Dios, religión y política

Por: Juan Ramón Martínez
Rodrigo Duterte, es el presidente de Filipinas. Propietario de un lenguaje ordinario y procaz, fruto de una visión autoritaria del poder, que le ha llevado a decir que, Obama era un “hijo de p”; y, a creer, que su misión es imitar a Hitler, -eliminando a tres millones de delincuentes y drogadictos-, acaba de mostrar una extraña “lucidez”. Viajando sobre el Pacífico, después de haber ido a “entregarse” a la hegemonía china, para incomodar a los estadounidenses, ha dicho que Dios le ha hablado. Y que, le ha dicho, que modere su lenguaje. Y él, le ha respondido al Creador, que le obedecerá. Ignoro si es católico o evangélico. Como todo está relacionado, Maduro se comunica con Chávez, su mentor, por medio de un pajarito. Tal una tabla guija, por la que le da las instrucciones correspondientes. Aquí un político liberal, consiguió una diputación, porque dijo en una convención, que había soñado con Rodas Alvarado -para entonces fallecido- y que, este, le había dicho que sería diputado. Y lo fue, con poca brillantes en el Congreso Nacional. Pasó en silencio.
Ahora es Mauricio Oliva que, dice que es Dios -no el pueblo- el que tiene a JOH en el Ejecutivo y a él, en el alto cargo legislativo. En teología se conoce la teoría de las justificaciones, referida a la forma de asegurarse la salvación, una vez que muerto, se ingresa a la vida eterna. Y en la Edad Media  -período que creemos que muy poco conocen los políticos- los teólogos y los señores, desarrollaron una justificación del poder que, aparentemente, quiere traer a colación el parlamentario que dirige el Congreso Nacional. Que el poder proviene de Dios; que escoge a los gobernantes a los cuales, el pueblo, debe atender y servir. Porque hablar mal de ellos, es una blasfemia contra Dios. Y desobedecer sus órdenes e instrucciones, es un verdadero sacrilegio. Por supuesto, este orden de ideas fue barrido por las teorías modernas, en virtud del cual, sin desconocer la primacía del Creador, este al crear al hombre, le dota de libertad para decidir, haciéndolo soberano, de forma que la legitimidad de los gobernantes, es fruto de la voluntad de los electores. Y construida la teoría de la representación popular, hace del pueblo el origen de la soberanía, y a los gobernantes, los transforma en servidores del bien común. Una vez que la Iglesia Católica, mejoró sus relaciones con los liberales y los ilustrados que provocaron la RevoluciónFrancesa, desarrolló un cuerpo doctrinario en donde la soberanía popular es la fuente del poder. Y este, es por medio de la urnas, el control del gobierno y la evaluación de los resultados, la única fuente legítima del poder, de forma que invocar a Dios, en este caso, entraña un brusco retroceso. Una indicación de rechazo la democracia y una muestra de beatería innecesaria en un político que, además, es médico.
Conocí a Oliva en Choluteca. Casi, fuimos amigos. Me hospedé en su casa. Aprecio su sentido del humor, su enorme cercanía con quien exhibía alguna forma de poder; e inteligencia. Admiré su pasión por “Cien Años de Soledad”. En ningún momento le vi comportamiento piadoso, sino que el catolicismo típico de los que, para guardar las apariencias, se acercan a la misa. Ignoro cómo ha evolucionado religiosamente.  Pareciera que se estuviera entregando a algunas formas de evangelismo autoritario, centrado en una interpretación literal del Antiguo Testamento. O que, sus vacíos de teoría política, pretendiera  llenarlos con lecturas autoritarias. Espero estar equivocado.
Pero cualquiera que sea la razón, no debe incurrir en el error de creer que el poder de JOH y el suyo, provienen de Dios. Y que en consecuencia, exigirnos a  los  que les cuestionemos su desempeño – siendo nuestros mandaderos-, abstenernos, bajo el concepto que, criticarlo a él y a JOH, es criticar a Dios, exponiéndonos a  carbonizarnos en las llamas y brazas del infierno. Igual que Duterte y Maduro, parece buscar formas para justificarse en el poder. Pero esto es innecesario. La democracia es consistente y clara. Excepto para los inocentes y más manipulados religiosamente. En la práctica democrática, Dios respeta la soberanía popular. Rechaza la dictadura y  el continuismo. Aunque los cínicos, en tiempos de Carías Andino, decían que  “Dios era continuista”. Con lo que justificaban el continuismo de Carías.