‘La Cueva del Gigante’ abrigó a grupos de los ‘primeros americanos’


LA ESTANZUELA, Marcala, La Paz- ¿Acaso hombres de colosal estatura y gente de los grupos paleoindios que atravesaron el Estrecho de Bering, tras la primera glaciación, pudieron coexistir en las montañas y cuevas de esta región?

Protegida por una especie de valla de grandes árboles que parecieran elevarse hacia las nubes, aquí existe una gruta que, por sus características físicas, nunca recibe la lluvia, el sol directo ni el viento fuerte, conformando un microclima seco, estable e invariable desde hace miles de años y, misteriosamente, estando en ella tampoco se capta ninguna señal radioeléctrica o satelital.

La caminata por el empinado y abrupto sendero, al rumor de la frondosa arboleda, igual que el dulce murmullo de la naturaleza, se convirtió en una sobrecogedora experiencia frente a la imponente cavidad rocosa que en la prehistoria, entre lo mítico y la ciencia, albergó a gigantes y los primeros hombres llegados a la región de Mesoamérica.

Sobre el bosque de pinos, robles, quebrachos y otros árboles y arbustos, incluso guayabales, desde la margen izquierda del río La Estanzuela, que alegre y chispeante baja de la zona de La Esperanza, Intibucá, por el horizonte sobresale una parte de la fachada de la enigmática “Cueva del Gigante”,

en una pared del cerro El Pelón, enclavado en la sierra de Montesillos.

Tomado el desvío hacia la comunidad Corral de Piedra, dejando atrás la carretera Marcala-La Esperanza, en vehículo por unos kilómetros, se llega hasta las amplias sabanas verdes que bordean el arroyo que en una de sus caídas de sus aguas forma las bella catarata de la aldea La Estanzuela, de unos 25 metros de altura, orgullo de los lugareños y una delicia para los turistas.

Cuando bajábamos de maravillarnos de “La Gruta del Gigante”, hasta en compañía del motorista, Carlos Lozano, de Diario LA TRIBUNA.
Cuando bajábamos de maravillarnos de “La Gruta del Gigante”, hasta en compañía del motorista, Carlos Lozano, de Diario LA TRIBUNA.

Gracias al apoyo de la encargada de la Oficina Municipal de Turismo de Marcala, la gentil técnico en Turismo, Estheffany Yolibeth Vásquez, se hizo todo el recorrido y desde el extasiante sitio ecoturístico se caminó la senda de pedregales y unos tramos pequeños de graditas de concreto habilitadas por la Cooperación Española, hasta arribar ante el imponente monumento natural.

EN LA GRUTA

Una extraña sensación de alivio y misterio rodea el ambiente luego de recorrer unos 750 metros después de la cascada, entre los árboles que saludan al viento refrescante con una serena sinfonía que presagia el extraordinario encuentro con “La Gruta del Gigante”, que en un pasado remoto pudo guarecer a seres de colosal estatura y es el sitio arqueológico más antiguo de Honduras y la región mesoamericana.

La enorme cavidad en la roca caliza de origen volcánico mide alrededor de 30 metros de alto desde la superficie en la boca al cielo más elevado; unos 25 de ancho y ocho de fondo, en promedio, teniendo como piso un terraplén de pared abrupta y de difícil acceso, porque posee cinco metros de elevación. Legendaria y sobrecogedora, la oquedad es protegida por una especie de valla de una tupida arboleda, como un sitio ideal para resguardarse de otros hombres, las inclemencias del tiempo y las fieras, porque en los tiempos prehistóricos había megafauna.

RIO-LA-ESTANZUELA
En verano el agua del río La Estanzuela cobra un color azul verdoso y eso prueba que tiene azufre como resultado de la actividad volcánica en la zona. Nótese el cerro El Pelón, donde se encuentra “La Gruta del Gigante”.

La cascadita de una pequeña quebrada cae arisca al lado izquierdo de la boca y por el lado derecho se nota que hace siglos hubo algo así como un camino bastante amplio que tiene una pendiente y sobre la cual  ahora hay árboles de roble, pino y quebracho y algunos guayabales y todo esto pareciera llevar a deducir que la gente que habitó acá al principio realmente era grande.

Yendo de la margen derecha se asoma a la gruta, cuyo cielo está formado por algunas escotaduras (huecos) que, según los lugareños, bien pudieron servir para entierros de los primeros hombres y mujeres que habitaron esta región, además que en el cielo y la pared se forman figuras de caras.

“DOS O TRES PASOS”

“Se le conoce como La Gruta del Gigante porque al iniciarse los estudios en 1994, lo primero que dijo la comunidad es que los primeros habitantes eran tan grandes que solo daban uno o dos pasos y ya estaban en La Gruta del Gigante y para nosotros uno o dos pasos es bastante complicado por la altura”, explicó la técnico en Turismo, Stheffany Yolibeth Vásquez.

Al tiempo que reseñaba las partes de la gruta, la funcionaria municipal contó que “cuando se empezaron a hacer los hallazgos se encontraron huesos grandes y se pensó que eran de personas y al estudiarlos se dieron cuenta que eran de animales grandes, porque los antepasados viajaban en busca de animales y la comunidad la adoptó como La Gruta del Gigante”.

El arqueólogo Stan Nielsen en la entrada a las “Cuevas Lovelock”.
El arqueólogo Stan Nielsen en la entrada a las “Cuevas Lovelock”.

Oficialmente, la cueva fue descubierta en 1994, por el arqueólogo estadounidense, George Hasemann, para entonces jefe de la Sección de Arqueología del Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH), con el apoyo de su colega, Timothy Scheffler, miembro del Departamento de Arqueología de la Universidad de Pensilvania.

Los investigadores reportaron el hallazgo de restos milenarios de fibras de textiles, cuerdas y cestería, una concha de caracol (prueba del “Mar de Esquías”), artefactos de hueso y trozos de piedra trabajadas, como puntas de proyectiles usados para la cacería (lítica), y de alimentos, entre ellos mazorcas de maíz, frutas y vegetales, igual que pinturas rupestres.

“Quienes habitaron aquí fueron alrededor de unas cinco familias pequeñas que vivieron por una temporada y siguieron más adelante hasta llegar al lugar que ahora se conoce como Santa Elena, aledaño a Marcala, donde hay otras cuevas que se llaman Las Pintadas, donde también hay arte rupestre”, contó Stheffany Vásquez, mientras el viento jugaba con su lacia y larga cabellera negra.

De la pintura rupestre hallada en “La Cueva del Gigante”, sobresalen dos tipos de imágenes: La de cuatro manos de adultos y niños y la otra es una similar a un ganso o un cisne. Arqueólogos coinciden que la mano es un icono muy común distribuido en Centro, Sur y Norteamérica, como también en Australia y Europa. Respecto a los cisnes, deducen que representan una manifestación simbólica local que puede estar relacionada con su modelo de vida y forma de subsistencia.

Así, cotejan que se trata de algo muy parecido a las pinturas rupestres del paleolítico (el más antiguo de los períodos prehistóricos) de Lascaux y Chauvet, en Francia y Altamira, en España, donde los antiguos cazadores dejaron plasmadas las presas que les eran familiares y veneraban.

ALGO FANTÁSTICO

El hallazgo e investigación sobre la cueva son algo “fantástico no solo para los marcalinos, sino que para toda la humanidad”, afirmó, de su lado, el historiador Montgomery Rolando Melghem Mejía, autor de las obras “Historia del Café en Marcala” y “Guía Histórica-Turística, Municipio de Marcala”.

La encargada de la Oficina Municipal de Turismo de Marcala, Estheffany Yolibeth Vásquez, explicó que algunas escotaduras del cielo de la gruta pudieron ser usadas para enterrar a sus muertos por los “primeros americanos” que allí vivieron.
La encargada de la Oficina Municipal de Turismo de Marcala, Estheffany Yolibeth Vásquez, explicó que algunas escotaduras del cielo de la gruta pudieron ser usadas para enterrar a sus muertos por los “primeros americanos” que allí vivieron.

Oriundo de Marcala e historiador por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), Melghem Mejía destacó que la gruta “es un sitio de los más importantes de Honduras, Centroamérica y el mundo, porque es el único lugar en Mesoamérica, donde se han encontrado restos de presencia humana más antigua”.

“Más o menos estamos hablando de 10,000 u 11,000 años antes de Cristo, donde los antropólogos del Instituto Hondureño de Antropología e Historia, encontraron restos de presencia humana, es lo más antiguo que hay en toda Mesoamérica”, corroboró, con un tono de evidente orgullo marcalino.

El historiador reseñó que “se encontraron  más que todo artefactos de la lítica (piedra), que habían sido trabajados ya por los seres humanos de aquella época, algunos utensilios que usaban y algunos restos óseos y al hacer la datación con carbono 14 se descubrió que databan de más o menos de 10,000 años antes de Jesucristo y antes de hacerse ese descubrimiento se contemplaba que el ser humano había habitado esta zona más o menos unos 6,000 años antes de Cristo”.

Según los estudios de Scheffler, la cueva sirvió de abrigo para grupos humanos desde el período arcaico (10,000-4,000 a.C.) y se extendió hasta el formativo (1760-220 d.C.). Scheffler hizo reconocimientos de superficie y excavaciones, demostrando que el refugio había sido utilizado a lo largo de miles de años por grupos de cazadores-recolectores que fueron desarrollando muy lentamente modelos primitivos preagrícolas.

¿DE DÓNDE VINIERON?

¿Pero de dónde vinieron estos grupos humanos? A la luz de la arqueología, la antropología y la historia se habla de una época muy primitiva. “Eran pequeñas bandas que andaban cazando, recolectando, de hecho no eran ni sedentarios, el lugar era de protección, de la lluvia, del sol y las fieras y de otros seres humanos que andaban vagando por estas tierras”, contó Melghem Mejía.

“La Cueva del Gigante”, enclavada en el cerro El Pelón, es el sitio arqueológico más antiguo de Honduras y toda la región mesoamericana, donde los antropólogos encontraron restos óseos y artefactos de 10,000 años antes de Cristo. Muy cerca hay una gruta de obsidiana.
“La Cueva del Gigante”, enclavada en el cerro El Pelón, es el sitio arqueológico más antiguo de Honduras y toda la región mesoamericana, donde los antropólogos encontraron restos óseos y artefactos de 10,000 años antes de Cristo. Muy cerca hay una gruta de obsidiana.

Si bien el historiador cree que los gigantes en la gruta es más una cuestión mítica, sí confirmó que “hablando científicamente, los antepasados en aquel momento que habían fieras, una megafauna que podía devorar a los seres humanos, entonces buscaban sitios que les pudieran proteger, buscaban lugares como estos de difícil acceso para una fiera”.

Melghem Mejía citó que, según las teorías más aceptadas, eran grupos humanos mongoloides que procedían desde el Estrecho de Bering desde el Norte de América que iban en oleadas bajando de a poco desde la última glaciación, hace unos 40,000 años antes de Cristo, desde lo hoy conocido como Alaska, Canadá, Estados Unidos, y hasta finalmente lo conocido como Mesoamérica que es parte de México, Guatemala, El Salvador y Honduras.

“Eran grupos paleoindios, según los antropólogos, y coinciden con la existencia de animales grandes, ya que está comprobado que existían los tigres dientes de sable, algunos osos y armadillos muy grandes y otras fieras que podían en alguna forma atacar a los seres humanos, pero que el ser humanos también intentaba cazarlos y adquirir alimento y había una lucha entre hombres y fieras”, detalló.

LAS MIGRACIONES

En la pared de la gruta hay formaciones que semejan caras de humanos y animales.
En la pared de la gruta hay formaciones que semejan caras de humanos y animales.

Un equipo de científicos españoles y latinoamericanos, entre ellos el colombiano Andrés Ruiz-Linares, del University College de Londres, ejecutó un estudio que determina que los primeros habitantes de América llegaron al nuevo continente hace más de 15,000 años, procedentes de Asia en tres oleadas migratorias.

El estudio publicado por la prestigiosa revista “Nature”, señala que el análisis del genoma (información genética) de una amplia selección de tribus indígenas americanas, desde Canadá hasta Tierra del Fuego, ha permitido demostrar que procedían de al menos tres oleadas migratorias de pobladores asiáticos que cruzaron al nuevo continente a través del Estrecho de Bering, en Siberia. Durante las épocas glaciares -hace más de 15,000 años- el estrecho permaneció congelado y sirvió como puente entre los dos continentes.

Si bien los especialistas calcularon que se produjeron al menos tres migraciones, la mayoría de las tribus descienden de la primera, a la que denominaron los “primeros americanos”, ya que las otras dos se limitaron solo a Norteamérica. “Habría una relativa homogeneidad genética de los nativos desde México hasta el sur del continente, todos derivarían de la misma corriente migratoria desde Asia”, explicó Ruiz-Linares, encargado principal del estudio, para subrayar que “el poblamiento de México hacia el sur habría sido relativamente sencillo (…), con pocas mezclas tras la separación de las poblaciones”, hasta la llegada de los europeos en 1492.

LOS GIGANTES

Fue precisamente a la llegada de los europeos al nuevo continente cuando tuvieron conocimiento de los seres de colosal estatura o gigantes, a quienes se refieren diversas fuentes bibliográficas, científicas y de la tradición oral, incluso la misma Biblia que en sus libros de Génesis y Números les citan como los Nefilim y en Samuel que habla de Goliat, quien acompañaba a los guerreros filisteos y fue vencido por David.

Más sorprendentes resultan las crónicas de acompañantes de los grandes navegantes o conquistadores que en contactos con las culturas indígenas supieron de los gigantes y no parece extraño que se narre que los primeros habitantes del reino protolenca de Yaruma, que construyeron grandes pirámides antes que los mayas de Copán, en la zona de Mira Valle, Yarumela, La Paz, medían alrededor de 2.50 metros de estatura.

En la Mixteca de la costa oaxaqueña, existe otro mito de que un gigante, acompañado de animales de gran tamaño que llegó desde Tututepec para fundar la población de San Juan Colorado. Las huellas del gigante y de este ganado quedaron registradas en una piedra volcánica.
En la Mixteca de la costa oaxaqueña, existe otro mito de que un gigante, acompañado de animales de gran tamaño que llegó desde Tututepec para fundar la población de San Juan Colorado. Las huellas del gigante y de este ganado quedaron registradas en una piedra volcánica.

En el México precolombino, hubo evidencia física de los colosos o titanes. Bernal Díaz del Castillo, en su magnífica obra «La verdadera y notable relación del descubrimiento y conquista de la Nueva España y Gohatemala», escribió que cuando Hernán Cortés y sus soldados conquistaron Tlaxcala, el 23 de septiembre de 1519, el rey tlaxcalteca Xicoténcatl (suegro de Pedro de Alvarado y padre de Doña Luisa, con quien Alvarado procreó a su hijo Pedro), señaló a «gigantes» como habitantes del territorio antes que los tlaxcaltecas poblaran la región y le llevaron unos huesos “y todos nos espantamos de ver aquellos zancarrones, y tuvimos por cierto haber habido gigantes en esta tierra”.

El capitán español Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, en su “Recordación Florida”, de 1690, escribió sobre el yacimiento de huesos y artefactos de gigantes encontrados en el sitio de El Peñol, en la región de Chiquimula, Guatemala, y Fray Juan de Torquemada, en su “Monarquía Indiana” de 1615, hace referencia a los colosos como los  primeros moradores antes de los Toltecas, una cultura que ha asombrado por las esculturas de cabezas gigantes que dejó en territorio mexicano.

Otros anales históricos indican que muchas tribus nativas del noreste y el suroeste, como los aztecas y mayas, relatan leyendas de gigantes de pelo rojo y de cómo sus antepasados lucharon prolongadas y terribles guerras contra ellos, al encontrárselos por primera vez en América del Norte hace casi 15,000 años.

“CUEVAS LOVELOCK”

Así, los Paiutes, una tribu de indios de Nevada, Utah y Arizona, les contaron a los primeros colonos blancos sobre las batallas de sus ancestros con una feroz raza de gigantes blancos, de pelo rojo. Según los Paiutes, los gigantes ya estaban viviendo en el área antes que ellos.

La revelación de los Paiutes pasó de ser un mito local a una realidad científica en 1924, cuando fueron excavadas las “Cuevas Lovelock”, donde se hallaron los huesos de gigantes de entre cinco y ocho metros de estatura.

Navegantes exploradores y conquistadores, como Américo Vespucio, Fernando de Magallanes Francis Drake, Pedro Sarmiento, Tomé Hernández y Knyvet Anthony y Sebald de Weert, afirmaron haber visto a gigantes vivos en el Estrecho de Magallanes y otras regiones de Suramérica y el último avistamiento reportado fue en Cabo Vírgenes, en 1764, por el comodoro John Byron.

Estos hombres y mujeres de gran estatura también pudieron habitar en “La Cueva del Gigante” y otras grutas de la región de Marcala, La Paz, igual que lo hicieron los pueblos paleoindios. “Estamos bastante altos sobre el nivel del mar y si cae una tormenta no se moja, lo más es una cascadita que cae bastante retirado de la gruta, en el lugar no hay señal de ningún tipo de telefonía”, relacionó la encargada municipal de Turismo de Marcala, frente a “La Gruta del Gigante, donde tampoco funcionó el drone de LA TRIBUNA, algo que hace suponer que puede haber algún tipo de interferencia muy posiblemente por algunos materiales que haya en el subsuelo volcánico.

“Es así que cuando los turistas vienen a visitar el lugar se desconectan y entran en contacto con la naturaleza y hay personas que hacen rituales ante los espíritus de los ancestros”, resumió Estheffanny Yolibeth Vásquez.( Luis Alonzo Grádiz Maradiaga/Omar Banegas).