ENROLADOS EN EL DIÁLOGO

PESE a que los frentes opositores amenazaron retirarse del diálogo con la autocracia si no mostraban avances palpables en los temas de la liberación de los presos políticos, la reactivación del referéndum revocatorio o en su caso adelantar las elecciones generales, estuvieron en la segunda ronda de las pláticas y salieron sin haber recibido respuesta a lo apremiante. Como gesto de buena voluntad, antes de sentarse a la mesa de negociaciones, la oposición suspendió el proceso de juicio político que la Asamblea Nacional había iniciado al inquilino de Miraflores, aparte de desactivar la movilización en las calles. Unos días atrás en este mismo espacio editorial, decíamos que la arrinconada oposición –pese a que representa casi la totalidad del pueblo venezolano– otra vez acude al coloquio, mediado por el Vaticano y tres expresidentes ofrecidos de intermediarios.
Las experiencias que hay sobre esos acercamientos han sido infructuosas. Tiempo atrás cuando la violencia cobraba centenar de víctimas por enfrentamientos de manifestantes con el poder represivo –bajo los auspicios de Unasur y representantes de la Iglesia– intentaron platicar para bajar las tensiones. Aquello solo sirvió de tregua al régimen, mientras la comunidad internacional se olvidaba de las víctimas, de los presos políticos y de la anarquía imperante. La oposición no avanzó ni un milímetro en sus aspiraciones. Reuniones que duraron meses fracasaron sin que pudiera evitarse el encarcelamiento de varios alcaldes opositores incluyendo el emblemático líder de uno de los partidos de oposición. Otra vez, después de otra violenta jornada de manifestaciones, intervino el Vaticano para sentarlos a charlar. Ya les dijeron que eso de los diálogos es de paciencia. Que toma tiempo.
Bien puede durar la eternidad que requiera el régimen para entretenerlos mientras todo se olvida o finaliza su período. En esta segunda tanda, si no avanzaron nada en lo que la oposición exigía, los enrollaron en los asuntos que interesan al gobierno. Se comprometieron a una “convivencia pacífica”. Eso sería que la oposición desista de la única medida de presión que le queda. Ello es que las multitudes se manifiesten en las calles. También acordaron “resolver la profunda crisis política y económica que atraviesa el país, dando prioridad al suministro de medicamentos y alimento”. Como si la escasez que padecen de lo esencial la vayan a resolver platicando. Eso es el resultado del ruinoso modelo económico que el régimen le ha impuesto a la pobre gente.
Difícil entender ¿Qué papel vaya a jugar la oposición en cuestiones de carácter administrativo que le competen al gobierno? Lo que podría suceder es que se metan a compartir responsabilidades con el régimen por problemas de imposible solución. Y que la gente, que ahora responsabiliza al gobierno por el caos que se vive, no sepa si también habría que culpar a los sectores opositores que colaboran, si las cosas siguen igual de mal como en la actualidad sin avizorar una pronta solución. Por su lado el gobierno se comprometió a poner en práctica una hoja de ruta “que permita normalizar la relación constitucional entre los poderes del Estado, el respeto recíproco entre los mismos y explorar medidas de acompañamiento en el marco constitucional y de respeto”. Como si el régimen estuviera dando algo que ya no esté contemplado en la Constitución. Mientras los uniformados sigan alineados con la autocracia, pocas cosas pueden impedir que se aferre al poder y resista el jamaqueo.