Padre Patricio, el ángel de los niños olvidados de Honduras

“Ayudan y se les ayuda” es el lema de motivación que encontró el padre Patricio Larrosa Martos, para emprender su servicio con niños de escasos recursos económicos y rescatarlos de caer en pandillas, porque considera que solo sirviendo se puede cambiar la vida de las personas.
Cuando el padre Patricio Larrosa llegó a Honduras en 1992, de Hueneja, Granada, España, descubrió a varios hondureños con deseos de ayudar, y es así como se organizaron en la parroquia San José Obrero de Tegucigalpa.
“Estos muchachos, niños, que empezaron de 11 años, ya terminaron, son licenciados, terminaron la universidad; algunos han hecho el doctorado, trabajan, salieron de la pobreza y están ayudándole a otros a salir de la pobreza”, explicó.
A finales del año 1993 se funda la Asociación de Colaboración y Esfuerzo (Acoes), con el objetivo de apoyar a los más desfavorecidos, aunque en España se han creado diferentes delegaciones para fortalecer la labor que se lleva a cabo en Honduras.

MILES DE NIÑOS BAJO PROTECCIÓN

Acoes ofrece proyectos educativos para niños y jóvenes, afín de darles una educación de calidad fundamentada en un sistema integral.
Actualmente 4 mil niños reciben clases, desde primer a noveno grado, en la escuela Santa Clara, Santa Teresa y Virgen de Suyapa, ubicadas en zonas vulnerables del país.

En esta pequeña maquila se elaboran los uniformes escolares y las mochilas de los niños.

Igualmente, 200 jóvenes cursan una carrera universitaria a medio tiempo y les permiten servir en los proyectos de fundación.
Para el proceso de inclusión se integra un grupo de maestros, padres de familia, miembros de patronatos, que realizan visitas a las familias de escasos recursos para identificar las necesidades que el niño tiene.
También se han creado otros proyectos en varios departamentos del país, como 15 guarderías, casas para atender a personas de la tercera edad, casas para hospedar a jóvenes, mientras estudian. La loable labor se realiza con el apoyo de 700 voluntarios hondureños y misioneros que viajan cada año.
Además cuenta con un Centro de Capacitación Juvenil para la fabricación de los uniformes y mochilas para los niños.

ASÍ INICIA LA JORNADA DE CLASES

Además de los estudios, los niños asisten a la misa y aprenden de la Palabra de Dios.

Después de caminar varias horas vistiendo un uniforme color café, con una genuina sonrisa, cargando en su espalda una mochila, los niños llegan a la Escuela Santa Clara, en la colonia Ramón Amaya Amador, de Comayagüela, para dar inicio al año escolar.
En el portón de entrada los esperan sus maestros para llevarlos en fila a las aulas, donde previo a iniciar las clases, a las 7:00 de la mañana, les reparten un desayuno; luego, a las 11:30, meriendan una galleta con un vaso de leche y finalizan la jornada, a las 12 del mediodía con un almuerzo.
A las fueras de la escuela ansiosamente están los niños junto con sus padres, que llegan a sus clases en la jornada vespertina, también son llevados por sus maestros a cada aula para recibir un almuerzo, merienda.
“Vienen siempre muy contentos, es por eso que tenemos la escuela muy llena, los niños quieren estudiar, prepararse, quieren que haya escuela siempre, no quieren que lleguen las vacaciones, los fines de semana aquí comen, aprenden, tienen buenas aulas, se les trata bien”, agregó el padre Patricio.
En las escuelas de la fundación Acoes, los niños con discapacidad tienen “las puertas abiertas” para aprender, porque cuentan con personal especializado en el área de psicología y se ha atendido a unos 540 niños.

COLABORADORES EN VARIOS PAÍSES

Hay sitio para todos los niños en las escuelas de Acoes.

Larrosa detalla que para obtener fondos económicos junto con otros voluntarios iniciaron buscando colaboradores en países como: España, Canadá, Estados Unidos, y Francia.
Destacó que han respondido de manera rápida, porque son personas que dedican parte de su tiempo a ayudar.
En ese sentido indicó que España es el principal colaborador económico con el que la fundación cuenta, pero los otros países benefactores aportan realizando trabajos misioneros.
Agregó que desde hace tres años reciben el apoyo por parte del gobierno hondureño con el pago de los maestros, que representa un aporte económico de un 30 por ciento.

LAS MISMAS HISTORIAS

Estas son las mochilas que reciben los niños, llena de todo lo necesario para acudir a las clases en zonas consideradas muy calientes, por los altos niveles de inseguridad.

Lourdes Flores, quien labora como maestra, relató que “aquí cuando tienen la merienda a mí me alegra, porque cuando yo fui niña yo no tuve comida, donde yo estudié, recuerdo que en mi casa me decían no tienes que ir a la escuela porque no tienes comida, pero siempre me iba para la escuela llevaba hojas de ciruelas en una bolsa con sal y yo me la comía. Entonces me da gusto saber que ellos tengan lo que yo no tuve y eso es importante, aquí he crecido bastante”, relató.
Recordó que se le presentó la oportunidad de un trabajo en su pueblo, pero la rechazó por quedarse en la Escuela Santa Clara por aprender a servir a quienes necesitan ayuda.
Tania Rosmery García, de la aldea Catalito, La Paz, dijo “allá no hay posibilidades para poder estudiar, entonces por esa razón estoy aquí”.
La joven estudiante comentó que unos “españoles” llegaron a su comunidad a realizar una encuesta sobre las necesidades que ahí tienen y fue así como se vino a Tegucigalpa.

EL SERVICIO MISIONERO DEL PADRE PATRICIO

Las madres se encargan de preparar los alimentos para sus hijos, sabiendo que es una gran oportunidad de que se eduquen en cuerpo y alma.

Estudió sacerdocio en la Facultad de Teología de Granada, España, fue nombrado como párroco en las diócesis de Alamedilla y Villa Nueva de las Torres. Motivado por ver a sus feligreses sirviendo, gestionó su permiso con las autoridades eclesiásticas para dedicarse al servicio misionero.
Mientras estudiaba descubrió que tenía vocación para ser veterinario, pero al leer cada día la palabra de Dios, se dio cuenta que tenía más peso que el mensaje del Evangelio y Jesús en su vida.
Sus años de trabajo con niños en riesgo social ha permitido identificar que la necesidad más importante de un niño es recibir cariño reflejado en obras, tener un ambiente agradable para su crecimiento.
Por esa razón asegura que en las escuelas de la Fundación se enfoca darles un espacio en el que ellos sientan que se les aprecia.
Los pequeños usan las mismas aulas para tomar sus sagrados alimentos.