PLAN “A”, PLAN “B” Y PLAN “C”

LA semana pasada un foro de economistas concluyó que, “Honduras debe replantear sus políticas económicas en el contexto de las posturas proteccionistas y restrictivas a la inmigración de la administración norteamericana que reducirían los flujos de remesas”. La vaina es que no pasaron del consejo obvio sin revelar cuál podría ser el sesudo planteamiento que proponen. Parecido a las revelaciones de unos dirigentes empresariales que estuvieron reunidos en sus acostumbrados convivios semanales, estudiando el mismo tema. Los voceros ofrecieron entrevistas a la prensa asegurando que tienen un plan “B” por si viene un entorno económico desfavorable, como una caída en los flujos de remesas o la revisión del TLC con los Estados Unidos. Tampoco explicaron en qué consiste ese plan “B”. Aunque ello sería demasiado pedir, ya que se ignora cuál sea el plan “A”. Son como secretos que discuten a puertas cerradas en esas reuniones pedagógicas –donde no queda uno tan solo de ellos sin hacer uso de la palabra– pero, por alguna razón, se guardan las fórmulas de solución a las que hayan llegado, sin compartirlas con el auditorio.
No que la parte oficial se haya quedado atrás sin practicar su propio examen. De acuerdo al subsecretario de Comercio Exterior, si existiera un llamado de Washington para revisar el TLC, “debería ser una revisión conjunta, dado que este no es un acuerdo bilateral entre Honduras y Estados Unidos”. ¿Y qué de novedad hay en esa información? Ya se sabe que fue un tratado negociado con la región. Lo interesante del caso –en lo que a nuestro país concierne– es que a los años, la pelota viene a rebotar en los mismos que metieron a las actividades del campo en el huacal de los perdedores, dejándolas desprotegidas, una vez agotadas las cláusulas de salvaguarda. Aconsejan los que manejan estos asuntos de las relaciones comerciales, “prepararse ante una eventual revisión del TLC con Estados Unidos, ya que sería una oportunidad para renegociar aspectos nocivos para la economía hondureña, como la reducción de aranceles para sectores sensitivos como los granos básicos”. Disculpen la suspicacia pero luce como que eso sería pecar de ingenuidad; asumir que en una renegociación del tratado, los norteamericanos vayan a retroceder en lo que para ellos representa un beneficio. Ello es inundar estos países de todos sus artículos agropecuarios, ahora que están por agotarse los aranceles y las cuotas que por el momento impiden ese aluvión.
En este momento, cuando la nueva administración norteamericana ha denunciado estos tratados de libre comercio como desventajosos a su interés, es de ilusos asumir que en lo que les favorece vayan a estar anuentes a una revisión para beneficiar a la otra parte. Más bien de esa revisión lo que podría suceder es que aquellos sectores que ahora son beneficiados, al concluir la renegociación, vayan a terminar perdiendo. Como ni hurgando con cuchara expulsan cuál podría ser esa bien guardada receta que sugieren para que el país, de su propio ahínco, pueda enfrentar estas eventualidades, sin ánimo de contradecir, vamos a ofrecer una. Llamémosle, para no interrumpir la secuencia de las letras del abecedario, el plan “C”: Hemos sostenido que solo un modelo generador de riqueza –que provea la suficiente oferta para atender la demanda– puede corregir los desajustes del mercado, disminuir las desigualdades sociales, incrementar los ingresos estatales, provocar un crecimiento sano de la economía, crear empleos, atraer inversión, ampliar los ingresos de las familias, producir bienestar colectivo y reducir la pobreza. Sí, esto no es solo de soplar y hacer botellas. Implica sacrificios, cambio de actitudes, unidad nacional, dirección para ponerlo en marcha. Quizás porque se trata de algo contumerioso y trabajado –lo opuesto a la frivolidad a que se está acostumbrado– es que la salida siempre cae en costal roto.