EL PLAN 20/20 Y LO DORMIDO

NO conocíamos a fondo los alcances de este Plan 20/20 que impulsa la Casa de Gobierno junto a sectores de la empresa privada. Se presenta como producto de una alianza del sector público y privado. Sin embargo, tuvimos la oportunidad de conocer un resumen de la estrategia, gracias a la gentileza del ministro asesor de la Presidencia de la República y de altos ejecutivos que conducen e impulsan el proyecto. La aspiración es que este sea un plan que trascienda la presente administración, no como otras iniciativas que son engavetadas por el gobierno de turno, privilegiando su propia agenda, en cuanto finaliza una gestión e inicia otra. Así, durmiendo el sueño de los justos, ha quedado mucha de la planificación anterior. En documentos que no pasan del período administrativo en que fueron concebidos. Cada gobierno que llega no quiere saber nada de su antecesor, menos dar crédito a lo que dejan como legado.
Para dar un ejemplo de lo que estamos diciendo. El Foro de Convergencia Nacional –con amplia representación de los más importantes sectores políticos, sociales y económicos del país– creado por una ley especial, precisamente para construir espacios de consenso que brindaran alguna ruta programática al país, no duró mucho. Pese a ser alabado por propios y extraños como mecanismo de diálogo, de estudio y de formulación de las políticas públicas, quedó reducido a un rol secundario por los gobiernos que sucedieron al que lo ideó. Hasta que en otra ley lo redujeron a un apéndice de un nuevo animal que, dicho sea de paso, no duró más que el período de esa administración. Aquel plan de desarrollo –con su ministerio a la par para echarlo a andar– que supuestamente cubría el corto, mediano y largo plazo, duró hasta que vino uno nuevo que lo reemplazó. Anteriormente hemos explicado que el último plan estratégico con que contó el país fue el Plan de Reconstrucción y Transformación Nacional que, junto con la Iniciativa de Reducción de la Pobreza, se elaboraron, el primero para sacarnos del hoyo en que se encontraba el destrozado país después de aquel mortal huracán y el segundo como componente de inversión social. El financiamiento para reponer y recuperarnos de lo que las aguas y el viento se llevaron fue parte sacrificio nacional y otra parte solidaridad de la cooperación internacional comprometida en varios grupos consultivos que se organizaron. La Estrategia de Reducción de la Pobreza, que fue ampliamente consensuada por aquella administración, aplaudida por los entes financieros internacionales, contaba con el perdón de la deuda para echarla a andar. Desgraciadamente, lo mismo de siempre.
Como el gobierno que la elaboró y obtuvo los fondos para invertir en ella finalizó su período, los que vinieron después hicieron micos y pericos con aquello, hasta que acabaron malgastando –en subsidios, en gasto corriente, en pago de asesorías leoninas– lo que estaba destinando a la inversión humana. Pero volviendo al tema que nos ocupa. El Plan 20/20 elaborado con el apoyo de una firma internacional, podría no correr la misma suerte de los planes anteriores si logra asirse no a un gobierno en particular sino a la necesidad permanente de la nación. Ya hay avances capitalizados. La simplificación tributaria es uno de esos logros con miras a hacer al país más atractivo a la inversión. Hay logros también en lo que respecta a la simplificación de trámites administrativos, en el tiempo para desaduanar mercadería –tanto en la ENP como en otras aduanas del país– que hasta hace unas semanas atrás era motivo de dolores de cabeza al sector empresarial. Tengamos fe, entonces, que ese instrumento de desarrollo sea efectivo en dinamizar la economía del país, en generar empleos y en despertar ricos activos del patrimonio nacional que yacen dormidos.