Añorando inolvidables tiempos en la Comayagüela de nuestros amores

Por Mario Hernán Ramírez

Este acontecimiento con alto contenido religioso y cultural era esperado ansiosamente por chicos y grandes, con el auspicio de la municipalidad de Comayagüela, hacían gala del ingenio y no omitían esfuerzo económico, con tal de que la “feria” se volviera cada vez más interesante y pomposa.
Las carreras de cintas, los encostalados, el palo encebado, corridas de toros, juegos de gallos y “los caballitos”; de Terencio Z. Amador, son algunas de las nostálgicas atracciones que llaman al recuerdo.
Necesariamente hay que hablar de los deliciosos nacatamales de cerdo o de gallina, de los exquisitos pastelitos de “perro”, de las sabrosas enchiladas y del original “ponche de piña”.
En el orden cultural, la “feria” servía para que los alumnos de las escuelas primarias exhibieran sus trabajos manuales, confeccionados con admirable primor.
La incipiente industria de aquella época exponía también y las casas distribuidoras hacían derroche de lujo para ofrecer su mercadería.
En fin, los bailes y los concursos estaban a la orden del día, durante toda la temporada.
Por el radio-teatro desfilaban, todas las noches, los niños y adolescentes con aptitudes artísticas, quienes eran motivados por la gracia y excepcional madera de Rafael Manzanares o de Elvia Castañeda o Conrado Napky, en los primeros años de Radio Comayagüela.
Los diarios anunciaban a comienzos de diciembre, el inicio de la “feria” y los niños se lanzaban jubilosos por la zona del parque La Libertad, para con su algarabía sumarse a la programación de la fiesta decembrina y las campanas de la vieja iglesia de Santa María de la Villa de Comayagüela, a las 12:00 m., anunciaban que la feria arrancaba.
Los “chinamos” se llenaban de tahúres profesionales y jugadores ocasionales de “chivo”. Durante las noches, las ruletas y loterías se convertían en los lugares de mayor cuidado, pues a las mismas llegaban desde Tegucigalpa los más encopetados de la época para probar suerte.
Y así fue pasando la “feria” cuyo remate durante los últimos años se había convertido en un libertinaje, casi como Sodoma y Gomorra. Negocio que llegó a ser bastante codiciado.
La “feria” de Comayagüela degeneró lastimosamente durante los últimos años en que se celebró en los predios de La Isla, pues de cultura, religión o civismo ya no tenía nada. Se convirtió en un antro de vicio en el que campeaba el alcoholismo, la prostitución, los juegos de azar y el crimen, por lo que ya nadie, con inclinaciones cristianas se interesó por devolverle su esplendor de antaño; hasta que murió.
Ahora, según sabemos que existe gran interés en las autoridades distritales por revivir la feria de Comayagüela a un nivel de modernismo. Realmente que la idea es hermosa y brillante, pues Tegucigalpa es una ciudad que permanece ávida de espectáculos y acontecimientos que de verdad le levanten el espíritu.
Naturalmente que para el mejor éxito de la empresa, deben mancomunarse esfuerzos entre diferentes autoridades gubernamentales, religiosas y fuerzas vivas de la comunidad, para que cada quien aporte lo mejor de su talento o ingenio, a efecto de que la “feria” vuelva a tener el colorido de aquellos años de la época del cuarenta.
Las obras de Luis Andrés Zúñiga, la poesía de Juan Ramón Molina, de Guillermo Bustillo Reina, de Rafael Heliodoro Valle y de otros intelectuales que nacieron en esa heroica ciudad gemela, deben llevarse a escena.
Queda poco tiempo para llevar a cabo en este año algo que sea de caracteres extraordinarios, pero con buen deseo y algo de patriotismo, podremos en este nuevo intento hacer algo que nos ubique en buena posición frente a quienes nos visiten en tal oportunidad.
Ojalá que las misiones diplomáticas acreditadas ante nuestro país, también aporten su granito de arena, proporcionando algo de lo mucho que sus respectivos países producen en lo humano y en lo patentado.