Mario Membreño: Martí en el país donde florece el ópalo

DANLÍ, El Paraíso. No es la primera vez que hacemos énfasis en la importancia de los libros y la necesidad de atraer lectores, algo que ha ido desapareciendo en las bibliotecas públicas porque con el paso de los años, también se pierden los buenos hábitos, lo grave, es que también van desapareciendo los pensadores.

Solo para ilustrar algunos casos, de hombres y mujeres que se cultivaron leyendo; que no fueron a ninguna universidad, ni siquiera a una academia, lo que aprendieron, lo adquirieron leyendo cuanto libro llegó a sus manos y se convirtieron en genios. Francisco Morazán, aprendió a leer en casas particulares de amigos, familiares y vecinos, como era usual en aquella época, así adquirió conocimientos sobre matemáticas, dibujo e historia; y sobre elementos de gramática latina en el Convento de San Francisco. Trabajó en la escribanía de don León Vásquez y allí adquirió el caudal de sus conocimientos sobre derecho y lesgislacion. En la biblioteca de su tío político, Dionisio de Herrera, aprendió a leer francés que estaba toda en ese idioma, y en ella, siguió el curso de la revolución francesa obteniendo una sólida instrucción sobre el movimiento filosófico de los enciclopedistas, sacando provecho en las lecturas de Montesquieu y Tocquevile. En resumen, Morazán fue un estadista, un demócrata, un soldado y un revolucionario. Aquí, en esta ciudad donde escribo estas líneas, Lucila Gamero de Medina aprendió a leer en su casa a través de una institutriz y se convirtió en la primera novelista de Honduras y Centroamérica.

En Honduras contamos con excelentes escritores, difícil mencionar a todos. Sin embargo, nos estamos quedando sin lectores. Un ministro en época reciente dijo que los libros no eran necesarios y vaya que sus discípulos, en lugar de llevar a los alumnos a una biblioteca los mandan a recabar información al internet, de allí que los muchachos no sepan leer y escribir.

Para un escritor, que por primera vez escribe un libro representa una emoción profunda e indescriptible, si cabe el término. Escribir un libro y presentarlo al púbico es maravilloso para los escritores, pero al mismo tiempo, es como tener un niño arrullado entre los brazos con la esperanza que se convierta en una brújula, en una fuente de conocimientos, según el contenido de la obra. Ya está el libro, ahora queda en espera de los compradores los que poco, a poco; irán llegando y unos tantos amigos que le dirán que se los regale.

Hace una semana, a instancias del licenciado Mario Argeñal, docente del Instituto Departamental de Oriente, fue presentado a más de 200 estudiantes el libro “Martí y los mambises en el país donde florece el ópalo”, cuyo autor es el educador, político e investigador, Mario Membreño.

Sala de teatro abarrotada durante la presentación del libro.

Con la pasión que caracteriza a todos los escritores, Membreño hizo un recorrido histórico del contenido general del libro y fundamentalmente, sobre la presencia de José Martí en Honduras y otros patriotas cubanos de la independencia que convivieron en este país “donde florece el ópalo”, como lo indica el autor.

En el capítulo III, pagina 66-69, Membreño, cita a Rafael Heliodoro Valle, donde afirma que la primera vez que Martí, escribió el nombre de Honduras fue en una de sus cartas dirigida a su gran amigo mexicano Manuel Mercado, el 20 de abril de 1878, “cuando malquisto con el dictador Justo Rufino Barrios, le hablaba de las dificultades que estaba pasando por la animosidad contra los extranjeros en las esferas gubernamentales y en los colegios” de Guatemala. En la misma le expresa que hablará “al ministro de Honduras, hombre civil, joven y de letras, que está ahora aquí; si me ofrece, enseñando, un medio de vivir, iré a Honduras, por ser barata la tierra”. Ese hombre civil joven y de letras es Jerónimo Zelaya, ministro del gobierno de Marco Aurelio Soto.

En esta carta, se refiere a la amarga situación que vive en Guatemala. Barrios, el presidente de ese país destituyó al cubano José María Izaguirre de la dirección de la Escuela Normal, y Martí, en un gesto de solidaridad con quien le había abierto las puertas de aquella institución, renunció a las cátedras de Filosofía y de Literatura. Izaguirre fue el fundador de la Escuela Normal de Guatemala, siendo ministro de Educación Marco Aurelio Soto”.

Siempre en su libro, Membreño cita en otro párrafo del capítulo en referencia que la fuente de aquella afirmación de Valle es Ernesto Alvarado García, uno de los escritores hondureños más apasionados por el estudio de la vida y obra de Martí y la presencia de los cubanos en Honduras en el periodo de la reforma liberal y la primera mitad del siglo pasado, como lo demuestran sus ensayos: “Cuba en Honduras”, “Martí en Honduras” Y “El Amor de Martí a Honduras”.

“Otro de los grandes intelectuales estrechamente ligado a Honduras fue José Joaquín Palma (cito párrafo página 31), llegó a Honduras el 3 de julio de 1878. En Tegucigalpa, siendo secretario del doctor Marco Aurelio Soto, enseñó arte métrica y declamación en la Escuela Nacional de Bellas Artes. (Pag. 32) Rafael Heliodoro Valle, en El Paisaje de Honduras, se refiere al poeta cubano y al poema dedicado a Tegucigalpa, que se aprendía y se declamaba en las escuelas y colegios cuando se evocaba el mundo intelectual de la reforma. José Joaquín Palma, vio desde una meseta, en el fondo la lontananza con montes, una ciudad blanca, dentro de un circulo de pinares, y exclamó: “Bella, indolente, garrida/Tegucigalpa allí asoma/ como un nido de paloma, sobre una rama florida”.

La presentación de esta obra dejo impresionados a los alumnos del IDO. El autor por su parte indicó que el libro le llevó muchos años escribirlo. Su principal satisfacción es haber hecho un recorrido histórico con destacadas figuras intelectuales tanto de Cuba como de Honduras. El libro consta de 113 páginas y ocho capítulos.

Volvamos a la lectura. Las bibliotecas no deben desaparecer y mucho menos los lectores. Quieres ser sabio, lee y escudriña. Apoya a los escritores nacionales, sin importar su ideología porque los sabios resplandecerán como las estrellas en el firmamento.

Autor: Luis Alonso Gómez Oyuela
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