“PENSAR EN VOLVER A CASA”

LOS inmigrantes que han vivido y trabajado legalmente en Estados Unidos, debido a desastres que se registraron en sus países hace años quizá deberían empezar a pensar en volver a casa”, expresó en entrevista a la AP el secretario de Seguridad Nacional estadounidense. “El punto no es que el país (del que llegaron) se recuperará completamente de todos sus males, sino que cualquiera que haya sido el evento que provocó que se concediera el TPS, ese evento ha concluido y ya pueden regresar”. “Las personas en mi puesto –agregó– al parecer sin pensarlo mucho, simplemente lo prorrogaron automáticamente; no estaban actuando con el mismo enfoque ante la ley como yo lo estoy haciendo”. Kelly habló con la AP en Miami al día siguiente de reunirse con el presidente de Haití, con el fin de dialogar sobre el regreso de aproximadamente 50,000 haitianos a su país. Unos 86 mil inmigrantes hondureños actualmente se encuentran amparados por el TPS.

Siempre extrañó la reticencia de una buena parte de los compatriotas indocumentados a registrarse, quedando excluidos de gozar de la estabilidad temporal ofrecida por el TPS. La razón por la cual muchos prefirieron no ampararse a esos beneficios fue precisamente por el latente temor que, en cualquier momento, la autoridad norteamericana podría suspender el programa y al estar fichados, con todas sus señas y particulares, fácilmente podrían ubicarlos y deportarlos. En su momento, el programa de Protección Temporal cayó como bendición del cielo, sobre todo a los hondureños que no gozaban de algunos privilegios extendidos a inmigrantes procedentes de otros países centroamericanos. Los salvadoreños, guatemaltecos y nicaragüenses que llegaron a los Estados Unidos en la década de los conflictos armados en la región fueron incluidos, como corolario de una ley que ampliaba el auxilio a asilados cubanos. Bajo el pretexto que Honduras no tuvo guerra interna, nuestros compatriotas quedaron al margen, aún cuando aquí se albergó a cientos de miles de refugiados de los países vecinos, que a su vez desplazaron a infinidad de familias hondureñas, sobre todo en las zonas fronterizas, obligándolas a salir de sus hogares. Otra masiva migración de compatriotas se produjo hacia los Estados Unidos después que el país fue golpeado por aquel devastador huracán –una de las peores desgracias naturales del siglo pasado– que no dejó ileso un tan solo rincón de la geografía nacional. Por gestión del gobierno hondureño –argumentando que en medio de la emergencia y la rehabilitación el país no podía soportar el regreso de tanto compatriota que había salido– Washington generosamente concedió el TPS y una moratoria a las deportaciones.

El TPS abarcó los otros países centroamericanos y caribeños, como salida transitoria, pendiente de una reforma migratoria que nunca sucedió. Aún siendo provisional, todo gobierno norteamericano, solidario con el sacrificio y sensible a la necesidad de esa gente que honestamente se gana la vida, por razones humanitarias, ha decidido renovarlo. Gracias a estas concesiones para los inmigrantes hondureños, las remesas familiares que en aquel entonces eran insignificantes, subieron exponencialmente, hasta llegar al nivel de hoy, cuando los hondureños mandan a sus familias cerca de $4 mil millones anuales. De no ser por estos ingresos, la pobreza en el país sería más profunda, la moneda hubiese devaluado drásticamente y el país no contaría con las reservas internacionales para mantener aceptables niveles de inflación y de crecimiento económico. Insistimos que la desocupación es el problema prioritario que aflige a los hondureños. La política de contracción del FMI no va a crear los trabajos que se ocupan. No se genera empleo masivo si no se impulsa una ola expansiva de la economía. Con medidas de estímulo a la iniciativa privada. Pero también podando esa maraña de trabas y despertando, de su profundo sueño, a la abúlica burocracia sin sentido de lo urgente ¿Qué pasaría, con el peso de semejante cruz a cuestas, si le dan el tiro de gracia al TPS?