Encuentro con el embajador Albero

Por Segisfredo Infante

Mañana lunes 28 de noviembre, a las doce del mediodía, en la residencia del excelentísimo señor embajador de España en Tegucigalpa, el poeta y prosista don Miguel Albero Suárez y de su señora esposa doña Elena Herrero, se realizará un evento encaminado a homenajear a mi humilde persona. El homenaje es una condecoración que lleva por nombre “ENCOMIENDA DE LA ORDEN DEL MÉRITO CIVIL”, que sin desdeñar para nada los reconocimientos anteriores y tal vez posteriores, este es el mejor homenaje individual que recibiré en el curso de toda mi existencia. A menos que el Dios Eterno y las insondables probabilidades digan lo contrario.
Cuando el embajador Albero me comunicó oficialmente, en fecha recientísima, el asunto de la condecoración, quedé como anonadado. En primer lugar porque viajaba en un taxi y la conversación telefónica se escuchaba entrecortada. Y en segundo lugar porque ni remotamente esperaba un reconocimiento de tal envergadura. De alguna manera comprendí que nuestro embajador llevaba varios meses, o quizás más de una año, trabajando en tal iniciativa. Pero la noticia alentadora me cayó como un rayo que viniese de un cielo sereno, según una expresión europea de mediados del siglo diecinueve. Así que mis gratitudes anticipadas son infinitas, tanto para el señor embajador don Miguel Albero, para el Estado de España comandado por el joven rey constitucional Su Majestad don Felipe Sexto, y para el actual gobierno español.
Los amigos que realmente me conocen saben que soy un hombre agradecido, y que el nombre de España se encuentra en lo hondo de mi corazón, por múltiples razones y motivos. En primer lugar porque mi señor padre, don José G. Infante (fallecido hace varias décadas en Honduras) era español, oriundo de la ciudad de Cádiz. Y era un republicano masón convencido, de buena fe. Un poco en la línea de los filósofos José Gaos y doña María Zambrano. Diferente de otros supuestos republicanos que aprovecharon la difícil coyuntura de España de los años treintas, para atizar la hoguera anti-republicana, antinacionalista, anti-fraterna y antidemocrática, con los símbolos de la hoz y el martillo y otras hierbas, cargadas de odio nacional e internacional. Mi padre se desempeñó durante el gobierno de la República, entre 1931 y 1933, como vice-cónsul español en la ciudad de San Pedro Sula, en el norte de nuestro país.
La segunda razón de mi amor por España es que mi formación intelectual (lo correcto sería decir “espiritual”) exhibe una deuda gigantesca con escritores y pensadores recios como don Miguel de Cervantes Saavedra; don Marcelino Menéndez Pelayo; don Ramón Menéndez Pidal; don Miguel de Unamuno; don José Ortega y Gasset; don Eugenio D’Ors; don Julián Marías; don Xavier Zubiri; doña María Zambrano; don Vicente Aleixandre; don Carlos Bousoño; don Claudio Sánchez Albornoz; don Ricardo de la Cierva; don Fernando Lázaro Carreter; don Eugenio Trías y otros que mencionaré, parcialmente, en mi discurso oficial. Estos nombres están grabados, con letras de oro, en muchos de mis artículos y ensayos publicados a lo largo de los años y las décadas.
El tercer motivo de mi amor por España reside en mi añoranza por la ciudad amurallada de Toledo (la cual hasta ahora nunca he visitado). En los mejores instantes de la “Baja Edad Media” española, el rey Alfonso “El Sabio” reunió a un contingente de traductores cristianos, judíos y musulmanes, para cristalizar, en Toledo, la más grandiosa empresa intelectual europea de aquella lejana época, que suele ser olvidaba por escritores sesgados de Europa y de fuera de Europa. Quizás la más importante acción espiritual conciliatoria en todo el planeta en aquel crucial momento histórico.
Esta condecoración la dedico a todos mis amigos, familiares, correligionarios y colegas de adentro y de afuera de mi amada Honduras, presentes y ausentes en el evento de mañana lunes. Espero, cuando menos, que los amigos de LA TRIBUNA y de Canal Diez me auxilien, sin excluir a otros medios de comunicación nacional e internacional. Me encantaría que llegaran los familiares españoles de mi señor padre. Pero tal cosa, es como un sueño aparte. Me gustaría, además, realizar pequeñas reuniones posteriores con amigos y amigas especiales que por motivos de tiempo y espacio será imposible que por ahora nos acompañen. ¡¡Infinitas gracias a todos!!