Trump El cambio climático

Por Benjamín Santos

Iba a escribir sobre eso de la Policía Comunitaria de lo cual se viene hablando desde hace 20 años, pero preferí un tema internacional a pesar de que, salvo a expertos, a pocos les interesan esos temas como si viviéramos en una isla.

En la primea gira, el presidente de USA se negó a anticipar una opinión sobre la permanencia o no de su país en el acuerdo de París sobre el medio ambiente. Ayer lo hizo, en sentido negativo, es decir anunciando que USA deja de pertenecer al acuerdo logrado en París el 12 de diciembre 2015 en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climático que establece medidas para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero a través de la mitigación, adaptación y resistencia de los ecosistemas al calentamiento global. El acuerdo había entrado en vigor el 4 de diciembre de 2016 cuando fue ratificado por 55 estados parte incluyendo el bloque de la Unión Europea.

Ya en su campaña el candidato Trump había calificado la lucha por el medio ambiente como un cuento chino. Al retirarse del acuerdo de París solo ha seguido la conducta internacional de su país al negarse a asumir compromisos de carácter internacional aduciendo que su derecho interno basta y sobra. Así había pasado con los tratados de protección a los derechos humanos y con el estatuto de la Corte Penal Internacional. Desgraciadamente la conducta de algunos países como el nuestro le da la razón a la posición de USA, porque asumimos con mucha facilidad todas las obligaciones internacionales que se nos presentan en los respectivos tratados y luego no las cumplimos. Así pasa con nuestros compromisos de proteger el medio ambiente contra los desastres del recalentamiento global y con nuestra obligación de respetar los derechos humanos. Como diríamos en mi pueblo: no tenemos boca con qué hablar.

Los compromisos contenidos en el acuerdo de París se concretaban a mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de dos grados Celsius o centígrados con respecto a los niveles preindustriales, aumentar la capacidad de adaptación a los efectos adversos del cambio climático y elevar las corrientes financieras a un nivel compatible con una trayectoria que conduzca a un desarrollo resistente al clima y con bajas emisiones de gases de efecto invernadero. Y aquí es donde la mula botó a Jenaro. El principal problema que habían puesto los países industrializados es que controlar los gases de efecto invernadero significa, por una parte, grandes inversiones financieras del Estado y, por otra, establecer límites a las empresas con el riesgo de ahuyentar la inversión.

El argumento principal de Trump es que USA no puede ni debe seguir financiando a los otros estados que no cumplen sus obligaciones, el mismo argumento que esgrimió en la OTAN. Se trata, en consecuencia, de reducir los compromisos financieros internacionales para aumentar el ahorro y la inversión internos. A corto plazo parece razonable y hasta comprensible. A largo plazo, como lo han hechos ver los críticos de la medida, es perder oportunidades presentes y arriesgar el destino de la humanidad cuyo futuro está comprometido por el recalentamiento de la tierra. En el caso de Trump se trata de otro aspecto del modelo proteccionista que está impulsando en contra de la visión globalizante que ha prevalecido hasta hoy.
Todos en todo el mundo sentimos el efecto que el recalentamiento de la tierra tiene sobre el cambio climático. Sin embargo, la prevención pasa por un esfuerzo conjunto de todos los estados del mundo ya que es imposible acotar el espacio aéreo de cada uno para que cada quien cuide lo que le corresponde. Afortunadamente China y la Unión Europea entre otros estados han ratificado su compromiso de mantenerse en el acuerdo de París incluyendo sus obligaciones financieras. De Centroamérica solo Nicaragua, interesada en atraer la inversión extranjera a toda costa, se negó a adoptar el acuerdo.

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