DANLÍ, El Paraíso. El maíz es una herencia milenaria. Hace 40 años atras cuando este rotativo comenzaba a dar los primeros pasos un grupo de ciudadanos amantes de la cultura y las costumbres tradicionales, tomaron la decisión de rendirle tributo al maíz, creando para este fin el festival del Maíz.
Investigando un poco sobre el origen de los festivales del maíz en otros puntos geográficos del continente sobre este festejo, México es uno de los países que más valor le da al maíz. Es precisamente en la población de Amatlán, Quetzalcóatl, Estado de Morelos, donde todos los años las fuerzas vivas celebran el Festival sin fines de lucro bajo el lema de Unidos para honrar, valorar y proteger nuestro sagrado maíz.
Esta actividad se realiza con una caminata, guiada por el grupo que la organiza con cantos, conferencias, videos, creación de murales con semillas, comida de maíz, velación, obras de teatro de la vida. En esta celebración se une una diversidad de participaciones artísticas y culturales; es la gran familia del maíz, del frijol, de la calabaza, del chile, de los tamales, los tacos, los sopes (sopas), la música, los bailes, las fiestas de todo aquello que hace que las gentes se sientan alegres; viven humanados, abundantes de corazón y tierra, del pasado, presente y futuro.
El festival es un festejo organizado por la sociedad civil, una fiesta abierta al público. Todo lo recaudado en donaciones o patrocinios es utilizado para la logística del festival. Durante el Festival no tienen cabida otros eventos que no se enmarquen en el maíz. Es la fiesta del pueblo que participa con orgullo, que conserva su identidad.
Pero también es una actividad creadora que rechaza con firmeza lo que va en contra de sus costumbres y tradiciones. Es la oportunidad de rechazar los transgénicos con un no rotundo: nosotros queremos nuestra tierra sana, nuestro maíz limpio, nuestros hijos saludables, la salud de los hijos de nuestros hijos; nuestro ambiente seguro, el equilibrio ecológico, la continuidad de nuestra herencia y patrimonio de la biodiversidad natural, el mantenimiento y florecimiento de nuestra bellísima herencia cultural: la paz y la armonía.
Hablar de transgénicos, sigue pareciendo para algunos un tema polémico, para esos algunos, es poner en riesgo la salud de sus hijos, de su familia, de su pueblo, de la tierra de cultivo de sus variedades del maíz, la biodiversidad alimenticia, el equilibrio ecológico, económico social; la herencia cultural, el patrimonio biológico de la humanidad. La vida en su forma natural milenaria y sabia todavía es algo que se puede pensar, pero no experimentar.
Todo lo anteriormente expuesto es un festival del maíz. Es nuestra herencia, es la vida y el valor de la vida. No es una feria en la que convergen actividades no vinculadas con nuestra herencia y patrimonio cultural. En esta fiesta no hay disfraces, los únicos son los relacionados con el maíz y sus derivados.
Pero volviendo a lo nuestro y sin el ánimo de confrontar a nadie. Como entonces nosotros celebramos un festival del maíz sin esos componentes que nos identifiquen con esta herencia milenaria. No se puede revolver, dicen por allí; el cebo con la manteca o el aceite con el agua. En Honduras todos los años se realiza el mes de la herencia afrodescendiente, todo gira en derredor de su cultura milenaria, su identidad y costumbres.
Cuando se funda el Festival del maíz, hay que recordarlo una vez más, fue para honrarlo y al mismo estimular al que lo cultiva y lo produce. Todo gira en torno al maíz. Allí estuvo LA TRIBUNA, en ese primer festival como un referente de aquel momento histórico de 40 años que hemos venido escribiendo.

Llévelo por solo 10 lempiras. Frente a un colegio espera que la diosa fortuna lo ayude a ganarse unos cuantos pesos.
Ahora lo que menos importa es rendirle tributo al maíz. Es un evento que debería ser organizado por la sociedad civil en conjunto con las instituciones educativas para darle el lugar que le corresponde a esa herencia milenaria de la que se enorgullecen los mexicanos. Hoy, ya no vemos al productor cargar con orgullo a la plaza para exponer la mejor mazorca de su milpa, ese detalle, ya es parte de la historia.
Los reinados se convirtieron en certámenes de belleza y una ventana para los cazadores de jovencitas para las pasarelas de modelaje. Se perdió la esencia de los primeros años cuando las participantes sin incurrir en gastos ostentosos representaban a sus comunidades. Los jurados no saben nada sobre el significado de un festival del maíz, por ello es que los trajes típicos no aplican la sencillez que los caracterizó en el pasado, ahora domina la fantasía. Sin embargo, habrá que elogiar los esfuerzos realizados por la Comisión de Arte y Cultura para ofrecer espacios a los pintores y escritores.
Son 40 años de historia. Es toda una generación que vio nacer y crecer el Festival que algunos se resisten a darle la categoría de internacional porque para ello habría que volver a las raíces donde el maíz ocupa el primer lugar sin que otras distracciones callejeras opaquen el festejo diseñado por quienes serán los arquitectos casi olvidados de esta festividad. Gonzalo Lovo Sevilla y Rodolfo Díaz Zelaya, ambos ya fallecidos.
Qué tal si este año los organizadores preparan una conferencia con alguno de nuestros historiadores para que expongan sobre esta herencia milenaria y los peligros que representan los transgénicos para la salud de nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Que en honor al maíz digamos no a la inclusión de variedades que dañan la biodiversidad. Sera entonces que con orgullo podamos expresar que celebramos el Festival Internacional del Maíz, conservando un patrimonio para honrarlo, valorarlo y protegerlo: nuestro sagrado maíz.
Fuente: Festival de Amatitlán, Quetzalcóatl.
Autor: Luis Alonso Gómez Oyuela
Email:luisgoyuela15@gmail.com