CRISTIANISMO Y DIVERSION

CON eso del “feriadón” veraniego, desde el viernes comienzan en nuestro país las caravanas de autos en las carreteras, en dirección a los pueblos del interior y a las playas. Mucha gente corre desesperada, como si fuera la única oportunidad de visitar a sus parientes o de reconocer las olas del mar. Algunos han planeado sus viajes con muchas semanas de anticipación. Pero otros, en su mayoría, se suman a las marejadas de personas sin ningún plan determinado, y sin ninguna ruta preestablecida. Y lo peor, con poquísimos lempiras en sus bolsas, exponiéndose a viajar en cualquier paila, y a dormir bajo la luz de la luna, a veces sufriendo temporales lluviosos.

Para el miércoles santo, en horas del mediodía, las terminales de buses en las principales ciudades, sobre todo en Tegucigalpa y en San Pedro Sula, se encuentran abarrotadas de posibles turistas y transeúntes. Es como si se tratara de un verdadero pandemónium, sin un posible control. La gente pierde el horizonte y se olvida del todo que se trata de la “Semana Santa”, en que se conmemora la pasión de Jesucristo. Pero entonces comienzan los lamentos y el crujir de dientes en las carreteras, pues a pesar de los controles de tránsito en distintos puntos de la geografía, los accidentes se tornan más frecuentes que nunca, y se pierden valiosas vidas humanas.

Otros caen en situación de tragedia porque se meten a los ríos y a los mares sin ningún conocimiento de natación. O lo hacen en estado de ebriedad, irrespetando sus propias vidas, con lo cual le generan enormes problemas a la policía y a sus propios parientes, que en vez de conmemorar la santa temporada, se ven orillados a buscar por todas partes los cadáveres de sus familiares y amigos. Igualmente, bajo los efectos del alcohol, se ponen a conducir sus vehículos, matándose ellos y ocasionando la muerte de otras personas inocentes, que con sobriedad y paciencia, conducen en las carreteras.

No es que sea desaconsejable visitar los pueblos del interior de Honduras, en donde todavía se conservan las viejas tradiciones de siglos y decenios. Y los seres queridos, de las zonas rurales y semi-rurales, esperan ansiosos a sus visitantes citadinos. Pero entonces conviene preparar los viajes con suficiente antelación, conducir con cautela, como quien dice “a la defensiva”, según expresiones populares de hoy en día, para evitar a los locos del volante que amenazan constantemente a los demás en todas partes, incluyendo a los peligrosos y abundantes motociclistas, para quienes las reglas de tránsito son inexistentes.

Hay quienes sostienen que lo ideal sería que cada quien se quedara en su propia ciudad y en su propio pueblo, en actitud de recogimiento, a fin de conmemorar la “Semana Mayor” con todo el respeto posible. Y con la idea de restablecer las viejas costumbres que fortalecen positivamente el quehacer de cada parroquia municipal. Sería interesante que retornáramos a los tiempos en que las matronas competían sanamente con sus gastronomías típicas. Volver a saborear el guiso de pescado “engüevado”, las ciruelas, las rosquillas y los mangos en miel; la cazuela de jicotea y otras delicias como el famoso “tapado olanchano”. Alimentos y frutos nutritivos que comienzan a quedar en el olvido.

Algo malo pasa en nuestra cultura que un gran número de personas parecieran enloquecer durante los largos feriados, perdiendo el verdadero sentido de la vida. Ojalá que durante la presente “Semana Mayor” se reduzca el número de accidentes en las carreteras, y el número de ahogados en las playas. Y que asumamos una actitud verdaderamente cristiana, cuando se trata de rememorar el paso justo, bondadoso y salvífico de Jesucristo sobre la faz de la tierra.