AL BORDE DEL COLAPSO

MIENTRAS la violencia crece y la malograda situación económica se deteriora con cada minuto que transcurre, la autocracia intenta sofocar las incesantes protestas callejeras con una fuerte dosis de mayor represión. Los disturbios, los enfrentamientos entre las fuerzas de choque del gobierno con los manifestantes –auxiliadas por los colectivos enmascarados afines al régimen que irrumpen en las aglomeraciones disparando y asesinando para causar pavor– dejan un saldo de 42 muertos y centenares de heridos. El caso venezolano será abordado en el Consejo de Seguridad de la ONU, aunque improbable que allí vaya a salir algo que enderece la caótica situación. La embajadora norteamericana expresó que Venezuela “está al borde de una crisis humanitaria; manifestantes pacíficos han sido heridos, arrestados e incluso asesinados por su propio gobierno; las medicinas no están disponibles, a los hospitales les faltan suministros y se ha hecho difícil encontrar comida”. “Por el bien de los venezolanos, y por la seguridad en la región, debemos trabajar juntos para asegurar que Maduro detenga esta violencia y opresión y restaure la democracia al pueblo”.

El secretario general de la OEA, en el pronunciamiento más duro hasta la fecha, denunció que en Venezuela se están cometiendo crímenes “de lesa humanidad” con “el asesinato y la tortura por motivos políticos”. “Las Fuerzas Armadas no pueden seguir matando y torturando gente impunemente. El asesinato y la tortura por motivos políticos, por pensar diferente, es crimen de lesa humanidad, delito internacional”. Acusó al general Vladimir Padrino, de ser “plenamente responsable de adherir a la conducta criminal de asesinar a decenas de manifestantes pacíficos” y de “aplicar la justicia militar a civiles que se manifiestan pacíficamente”. Agrega que, “la represión brutal muestra a la Guardia Nacional como autor material de la violación de derechos a la vida, libertad y garantías del debido proceso”. Dijo que los países del continente no deben ser “cómplices con un silencio irresponsable de los asesinatos y las violaciones de derechos humanos por parte del régimen”, sino exigir una “salida democrática” a la crisis a través de “elecciones generales anticipadas”. A medida que la crisis arrecia, la prensa internacional intensifica su cobertura noticiosa del país al borde del colapso. Sin embargo Nicolás, lejos de disculparse por la masacre que le atribuyen, prefiere jugar el papel de víctima.

La oposición es “la que hace terrorismo como parte de un plan para botarlo”. “Los “chavistas” –declaró sin inmutarse– son los “judíos del siglo XXI”, al denunciar una “escalada fascista” contra partidarios y familiares de funcionarios gubernamentales”. Mientras el pueblo en su desesperación agarra a las calles, como último recurso de resistencia que le queda, Nicolás aprobó “un estado de excepción y emergencia económica” restringiendo las garantías constitucionales en todo el territorio nacional y abrogándose facultades ilimitadas para proceder a su antojo. Aunque estos decretos, en democracias donde hay separación de poderes, requieren aprobación de la Asamblea Legislativa –pero allá Nicolás la tiene de adorno– el adefesio será enviado a los magistrados obedientes para que den su visto bueno. Es para que el amable lector juzgue cómo se ven las cosas desde el poder abusivo y cómo se ven desde abajo.