El recuento obligado

Por: Julio Raudales
Desde el punto de vista económico, no se podría afirmar que el 2016 fue un mal año. Los indicadores macro muestran tendencias positivas e incluso alentadoras, lo cual es consolador si consideramos que es el tercer año del ciclo político.
El año se podría caracterizar por su estabilidad financiera. Atrás quedaron los entuertos ocasionados por la caída del grupo económico más importante de la zona norte durante el año anterior. El sistema bancario continúa boyante y su desempeño explica en buena medida el crecimiento económico esperado.
La tasa de crecimiento de la producción cerrará con un leve ascenso con respecto a la de 2015. Casi todos los sectores productivos se han expandido de manera modesta y en un porcentaje menor que lo observado en períodos anteriores, salvo el ya citado sector financiero cuya actividad mejoró en un envidiable 8% (si el resto de los sectores creciera así, estaríamos salvados).
Sin embargo, se debe resaltar la recuperación del sector construcción que constituye un generador de ingresos importantes, especialmente para la población con menos escolaridad.
Al final la economía hondureña registrará una mejora de 3.7% con respecto al año pasado, crecimiento superior al promedio centroamericano y mejor al proyectado por las autoridades a comienzos del período.
El aumento general en el precio de los 282 productos que contiene la canasta de consumo básica de los hondureños, será de un 3.2%, una de las más bajas en lo que va del siglo. La caída en el precio internacional de los carburantes, insumo fundamental en la producción de bienes para el consumo, insidió sin duda en la baja inflación. Hay que reconocer, por qué no, que las autoridades del Banco Central afinan cada vez mejor sus instrumentos de política monetaria con miras a evitar que la emisión inorgánica de dinero produzca repuntes indeseables en el nivel de precios.
Debo, sin embargo, insistir en el llamado a las autoridades para que actualicen cuanto antes la lista de los productos que deben ser medidos en la citada canasta, ya que la última encuesta de ingresos y gastos fue levantada en 1999. De entonces a hoy, es indudable que el patrón de consumo de los hondureños ha variado mucho. Los expertos internacionales aconsejan la actualización de esta canasta, mínimamente cada 5 años.
Es indudable que la mejor carta de triunfo que pueden exhibir las autoridades camina por el lado fiscal: El déficit de la administración central que en 2013 cerró en un vergonzoso 7.1% del PIB, será este año de 3.2%, todavía inadecuado, pero bastante más manejable.
La inversión pública se ha duplicado en los últimos 3 años y esto es alentador para la economía. Tengo que confesar que aún me hace ruido la forma en la que esta se ejecuta, ya que el secretismo con que se manejan los fideicomisos me parece inadecuado, por más que COST nos haya premiado.
Pero los números relativamente positivos no deben hacernos olvidar algunos retos importantes y sobre todo, la cruda realidad que enfrentamos como país de forma endémica.
Inquieta, por ejemplo, que el sector externo vaya en caída libre: cayeron las exportaciones y más aún las importaciones. Si consideramos que el mayor componente de las compras al exterior son las materias primas, deberíamos preocuparnos, ya que esto es una señal clara de una probable caída en la actividad productiva de corto plazo.
A lo anterior sumemos dos elementos clave ligados a nuestra relación con los Estados Unidos:
Por un lado, 2017 será el año de conclusión de muchas de las salvaguardas incluidas en el CAFTA, es decir, muchos productos norteamericanos ingresarán sin arancel al país y esto afectará a la ya endeble producción doméstica; por otro lado, la llegada al poder del señor Trump pone en riesgo la estabilidad laboral de muchos compatriotas en aquel país y por ende el ingreso de divisas.
Además, continúan sin resolverse los problemas de fondo y lo que es más preocupante, aún no se reflejan las condiciones objetivas e institucionales que permitan avizorar una reversión de las condiciones paupérrimas en las que históricamente le ha tocado vivir a la mayoría de la población.
¿Cómo hacer para que las autoridades tomen en serio la propuesta de un pacto fiscal que permita que el sistema tributario busque la equidad?; hasta cuándo aprenderemos que el mejor camino para reducir la pobreza no es la entrega de bonos, sino la generación de un clima de negocios que genere confianza a los inversionistas y por ende mayor cantidad de puestos de trabajo de calidad?
Preguntas como estas serán la clave del desarrollo en los próximos años. La palabra es de usted estimable compatriota, y también el voto 2017.
Sociólogo, vicerrector de la UNAH, exministro de Planificación y Cooperación Externa, Presidente del Colegio Hondureño de Económistas.