Las amenazas de Donald Trump

Hay una impresión bastante arraigada sobre la globalización: esta no ha resultado ser beneficiosa para todos, contrastando así con las altas expectativas que se crearon en el mundo entero. Donald Trump ha cosechado ese descontento, pero a cambio plantea una agenda que más bien amenaza con generar al final más perdedores tanto en los EUA como en el resto del mundo.
Todavía están frescas en la memoria colectiva las promesas de los gobiernos, augurando hace veinte años solamente beneficios para los países que se unieran a la apertura de los mercados y a la internacionalización de las economías. Aportaron su dosis las élites empresariales, que esperaban sacarle mucho provecho a la globalización, y negaron la existencia de efectos negativos. Hablaban todos, que con la apertura indiscriminada de los mercados vendría un incentivo sin precedentes que impulsaría a las economías a modernizarse y a triunfar. Agregado a este proceso supuestamente de altos rendimientos económicos y sociales, se montó otro más. Se inició deliberadamente la reducción de las facultades de regulación efectiva que poseía la política económica. Se argumentó que no harían falta intervenciones ante tanta riqueza y tanto ímpetu. Más bien estorbaría la regulación en el proceso de expansión de la iniciativa económica, sedienta de libertad para el flujo de capital y de las mercancías. De esta forma las economías, grandes, medianas y pequeñas quedaron a merced de los consorcios internacionales que consolidaron su liderazgo en los mercados internacionales.
Contrario a la versión oficial, desde las organizaciones de la sociedad civil y desde alguna parte de la Academia ya se temía lo que vendría: ganancias en algunos sectores y pérdidas en otros. En efecto, ahora nos encontramos con que muchas de las ganancias se concentran en los sectores exportadores quienes, bajo el amparo de los tratados de libre comercio, gozan del acceso privilegiado a los mercados y a excelentes resultados. Lógicamente que existen las grandes excepciones. Para el caso el mercado agrícola del mundo desarrollado blindado para las importaciones provenientes del mundo subdesarrollado. Además, dentro de este panorama están las pérdidas en cada país. Estas se concentran en los sectores económicos que producen para los mercados nacionales y que compiten con las importaciones libre de aranceles. Tanto los empresarios como los trabajadores de estos sectores padecen duramente. Esto último ha ocurrido año tras año, alrededor del mundo, conduciendo a cierres de industrias y pérdidas de empleo, hasta la desaparición de sectores económicos enteros.
Estos efectos negativos no han sido abordados por los gobiernos. No se ha reaccionado por varias razones. La primera: no se ha considerado conveniente ante la creencia que las cosas marchan mejor que antes y que seguirán mejorando. La segunda: hay algunos sectores económicos tanto empresariales como laborales que les va extremadamente bien y no quieren cambiar las cosas. La tercera: aunque se quisiera intervenir para frenar lo peor, las leyes y los mecanismos para ello y para compensar a los perdedores fueron debilitadas y en el peor de los casos aniquiladas. Esto ha ocurrido tanto en EUA como en México al igual que en el resto del mundo.
Donald Trump ahora surge impulsando el proteccionismo, pero proponiendo el mismo plan de desregulación de la economía que limita y se deshace de la función del gobierno en diferentes ámbitos. Definitivamente se trata de una extraña mezcla de planteamientos. Pero se sabe que sus acciones se montan sobre la idea de querer una nación mucho más poderosa a través de un curso que daña abiertamente a las demás naciones; plantea además un programa con una evidente connotación de exclusión social que al final conducirá a seguir debilitando a los que con la globalización fueron los perdedores.
Rafael Delgado Elvir
San Pedro Sula