Defec-Tito

Por: Jefferson Maradiaga
Periodista, escritor y analista

Hace algún tiempo tomé la decisión personal de dejar de escribir artículos, creo que por una crisis de saturación mental que rayaba con el estrés. Solo a un buen amigo se lo dejé ver y me imbuí en la introspección personal de la poesía y sus procesos autoanalíticos, porque hay cosas que solo en la poesía son capaces de dejarse ver, y llegué a la conclusión de que hay que seguir escribiendo. Hay tanto por lo que escribir y tantas cosas que denunciar y tantas causas justas que apoyar en nuestro país, que no podría haber una crisis de inspiración, hacia donde uno apunte la pluma habrá una musa trágica que inspire hablar sobre ella, quizá lo único que falta es tiempo para escribir sobre todas, o de tiempo dedicado al impacto y resolución de cada nota, reportaje o artículo, ya que hay tantas cosas negativas ocurriendo a la vez, unas peores que otras, que parece una especie de plan ideal para gobernar sin la vista permanente del pueblo sobre todas las cartas que baraja el embaucador callejero con el juego de ¿dónde quedó la carta?; pero al fin de cuentas, quienes escribimos, lo que sea que escribamos, siempre seremos impulsados por un espíritu que nos obliga a creer que la palabra escrita es capaz de cambiar el mundo, el rumbo de una causa, o mínimamente impactar una vida, aunque la vida a impactar sea a veces la del mismo escritor, en algunas ocasiones sin saberlo. En Honduras es fácil llegar al punto de la frustración, de hecho tengo la teoría que los hondureños somos las personas más frustradas, y me resulta fácil llegar a esa conclusión después de que Honduras fuera catalogado como el país más triste de América, según el informe divulgado por la ONU el mes pasado y resulta lógica mi teoría, pues una sociedad con frustraciones no puede ser feliz.

En medio de aquel proceso de introspección del que les habló, caminaba y camino desde mi casa pasando por varios sectores hasta llegar a La Leona. Soy un apasionado de caminar por la ciudad, porque estoy convencido que caminar es bueno para la salud, pero sobretodo porque soy un nostálgico, me gusta ir a aquellos lugares de Comayagüela y Tegucigalpa que visitaba con mis padres cuando era tan solo un niño. En esas caminatas vespertinas me di cuenta que el Distrito Central se ha modernizado de una manera abrumadora y cabe felicitar con toda franqueza al alcalde Tito Asfura, es el único alcalde en mucho tiempo que parece tener la materia gris para el puesto, por tanto tiempo abandonado. Tegucigalpa luce irreconocible para nativos y recurrentes y casi puede uno sentirse orgulloso y digo casi, porque la ciudad se ha vuelto un club exclusivo para automóviles, donde los peatones hemos perdido nuestros derechos de paso, en algunos trechos con las aceras más cortas, bulevares más anchos y medianas desaparecidas y menos puentes peatonales, y sin semáforos de paso; Y aun peor en una ciudad desértica, también por descuido de las autoridades del pasado y ahora lamentablemente parece impulsada como una política edilicia, las medianas de los bulevares que proporcionaban casi un microclima, que no hace mucho tiempo prestaban un frescor acogedor en lugares como Miraflores, Suyapa, El Guanacaste, etc; refugio incluso de aves autóctonas y de paso, y sombrías naturales de los caminantes e incluso a los automovilistas en tráfico detenido bajo el sol candente, han desaparecido. El desastre medioambiental, trágicamente, resulta tan evidente como el desarrollo estructural, donde no ha habido un equilibrio sano entre lo necesario y lo vital. Incluso, salta tan evidente la repulsión que parece haber en los proyectistas o autoridades hacia lo verde, que en las aéreas vacías resultantes a posteriori de las nuevas obras, han preferido rellenarlas con grava y cascajos coloridos que con césped, plantas, o arboles. Y nadie da razón de los impactos ambientales que esto tendrá a largo plazo de seguir a esta marcha.

Me ha impulsado a escribir este artículo, la denuncia de los vecinos del parque La Leona, avisando de los planes sobre la nueva masacre arbórea que parece tramar la alcaldía en el lugar, donde poseen un valor histórico las columnillas, las verjas y los lamparones de hierro, la estatua de Manuel Bonilla, pero sobre todo la vegetación y los arboles que son el hogar de ardillas, pájaros carpinteros, palomas de monte y de castilla, zanates, sacude-colchón, y las parvadas de periquitos y otras aves, que se trasladan de un parque a otro en el centro de la ciudad y que cada mañana y en cada ocaso les desean los buenos días y las buenas noches con una concertina de cariño a sus vecinos, que por varias generaciones han vivido en armonía con ellos. El parque La Leona, no necesita una recreo-vía, necesita ser restaurado, volver a plantarles flores y las huele de noches que ya han desaparecido, sembrarle el pasto que ha perdido y habilitarle un sistema de riego ya que el agua al parque le fue cortada hace mucho, ya no sé si con la intención de dejarlo morir de sed para justificar su intervención. Esperamos que no. Quizá el alcalde se siente tan seguro de que aun con ese “defec-tito” dendrofóbico puede ganar las elecciones y seguro así será. Pero tenga presente que las futuras generaciones juzgarán más el tema ecológico que el infraestructural. Y también buscarán culpables. No soy nacionalista pero lo admiro, es el mejor prospecto de su partido. Y votaré por usted. Pero sepa que yo y muchos otros estamos a un corte de árbol de no hacerlo.