En la cuaresma

Por Patricia D´Arcy Lardizábal

La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Dios.
En estos días o épocas de convulsión, siento que vivimos todo lo contrario; no es que nos vamos a “cortar las venas”, ni caminar cinco kilómetros de rodillas para demostrarle a nuestro Señor, por unos momentos que somos “leales a sus mandamientos”, nada que ver, la mayoría de nosotros, con algunas excepciones, queremos limpiarnos internamente antes de las bailadas, de las comidas opíparas, y lucir en las playas los cuerpos, utilizando los más diminutos “hilos dentales” que existen en el universo.
Los que no entiendan el mensaje que nos está enviando nuestro Señor, es que o se “hacen los de a peso” o lo “dan por visto”. Todo lo que está aconteciendo en el mundo está escrito ya, sino lean “El Apocalipsis”, en la Santa Biblia.
Los domingos, como a eso de las diez de la mañana, prendí la televisión, tratando de evitar programas negativos y el “sangrerío” como dicen en los pueblos, presioné el control remoto, hasta que se le acabaron las baterías; se quedó estancado en un canal, cerquita del cual, mi maestra y guía espiritual doña Matilde de Izaguirre, expresa su conocimiento y sabiduría los sábados por la mañana; en esa ventana de la televisión apareció como por arte de magia una multitud de personas, unas 40 mil, escuchaban atentos y con fervor la palabra de un predicador joven, con mucho carisma, y una sonrisa permanente en sus labios hablando con vehemencia la palabra de Dios. Su nombre es Joel Osteen, pastor de la congregación Lakewood Church en Houston, Texas, el cual es visto mundialmente en 100 millones de hogares a través de ABC y CNBC.
Ayer en un mall de la capital, (generalmente compro libros los sábados para tratar de cultivarme), de repente, escuché una música muy linda en un pasillo, y me pregunté de dónde provenía; a lo lejos noté que en un pequeño establecimiento estaba en la vitrina un libro de Joel Osteen, era el único que existía. Y su titulo es “Su mejor vida ahora”.
Llegué a casa, y ávida de averiguar cuál era el éxito de este joven carismático, sencillo, nada de corbatitas de seda ni trajes Nino Mori, abrí con ansiedad el libro y en la página 83 decía: “SI UN SUEÑO MUERE, SUEÑE CON OTRO”, deseo me permitan compartir con ustedes un pedacito de su pensamiento.
Dice un capítulo: “Tal vez usted ha sufrido grandes desánimos en la vida o ha encarado serios contratiempos. ¡Bienvenido al mundo real! Pero tiene que recordar que usted es hijo de Dios, el Altísimo. El hecho de que algo no salió a su manera o que alguien le defraudó, eso no cambia quién es usted. Si un sueño muere, sueñe con otro; si se cae, levántese y siga adelante. Cuando una puerta se cierra, Dios siempre abrirá una puerta mejor y más grande. Mantenga erguida la cabeza, y esté al pendiente de lo nuevo que Dios desea en su vida, pero no se arrincone en algún lugar y comience a comer queso y galletas saladas”.
Y continúa expresando: “Su vida puede haber sido difícil hasta este punto. Quizá experimentó tremenda pobreza, desesperación, abuso, o tuvo otras experiencias negativas en su niñez. Puede ser tentado a permitir que esas experiencias negativas tracen el rumbo de su vida entera, pero el hecho de que haya comenzado de esa manera, no significa que tiene que terminar su vida de la misma forma. Necesita conseguir una nueva visión de lo que Dios puede hacer en su vida, y desarrollar una mentalidad próspera”.
Hace algunos meses escribí en la columna que gentilmente me permiten publicar en LA TRIBUNA, un escrito que titulé “El Hombre Mediocre”; por qué el Hombre Mediocre? Otra vez insisto en que la casualidad no existe. Joel Osteen, menciona un párrafo, que Mefi-boset, en la Biblia responde de esta manera a la mediocridad: “¿Quién es tu siervo, para que mires a un perro muerto? ¿Cuántas veces no hacemos nosotros lo mismo?, nuestra propia imagen es tan completamente contraria a como Dios nos ve, que nos perdemos de lo mejor que Dios tiene para nosotros. Dios nos ve como campeones y nosotros nos vemos como perdedores.
Dios tiene grandes cosas planeadas para nosotros. Tenemos que reclamar con confianza lo que nos pertenece, ya que a Dios no le complace verle vivir en su propio “barro de lodo” en pobreza, con una autoestima muy baja, a Dios le agradan los “triunfadores”, y acepta los mediocres muy tristemente.
El 26 de febrero que comienza la Cuaresma, honremos a Dios, a Jesús, que murió crucificado por nosotros. El Viernes Santo oremos con vehemencia por la unidad de la familia y con respeto a los valores cristianos, dejando por un lado la música violenta, la ira, los ojos altivos, el odio, la vulgaridad y oremos con devoción para no desfigurar el contenido de días tan trascendentes: alcemos la mirada hacia el cielo e invoquemos: “!Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en tentación, y líbranos del mal, AMÉN!”.