¡Basta de intromisiones!

En la sección “Pildoritas” de LA TRIBUNA del 4 de marzo de 2017 aparece un pequeño comentario que reza: “…Qué falta de confianza en lo que puedan hacer los hondureños que exigen las intervenciones de extranjeros en cosas que deberían ser privativas de los “catrachos”. A este respecto apostillaré lo siguiente: Como hondureño no estoy ni estaré nunca de acuerdo con intervenciones extranjeras en nuestra vida institucional en cualquiera de sus modalidades.
Desgraciadamente la historia de nuestro país está preñada de tales acontecimientos por la conducta irresponsable de nuestros políticos de ayer y de hoy. Hay personajes que les encantan estas bofetadas a nuestra soberanía nacional, si es para llevar agua a su molino -como aquel que dijimos- que tocó las puertas del Departamento de Estado norteamericano en julio de 2009 para reinsertarse en el poder que le fue arrebatado por pretender destruir los valores tradicionales de nuestra vida republicana. En tal sentido, ya es hora de exigir a los políticos madurez, responsabilidad y amor al país -ya que ellos y solo ellos- son los verdaderos culpables que fuerzas extrañas a nuestra nacionalidad,  arreglen sus diferencias infantiles. Como muchos políticos creo que no han leído la historia de Honduras, no se dan cuenta que el intervencionismo extranjero ha sido estructural en los siglos XIX, XX y ahora las del siglo XXI. Los hondureños deben recordar con desagrado a los buques de guerra yanquis “Tacoma” y Marblead” donde nuestros personajes políticos negociaban los intereses de Honduras y, consecuentemente, el sillón presidencial.
Como los hondureños somos olvidadizos, no debemos olvidar -valga la redundancia- que producto de estas intervenciones es que un procónsul guatemalteco que fungió como coordinador de una tal Comisión de la Verdad, que surgió a raíz de la sucesión constitucional de junio de 2009, en uno de sus informes finales dejó plasmada la figura de la reelección presidencial y que dicho sea de paso no existe en Guatemala, su país. Ello ha servido para que en el nuestro los políticos estén agarrados de las greñas, como ha sido su tradicional e inveterada costumbre.
Aristóteles decía: “Lo que el estadista más ansía es producir un cierto carácter moral de sus conciudadanos, es decir, una propensión a la virtud (excelencia) y a la ejecución de acciones virtuosas”. Es así que urge exigir a nuestros personajes políticos, acciones contundentes y determinantes en la búsqueda constructiva y patriótica de consolidar nuestra firme autodeterminación con una política de miras, renovadora, de plena y absoluta confianza y compromiso para hacer de Honduras un país orgulloso en el concierto de naciones.
Sería interesante también que complementariamente las fuerzas vivas aporten su granito de arena con ideas de cómo mejorar a Honduras; cómo conquistar peldaños superiores que la enaltezcan y que la respeten por su democracia… y por su autodeterminación.
Me pregunto: ¿Hasta cuándo podremos los hondureños arreglar nosotros mismos nuestras diferencias? ¿Se acuerdan los hondureños de la famosa película norteamericana “55 días en Pekín”? ¿Por qué los hondureños tenemos que pelear hasta por las siglas de una intervención extranjera se llame CICIG o MACCIH? ¡Por Dios!
¡Basta de intromisiones! ¡Viva Morazán y Lempira!
César Augusto Bonilla Ochoa
Tegucigalpa, M.D.C.