ACÁ Y LA CASA BLANCA

APENAS unos días atrás, pese a que era la principal promesa de campaña de los republicanos, la Cámara de Representantes había fracasado en desmantelar la reforma sanitaria de Barack Obama. Sin embargo, unos días después, sin que muchos de los legisladores hubiesen tenido oportunidad siquiera de leer el proyecto, por un estrecho margen consiguen los votos para revertir una buena parte de las provisiones del “Obamacare”. Por los vientos que soplan, la Casa Blanca puede cantar victoria como ya lo ha hecho, asegurando que uno de los más importantes legados de su antecesor “está muerto”. Lo que por el momento no ha ocurrido es la terminación del Nafta. En los últimos minutos, cuando se aprestaba a anunciar su terminación, como otra promesa de campaña cumplida en los primeros 100 días de gobierno, informó en su cuenta de Twitter que había recibido llamadas telefónicas del presidente de México y del primer ministro de Canadá suplicándole renegociar el tratado.

Accedió en el entendido que si los Estados Unidos no alcanzan un “trato justo”, en la renegociación, entonces lo concluiría. Hasta ahora nada se ha dicho sobre el Tratado de Libre Comercio entre los Estados Unidos, Centroamérica y el Caribe. A raíz de la negociación de ese acuerdo, el comercio que, bajo el amparo de la Iniciativa de la Cuenca del Caribe era en una vía –o sea solo los productos exportados por estos países ingresaban libres de gravámenes al mercado norteamericano– se tradujo en ambas vías. Durante un período limitado, debido a las asimetrías, dieron una tregua a la región centroamericana gozando de libre introducción de sus mercaderías con la obligación de ir desgravando gradualmente los artículos procedentes de los Estados Unidos. Nuestro país tuvo la tuerce de colocar al frente de estas faenas a tecnócratas novicios, que más parecían párvulos recibiendo clases de los experimentados negociadores norteamericanos. Los productos agropecuarios cayeron en el costal de los perdedores, con cláusulas de salvaguarda que temporalmente los protegían, pero desamparados una vez finalizada la tregua. Estas cláusulas de protección están a punto de vencer. Esa fue la metida de extremidades que dieron los novicios negociadores domésticos, ya que las actividades productivas del campo, con sus sistemas arcaicos, falta de financiamiento y rezago tecnológico, nunca podrán competir con las norteamericanas.

Y ahora, que la nueva administración norteamericana quiera revisar estos tratados de libre comercio, porque considera que no son favorables a sus intereses, ¿creen que estarían dispuestos a ceder, modificando aquellas cláusulas que les benefician a ellos y nos perjudican a nosotros? La otra iniciativa anunciada por la Casa Blanca es una histórica reducción de impuestos orientada a estimular el crecimiento económico, generar masivas fuentes de trabajo y, en la medida que se crea mayor riqueza, aumentar el volumen de la masa que tributa, para contrarrestar cualquier disminución del ingreso fiscal. El FMI y las demás aves agoreras que vienen a estos países a exigir medidas de corrección a los mercados, totalmente opuestas a las que anuncian en los Estados Unidos –nuestro país, fina cortesía de esas exigencias, tiene una de las cargas impositivas más elevadas de la región– no han querido responder a la inquietud que planteamos: ¿Qué sanciones le van a aplicar a Trump por hacer todo lo contrario de lo que ellos recomiendan?