura del vestuario – que es en los colores con que se quiera dar vida al personaje representado y generalmente es acrílica—y el maquillaje de rostro y cuerpo que complementa la indumentaria.
Estatuismo viviente en Tegucigalpa
Caridad Cardona, directora de “Walabis” organización del sector social de la economía, nos cuenta que el grupo de voluntarios de esa entidad que hacen estatuismo humano han recibido un gran entrenamiento previo.
“Nuestros muchachos han sido capacitados en expresión corporal, ya que la estatua tiene que decir sin decir nada, control de la respiración, meditación y concentración. Nosotros generalmente trabajamos con Performance que es la categoría en la que se tiene cierta movilidad”.
Walabis—que en lengua Tawahka significa niños—es una entidad que se dedica a capacitar a menores en riesgo social en campos del arte como teatro, títeres, malabarismo, pintura, percusión, zancos, entre otros.

El Bombero (Foto de Douglas Alonzo)
“Es por ello que nuestros muchachos y muchachas que hacen estatuismo viviente o humano se han capacitado en varias disciplinas”.
Hasta la fecha Walabis ha realizado tres festivales de estatuas vivas. En la primera versión del espectáculo uno de los participantes fue a representar a Honduras en el festival internacional de estatuas vivas en Holanda.
El profesionalismo de estos jóvenes, quienes han deslumbrado a más de alguno con su mirada perdida y su pasmosa inmovilidad, es más que evidente por la formación multidisciplinaria que reciben.
Así pues la próxima vez que usted mire a uno de estos artistas ya sea en espectáculos callejeros o en espacios culturales tiene que saber que forman parte de una generación de artistas con formación multidisciplinaria y que ya han dado la cara por Honduras a nivel internacional.