Mi Tribuna: El museo de Jackie

Por: Jacobo Goldstein

No tengo la menor duda que Jackie Robinson es el beisbolista más festejado en la historia del deporte del bate y la pelota. Desde su primer juego en las grandes ligas, el 15 de abril de 1947, hasta que se retiró del béisbol en 1957, le han llovido honores y tributos a granel. Hay estatuas de él en Canadá, Connecticut, Nueva Jersey y dos en Florida. Recientemente se inauguró una en el estadio de los Esquivadores en Chávez Ravine, Los Ángeles. Y hace algunos años, el Comisionado del Béisbol ordenó que nadie más podrá usar el número 42 en la camisola de cualquier equipo de las grandes ligas.

Ahora viene en camino otro honor, que consiste en el Museo de Jackie Robinson que acaba de comenzar a construirse en la parte baja de Manhattan, en la Ciudad de Nueva York. Fue el 27 de abril del presente año que la viuda de Jackie, Rachel, de 94 años de edad, acompañada por su hija Sharon y otros miembros de su familia, además de compañeros de Jackie que jugaron a su lado como Esquivadores, pusieron el primer ladrillo de la obra que estará lista para ser inaugurada en la primavera del 2019. Rachel Robinson lleva cuatro décadas batallando por un museo que honre a su marido.

El hombre que rompió la barrera de color y se convirtió en el primer negro que militó en las grandes ligas, inició su carrera profesional jugando con un equipo de la Liga Negra, localizado en Kansas City, Missouri y llamado los Monarcas. Él jugaba en esa escuadra cuando lo invitó a Nueva York el presidente de los Esquivadores (Dodgers), de Brooklyn, Branck Rickey, que lo firmó para romper la barrera de color, abriéndole el camino a decenas de miles de atletas negros que siguiendo los pasos de Robinson, se convirtieron en grandes estrellas de fútbol americano, fútbol colegial, baloncesto, pista y campo, golf, tenis, lucha libre y otros deportes en los que solo se permitía que jugaran atletas blancos.

En Kansas City he visitado ya en dos ocasiones el Museo del Béisbol Negro, donde se honra a los afroamericanos que jugaron el béisbol profesional sin poder llegar a las grandes ligas y donde hay muchos recuerdos de Jackie Robinson. Ahora, dentro de dos años, el hombre de la camisola número 42 tendrá su propio templo deportivo, donde millones de personas visitarán y harán homenajes al hombre que desafió al racismo, aguantó insultos y golpes bajos, hasta convertirse en uno de los ídolos deportivos más grandes que ha tenido esta nación.

Jackie Robinson murió joven en 1972, a los 53 años de edad, víctima de un ataque cardiaco, pero su nombre vive para siempre en los anales deportivos mundiales. El museo de su vida y su carrera solo hará más notable su inmortalidad.