Por Segisfredo Infante
Norman García me había informado, desde Madrid, o quizás en unas vacaciones navideñas, aquí mismo en nuestro terruño, que el próximo embajador de España en Tegucigalpa, sería un joven escritor simpático, comparativamente joven, que había recibido un importante premio de poesía al otro lado del Atlántico. Pronto confirmamos que se trataba del Premio “Jaime Gil de Biedma”, y que además el nuevo visitante diplomático era un ensayista de primera fila, con quien podríamos reciprocar. Pero, por timidez o prudencia, evitamos al comienzo encontrarnos con el diplomático-escritor. Más bien esperábamos que las circunstancias facilitaran la posibilidad, tal como había ocurrido con otros embajadores de países amigos y hermanos. Como en los casos de Tarcisio Navarrete y Hugo Morales, de México. O como en el caso del embajador taiwanés Joseph Y.L. Kuo, uno de los diplomáticos más extrovertidos que he conocido en mi vida. Ello sin olvidar mi amistad personal con Charles Bakota, quien se desempeñó, hace varios años, como agregado de prensa (o “embajador” cultural) de Estados Unidos en Tegucigalpa, en los años en que predominaban los republicanos, sin xenofobias de ninguna especie. Y sin sesgos ideológicos harto prejuiciosos. Por lo menos en aquel entonces.
El buen lector comprenderá que estamos hablando del embajador español Don Miguel Albero, quien siempre ha sido receptivo a nuestros quehaceres intelectuales. E incluso televisivos. Con enorme simpatía por nuestro país. Y que lastimosamente habrá de marcharse de Honduras, en los próximos meses, muy gradualmente, en tanto que el ciclo de su misión diplomática prácticamente ha finalizado. Presumo que nuestro amigo no se imaginaba, ni remotamente, que mi padre era español (con un fuerte ramalazo de visigodo y sefardita), y que se había desempeñado como cónsul de España, en San Pedro Sula, en tiempos de la “República”, durante el periodo que va entre la dictadura de Primo de Rivera y del generalísimo Francisco Franco. Nunca, en nuestros ocasionales encuentros, le hice saber tal detalle, de mi condición de escritor “transterrado” sui generis. Por mi parte desconocía (con desconocimiento absoluto) que el embajador Albero había introducido una iniciativa para que el Estado, el Rey de España y el gobierno español, me adjudicaran una “Encomienda de la Orden del Mérito Civil”, y que la misma se había retrasado por causa de un impasse gubernamental, que como todos recordaremos, se experimentó en España durante varios meses del año pasado. La iniciativa de Albero llevaba más de un año de trámite, desde antes que yo cayera terriblemente enfermo, casi en estado terminal. Pero de eso me di por enterado a comienzos del mes de noviembre del año 2016, unas semanas antes que me entregaran tal condecoración, que agradezco en extremo.
Sin embargo, lo central de este artículo, es para nuestro reconocimiento por todas aquellas cosas que el embajador Miguel Albero ha hecho por Honduras. O en las cuales se ha involucrado personalmente, a la par de la “Cooperación Española Internacional”. En forma apretada y sintética puedo mencionar las siguientes: 1) Tres proyectos de saneamiento de agua en las ciudades de Comayagua, Gracias y Santa Rosa de Copán, con una inversión que cubre cincuenta millones de dólares. 2) Un auxilio directo al actual gobierno del presidente Don Juan Orlando Hernández, en el tema controversial del aeropuerto internacional de “Palmerola”, también con un monto de cincuenta millones de dólares. 3) Asesoría directa de un experto español en el nuevo “Código Penal”. 4) Apoyo en la construcción de escuelas en Guajiquiro, Minas de Oro, Trojes y en un pueblito que queda cerca de Santa Rosa de Copán. 5) Colaboración para la “Universidad Nacional Agrícola de Catacamas” (Olancho), con un montaje de laboratorios cuyo costo anda por los siete millones de dólares. 6) También en materia de laboratorios, apoyo a la “Escuela Nacional de Educación Forestal” (Esnacifor). 7) Manejo de un plan de turismo, de ancha envergadura, en la ciudad-puerto de Trujillo. 8) Un plan renovador para la restauración del centro histórico de Tegucigalpa. 9) En beneficio de la Universidad Pedagógica Nacional “Francisco Morazán”, el Estado y el gobierno de España han instalado todo un aparato de energía solar, con cuyos excedentes económicos energéticos se financiarán becas para estudiantes pobres.
En estas y otras actividades hemos detectado la presencia del embajador Miguel Albero recorriendo diversos puntos del país. Con muchas participaciones en el “Centro Cultural de España” y en la Academia Hondureña de la Lengua. De tal suerte que al final del día, por sugerencias de nuestro común amigo Rolando Kattan, el poeta y ensayista M. Albero ha escrito y publicado una serie de pincelazos poéticos en estrecho ligamen con varios pueblos y lugares de Honduras. El libro que recoge tales “fotopoemas” se titula “De estas estampas mis Honduras”, que son como uno de los mejores homenajes a nuestro remoto país. Así que el recio escritor Albero siempre contará con algunos de sus mejores amigos en Honduras. ¡¡Tú nunca olvides esto, querido y respetado embajador!!