Una decisión difícil

Por: Carlos A. Medina R.
Este domingo el pueblo colombiano decidirá a través de un plebiscito, si acepta o rechaza las negociaciones de paz entre el gobierno de Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC), que se han llevado a cabo por cuatro años en la ciudad de La Habana, y cuya firma oficial fue signada por Londoño -alias Timoshenko- y el presidente Santos en presencia de muchos jefes de estados latinoamericanos, y por supuesto, como testigos, representantes de instituciones internacionales.
Dicha declaración de paz tendrá que ser refrendada por el pueblo colombiano diciendo si o no al Tratado de Paz. El expresidente Uribe es el abanderado del no, aduciendo que aprobarlo significa no hacer justicia y calorizar la impunidad. Los que prefieren decir sí y que usualmente no sufrieron los horrores de la guerra que duró más de 50 años, con un saldo de 260 mil muertos y millares de desaparecidos y secuestrados, posiblemente prefieren la paz que incluye un perdón nacional, que continuar con una guerra que ha devastado al pueblo colombiano.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando las fuerzas nazistas comandadas por Hitler se rindieron, los generales hitlerianos culpables de dicha derrota, fueron fusilados o encarcelados, y la paz que surgió no tiene los mismos matices de lo que se quiere hacer en Colombia. En este país son muy pocos los que sufrieron la guerra en carne viva que desean perdonar, y posiblemente votarán por el no; las nuevas generaciones posiblemente ni votarán en un país donde el abstencionismo ronda en un 65 por ciento en todos los eventos electorales.
Si el pueblo colombiano decide aprobar las negociaciones y la firma de la paz  anteriormente mencionada, lo más probable es que el presidente Santos será candidato al Premio Nobel de La Paz, aunque todavía queden frentes guerrilleros como el Ejército de Liberación Nacional (ELN), y las fuerzas armadas controladas por los narcotraficantes, que se aliaron con las FARC para exportar cocaína hacia los Estados Unidos, fuente de dinero que les sirvió para comprar armas sofisticadas y mantener la guerra por tantos años.
La tragedia económica de la firma de la paz es que será el pueblo colombiano con sus impuestos quien pagará los gastos que dicha paz implica, mientras que los guerrilleros, de acuerdo al documento firmado, no aportarán ni un centavo, a pesar de ser, de acuerdo a la revista Forbes, el tercer grupo guerrillero más rico del mundo. Esas incongruencias e injusticias son las que exponen los que votarán en forma negativa. Además, estos argumentan que primero debe haber justicia, y luego la paz.
Desde el punto de vista político, a las FARC se les permitirá constituir un partido político de tendencia izquierdista, y el gobierno les concederá automáticamente 24 curules en el Congreso. Los negociadores que tardaron cuatro años en llegar a estas conclusiones, argumentan que la paz tiene su precio, y que Colombia tendrá que comprar esa paz. Las mujeres secuestradas y violadas y los niños muertos en la guerra, de acuerdo a los negociadores, son los precios que se pagan ahora que se busca la paz.
La decisión del pueblo colombiano no será fácil, y con el plebiscito no termina la guerra, pues el ELN y los paramilitares quedaron fuera del acuerdo, y lo más grave aún, es que las fuerzas armadas de los narcotraficantes seguirán cultivando la cocaína y exportándola a los Estados Unidos, atravesando nuestros países, dejando en la América Central la muerte, que produce la guerra no declarada entre los cárteles de la droga, y peor aún, la contaminación que ese dinero sucio produce en la Policía y los ejércitos nacionales, contaminando también a los políticos y a la empresa privada.
Dios quiera que los colombianos, para quienes será muy dura la votación de este domingo, tomen la mejor y más sabia decisión, para que de una vez por todas ese país vuelva a crecer económicamente y que los grupos que quedaron fuera del arreglo de paz, puedan ser incorporados para que la verdadera tranquilidad y convivencia vuelvan a ese hermoso país y florezca como una gran nación libre de tantos males, siendo ejemplo para el continente, pues al fin y al cabo, de su conducta también depende nuestra paz.