Impuestos en el campo y el TLC

Por José Segovia Ynestroza

Bajo este título y por tercera vez (16 y 25 de julio, 27 de agosto), el editorialista de este diario se refiere con propiedad a los efectos de un Tratado de Libre Comercio (TLC) firmado por la región y el Caribe con los Estados Unidos, tratado que venimos denunciando desde antes de su firma en el 2004 como una negociación sin equidad que le apostó a la maquila, llevándonos cada vez más al abandono del campo y a una pobreza galopante que deja como única salida una emigración sin control y sin más beneficio que unos dólares que remesan a costa de sangre compatriotas forzados a abandonar no solo su pais, el campo, sino y lo más importante sus familias.

En los 5 libros que hemos tenido a la vista escritos por Joseph E. Stiglitz, economista premio nobel (2001), profesor en Yale, Oxford y Stanford, que fuera economista jefe y vicepresidente del Banco Mundial y asesor económico del gobierno de Bill Clinton; en libros best seller como “El malestar de la globalización” y “Cómo hacer que funcione la globalización “, Stiglitz nos advierte que la globalización llegó para quedarse y que nuestros esfuerzos deben ir dirigidos a exigir que los tratados sean revisados para así conseguir, como era la intención que les dio origen, a que más personas se favorezcan de la globalización, especialmente dentro de los países más pobres; acusando a su vez que la falta de equidad con que tales tratados se han llevado a la firma, en lugar de conseguir los beneficios prometidos han sumido cada vez más en la pobreza a los países en desventaja como el nuestro y que siendo muchos los afectados, se obliga la propuesta de una nueva ronda, que busque enmendar los errores que principalmente se generaron como efecto de la “Ronda de Uruguay”.

No puede haber equidad bajo ningún concepto, sin importar que se eliminen impuestos que nunca debieron haberse aplicado etc., cuando estos tratados se firman entre países subdesarrollados como el nuestro y potencia económicas como EE UU, Canadá, Comunidad Europea o el Japón cuyos subsidios orientados a la producción agrícola sobrepasan los 350 mil millones de dólares, de los cuales solo EE UU productor de más del 50% del maíz que consume el mundo subsidia a sus productores con más de 100 mil millones.

Como bien señala el editorialista, “pocos saben que el TLC, -que privilegió a la maquila- se negoció en términos desventajosos para las actividades del campo” y que “hoy es cuando se verán las consecuencias de la poca habilidad de los negociadores criollos que, por proteger la maquila (no era condición no hacerlo), poco les importó defender a los que viven de la agricultura” y advierte “aquí no hay debate constructivo sobre los temas nacionales que afectan la vida cotidiana de los hondureños” y es tan cierto que todavía hoy, a poco tiempo para que se terminen las cláusulas de salvaguarda y luego de lo cual los productos agrícolas importados de los EE UU, entrarán con “0” arancel, nos toca presenciar sendas reuniones en la Secretaría de Agricultura dizque negociando precios para la importación de maíz o de arroz y a la que asisten los más diversos intereses, incluidos “asesores vitalicios”, vividores sin escrúpulos engañando tontos que aparentan no darse cuenta de lo que pasa, pretendiendo ignorar que hemos aceptado vivir en un Mercado de Libre Comercio reforzado con tratados leoninos y que tales intervenciones del gobierno son puras babosadas.

Los embajadores en países como el nuestro están en la obligación de hacer conciencia en sus pueblos y gobierno principalmente al de los EE UU, de la necesidad de revisar estos tratados, de la necesidad de una nueva ronda como lo proponen destacados economistas con visión mundial o no tendrán oportunidad de parar una migración global, como ya se da, generada por el hambre, con daños irreversibles inclusive para sus propios países y que a nosotros los hondureños nos causa tanto dolor y sangre.

Efecto de este tratado los hondureños hemos abandonado más de 100 mil manzanas de tierra dedicadas al cultivo del maíz y de arroz y terminado con explotaciones criollas de cerdos y gallinas; sin embargo, con planteamientos engañosos el gobierno nos pide que celebremos el que ya exportamos pollo y próximamente huevos al mercado estadunidense cuando en verdad lo que hacemos es maquilarlo en granjas computarizadas propiedad norteamericana con costos de operación más bajos que permiten la exportación como un objetivo de siempre, el que los gringos consuman más barato, aclarando que de ellos ya importamos más de 12 millones de quintales de maíz, más de 2 millones de quintales de arroz, todos los suplementos minerales, los vitamínicos, las vacunas y hasta los pollitos; quieren más masa señores ministros, instrúyanse, lean siquiera los editoriales mencionados.