Donaldo Umanzor, más de medio siglo dedicado a la música

A sus 89 años, en la sala de su casa, Donaldo Umanzor hace “cantar” a su guitarra, acompañado por su esposa, María Amparo Flores, que con una voz dulce y armoniosa interpreta la melodía “Sabor a mí”. Tienen 59 años de casados, cinco hijos y el programa “Concierto sabatino en su hogar”, que se transmite en Radio Universal de la cadena Audiovideo, en el que entrelazan sus talentos: la música y la locución.

Don Donaldo fundó la primera academia de guitarra del país en 1948 y se desempeñó como maestro de música en diferentes escuelas capitalinas.

De forma amena y con una alegre sonrisa, relató a LA TRIBUNA cómo era la Tegucigalpa del ayer, desde sus sonidos… El glaucoma le arrebató la vista a los siete años y por eso sus recuerdos de la ciudad encierran tanta riqueza…

Sin la magia de esas fotografías en blanco y negro que suelen ilustrar el pasado de la capital, el artista contó esa otra parte de la historia que se escribió con serenatas, poesías, conversaciones bajo la luna llena, música de pianos y guitarras de aquellos que vivieron su juventud en los años 30 y 40.

¿Dónde nació?

En el barrio Los Dolores, el 10 de julio de 1927. Mi mamá se ganaba la vida vendiendo frutas y sándwiches en el Variedades, éramos siete hermanos y a todos nos preparó mi mamá, que era madre soltera. Mis hermanos sacaron un oficio primero y después estudiaron de noche y se hicieron peritos mercantiles. Y otros mecánicos. Yo estudié la música y fui fundador de la Escuela para Ciegos, allí aprendí el sistema braile, y también empecé tocando, dando clases.

¿Cuándo perdió la vista?

Mi problema de la vista fue desde mi niñez, una enfermedad que se llama glaucoma, logré ver la claridad un poquito, pero no distinguía bien a las personas, pero ya del todo perdí la vista como a los siete años, miraba un poquito pero se me inflamaban los ojos.

¿Cómo se enamoró de la música?

Desde niño me gustó la música, recuerdo que en mi tiempo estaban de moda las vitrolas, eran de cuerdas, en cada casa había una vitrola y estaba en su apogeo Carlos Gardel, con sus tangos, me gustaba escucharlo. Después salieron las electrolas, que eran las eléctricas, en cada casa de los vecinos que tenían su aparato, allí estaba yo aventando oído y soñaba con la música.

¿A qué edad agarró por primera vez una guitarra?

La agarré como a los 13 años, mi mamá me puso un maestro… ¿Cómo se llamaba?… Luis Izaguirre, él ofrecía conciertos en HRN; después con el maestro Rafael Coello Ramos, autor del Himno de la Madre y de otras composiciones muy lindas que hizo. Y recibí clases de piano con doña Consuelo, le hago un poco con el piano, a la marimba, al acordeón, a la mandolina…

¿Cómo fue su juventud?

Mi juventud la viví del 40 al 47, eran tiempos muy bellos, fíjese que la gente tenía buen gusto, en todas las casas había un piano, por lo general, creo que como recién se había logrado la independencia de los españoles, tenían mucha cultura.

La gente era bastante sentimental, había reuniones en las casas y si había una guitarra, allí se cantaba y se comía y se bailaba.

¿Y usted bailaba?

Hacía el intento, pero yo no sirvo, por lo general dicen que los músicos somos duros para bailar, a mí me encanta el baile pero soy duro.

¿Cómo eran los sonidos de la ciudad en los años 30, 40?

Antes Tegucigalpa era una ciudad bastante tranquila y como había poca gente, era muy buena, muy humana, soñadora también.

Aprendí muchas cosas, porque ya a las 6:00 de la tarde, los muchachos se reunían en las esquinas a hablar de los grandes filósofos, de ciencia, de historia. Esas eran las pláticas de los alumnos, daba gusto oírlos platicar y yo aventando oído…

Allí empecé a conocer a los grandes filósofos como Sócrates, Platón, que fue discípulo de Sócrates, que Pericles, Demóstenes…

¿Y la gente, cómo se distraía?

Fíjese que en las noches de luna, todo mundo sacaba las sillas a los andenes y me acuerdo del señor Augusto Pinzón que tocaba el acordeón y aquella muchachada oyendo aquella música preciosa. Eran cosas lindas porque no estaba la tecnología. A las 6:00 de la tarde todo mundo sacaba su silla y se ponía a platicar en el vecindario.

¿Cómo vivían la política?

En aquel tiempo estaba el general Carías y había críticas de los muchachos, pero por lo menos era tranquilo, usted podía dormir con las puertas de su casa abiertas.

¿Eso que dicen, entonces, de los tiempos de Carías, es cierto?

Es ciertísimo… Usted dejaba la puerta abierta y de repente usted oía desde la cocina que alguien entraba y le decía ajá fulano, qué tal, como los solares eran grandes usted oía la voz desde lejos.

¿Cuándo empezó a trabajar en la música?

Yo empecé tocando allá por el 47, acompañando a todos los artistas de esos tiempos, a Rubén Ponce, a Quique Mayo, a Fabián Erazo… cantaban en HRN, que era la única emisora que había.

Aparte de la música, ¿se desempeñó alguna actividad diferente?

En un tiempo yo afinaba pianos y los desarmaba, pero soy alérgico al polvo y cada vez que desarmaba un piano para repararlo, el dinero que ganaba se iba para donde el médico, entonces desistí de ese oficio porque yo lo hacía para desenvolverme en la vida.

¿Cómo se enamoraba a las mujeres en esos viejos tiempos?

En aquel tiempo había mucho poeta, era bastante romántico, todo mundo escribía, hasta para cuando le gustaba una muchacha a uno, averiguaba el nombre para hacerle un acróstico. Eso era belleza…

¿Cómo conoció a su esposa y qué lo hizo enamorarse de ella?

La conocí en el Barrio Abajo, ella tenía en aquel tiempo 22 años y yo tenía 32, ella tenía una voz bien linda, bien dulce, tenía una voz bien bonita y nos casamos.

En el 48 yo tocaba solo en la radio y después, cuando me casé, ya hacíamos variaciones, ella cantaba unas dos o tres canciones y yo tocaba. El programa era de media hora, yo compraba el espacio y allí metíamos nuestros anuncitos. Así criamos a nuestros hijos, ella con la costura, porque es modista, y yo con la música. Ahorita tenemos el programa en radio Universal.

¿Tiene algún hijo músico?

Yo había oído de este Strauss, que toda la familia es de músicos y yo también quería que todos mis hijos fueran músicos, pero eso ya se trae. Los obligaba, tocaban la guitarra algunos, pero obligados, y eso no era cosa buena. El único al que le gustó la música fue a Donaldo.

¿Cómo se mantiene saludable?

Gracias a los cuidados de mi esposa. La primera estrella que tuve fue mi madre, luego murió y como bendición de Dios, me puso una esposa excelente. Las personas humildes y sencillas tienen las virtudes más grandes. Tenemos cinco hijos, todos profesionales.

¿Cuándo empezó a cambiar esa forma de vida tranquila y romántica?

Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial dijeron que el ser humano iba a cambiar y yo noté eso. Ya en el 50 empezaron los cambios, ya empezaron los Beatles, Elvis Presley, sin embargo, siempre había romanticismo porque aparecieron Los Panchos, pero todo siguió avanzando y la juventud de ahora es diferente.

¿Qué piensa de los jóvenes de hoy?

Los jóvenes ya no platican, no hablan de lo que están estudiando y más con esos teléfonos… La tecnología vino a dar al traste con todo. La mesa del comedor ahora solo es un símbolo, porque todos comen con el teléfono, los hijos ya no platican con los padres. Esta ciudad ruidosa es terrible.

MARÍA FLORES DE UMANZOR
Me enamoró con serenatas

Mientras su esposo tocaba la guitarra, María Amparo Flores de Umanzor contó con orgullo que mantienen “vivo” su programa radial, en el que ella se desempeña como la locutora.

“Con él seguimos en el programa, lo tenemos activo, él es una persona que, según me dijo el doctor, necesita estar en el arte, se ha mantenido. Tenemos un auditorio muy especial, la gente nos llama, él toca música de la buena”.

Doña María es originaria de Campamento, Olancho, y se trasladó a Tegucigalpa para estudiar costura, oficio al que se dedicó por cuatro décadas.

“Costuré 40 años, y con eso educamos a nuestros hijos, siempre trabajé en el hogar, con mi taller, y me dediqué tanto a la costura que quedé con aparatos en la columna y todavía estoy en tratamiento”, relató la entrevistada.

Relató que conoció a Umanzor en una reunión familiar y que la enamoró precisamente haciendo gala de su talento para la música.

“Me llevaba serenatas y allí empezó todo. Él ha sido un buen marido, un buen maestro, una gran persona y un buen padre. Vamos sobre los 59 años de casados”, dijo doña María, orgullosa.

Por: Carolina Fuentes
Fotos: Edwin Zaldaña