Nuestro principal recurso: Los sobredotados

Por: Antonio Flores Arriaza
Los sobredotados son aquella población que debe constituir el 15.74% de los habitantes y, de estos, el 2.15% son aquellos más sobredotados de todos. Es decir, que en Honduras debería haber unas 172 mil personas que se clasifiquen como extremadamente sobredotados. Es una cantidad importante de la población y, hasta la fecha, los hemos dejado perder así como dejamos que el agua se nos vaya al mar y luego sufrimos sequía.
Los sobredotados deberían ser el recurso más valioso de un país. Recuerdo que en una de las primeras charlas que escuché sobre la gestión de la calidad, el conferencista decía: “¿qué tiene Japón? Es una isla volcánica. Así que no se puede esperar que tenga una gran diversidad de vegetales o animales, en general, de recursos para su supervivencia. Pero, tiene gente. Muchos japoneses. Ese es su principal recurso”. Aquella nueva información me impresionó mucho. Igual que no basta con las “cosechas” de agua, un país inteligente, debería diseñar buenas estrategias para utilizar adecuadamente a sus sobredotados.
La primera vez que realmente afronté el problema que tenemos con los sobredotados fue cuando trabajé en el hospital psiquiátrico “Dr. Mario Mendoza” de Tegucigalpa. Entre otros, me asignaron para manejar a los niños que eran remitidos externamente. Y empecé a recibir referencias de niños en edad escolar remitidos por escuelas y considerados por los maestros como “niños que necesitaban ayuda psiquiátrica”. Luego de estudiarlos descubrí que casi en su totalidad, estos niños eran sobredotados intelectualmente. El problema era que los maestros de escuela no tenían la capacidad de trabajar con niños sobredotados y, estos niños, se volvían incontrolables para los maestros que, finalmente, ante su incapacidad y desesperación, los catalogaban como “niños locos”. La gran capacidad de estos niños les permitía aprender a gran velocidad y luego, por su naturaleza orientada al descubrimiento, presionaban a los maestros y excedían sus capacidades, tanto en sus conocimientos metodológicos como en los propios recursos intelectuales confrontándolos así con sus propias incapacidades. La psicología social nos enseña que solemos cometer error al atribuir (juzgar) a las personas y, el psicoanálisis, nos enseña que tenemos un sistema de defensa que nos impide asumir conciencia de nuestras incapacidades y responsabilidades y que las adjudicamos o atribuimos a quienes nos ocasionan la tensión. Esto no es nada nuevo, el Génesis nos cuenta que Adán atribuyó su pecado a que Dios le dio a la mujer que lo hizo pecar. Ellos eran los culpables de lo que él hizo.
Años después, cuando fui director nacional de rehabilitación, comprendí que los sobredotados también son minusválidos. No son discapacitados, todo lo contrario, pero son minusválidos porque este es un concepto sociocultural que implica que segregamos y discriminamos a aquellos que percibimos como diferentes. Así que los sobredotados reciben la incomprensión de los normales, que son la mayoría. Y allí vamos, dejando marginados y sin oportunidades a los que deberían ser el principal recurso de un país para salir del subdesarrollo.
Asimismo, traté que la Secretaría de Educación aplicara un nuevo concepto de integración en la escuela. Que abandonara el concepto de “aulas recurso” porque es trasladar la segregación al interior de la escuela dando una falsa impresión que se acepta a los niños con discapacidad. La idea era que los niños con discapacidad estuvieran  dentro del aula regular y que, los niños sobredotados, actuaran como tutores de los niños con discapacidad. Que el maestro realmente incorporara al niño con discapacidad dentro del grupo de niños “normales” y que diera al sobredotado la oportunidad de aplicar lo que ya había aprendido, de tener un asistente dentro del aula y de enseñarle al sobredotado la responsabilidad social que debe asumir respecto a los demás en la comunidad. Hacerlo comprender que él debe servir a los demás y poner sus capacidades al beneficio de los demás. Asimismo, era una oportunidad de enseñar democracia. No pude lograrlo porque el muro de la incomprensión es fuerte y alto.
Yo mismo sufrí el pésimo trato de César, mi maestro de tercer grado, que me tiraba del pelo porque no hacía lo que él quería que hiciera. Logré sobrevivir gracias a que me convencí a mí mismo que “no era tonto” y a que soñaba crecer para romperle la cara. Cuando, siendo un hombre, me lo encontré, lo vi venir, me di cuenta del viejo decrépito que era, de lo mal maestro que fue y, lo perdoné. Pero otros niños sobredotados, viéndose marginados y rechazados, pueden descubrir formas delincuenciales para sobrevivir y convertirse en el “enemigo público más temido” de la sociedad. Y nosotros los habremos orillado a ello. Con dolor veo que uno de mis inteligentes excompañeros de escuela ahora mismo está siendo acusado de participar en la corrupción. Obviamente que Pablo Escobar fue un sobredotado para diseñar y desarrollar ese gigantesco imperio del mal que logró tener y que aún hoy, somos víctimas de su maligna creatividad.
Debemos aprobar una política y diseñar una estrategia para aprovechar a nuestros sobredotados para que tengan oportunidades para desarrollarse y no perderlos en el mal, en la locura, en las drogas o fugados hacia otras sociedades más previsoras que nosotros. Ellos son nuestra esperanza de mejor futuro.
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