EL CONSEJO ASESOR DEL JEFE DE ESTADO Y LOS COOPERATIVISTAS

Por: Juan Ramón Martínez

En 1975, gobernaba el país Juan Alberto Melgar Castro, nombrado por el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas para sustituir a Osvaldo López Arellano. Fue la primera fisura en el proyecto reformista–militar. Melgar ocupaba la Jefatura de Estado, mientras que Policarpo Paz, la Jefatura de las Fuerzas Armadas. En junio 25 de ese año, el país se llenó de estupor ante los acontecimientos violentos de Olancho. Todo el mundo, incluido los militares, rechazaron aquella barbarie. Por su parte, los partidos políticos, los formadores de opinión y el pueblo en general, reclamaron por el regreso al estado de derecho. Los cooperativistas que compartían con fervor la utopía de una sociedad mejor, enriquecida por el cristianismo y por las fórmulas de la cooperación organizada, creyeron que habiendo mostrado los militares sus debilidades, el proceso de reacomodo de las fuerzas sociales, era un hecho inevitable y que, ellos, debían participar como alternativa complementaria con la cual, perfeccionar la sociedad. Para ello, había que integrar un movimiento, movilizando a los cooperativistas. Dos años antes, un grupo de dirigentes, había creado el Comité Nacional de Integración Cooperativista, integrado por las federaciones existentes. Entre los que se involucraron, estuvieron Carlos Cáceres Arce, René Méndez de la Cooperativa de Sastres, Arnaldo Castillo Guiza, Gerente General de Facach; Diego Pérez Oliva – español exsacerdote, Secretario del Comité de Integración Cooperativista, antecesor inmediato de la C.H.C.—Juan Ramón Martínez, Jefe de Operaciones de FACACH, el más ideologizado de todos por su formación social cristiana; René Chinchilla Rosell, Gerente regional de Facach; Fausto Erazo Camacho, exdirectivo de Facach e involucrado en las cooperativas de Consumo, José Azcona del Hoyo, Gerente de Fecohvil, y Francisco Alberto Rodezno, que creía que debía acompañar los esfuerzos de la mayoría. Constituían un grupo interesado en darle un nuevo giro al cooperativismo.

No todos los demás dirigentes compartían de la misma manera estos entusiasmos. Los opositores eran Efraín Díaz Galeas, Presidente de FEHCORA; Elías Villegas, de FEHCOCAL: Rubén Díaz Solano, dirigente transportista, dueño de buses, conservador de la vieja guardia y disciplinado seguidor de Ricardo Zúñiga, el que velaba sus armas, esperando su oportunidad de ser candidato del Partido Nacional y llegar a la Presidencia de la República. Solano era miembro además de la primera generación de cooperativistas, que por temperamento usaba, en forma visible, pistola al cinto, que creía que, además entendía que el movimiento cooperativo era más suyo que de los últimos que habían llegado a sus filas; Godofredo Sierke Quirós, funcionario público, director de la Dirección General de Fomento Cooperativo, que consideraba su deber, vigilar al movimiento; Mario Figueroa Flores, abogado liberal, inteligente y despierto pero que confiaba muy poco en la ideologización del cooperativismo y René Alvarado, un joven inteligente; pero oportunista, poco fiel a sus afectos. Pero pese a sus diferencias, los dos grupos estaban de acuerdo en que el cooperativismo debía fortalecerse y participar en la modernización de la sociedad, una vez que los militares abandonaran las tareas gubernamentales. El único, abiertamente opuesto, era José Azcona del Hoyo, porque creía con ella, buscaba postergar el retorno al orden constitucional. E impedir el regreso de los liberales al poder. Y además, no confiaba en los militares.

La salida de López Arellano del liderazgo de las Fuerzas Armadas, debilitó mucho en lo político a la institución. Melgar Castro, aunque popular, — que se desplazaba en los estadios de fútbol con una simpatía que muy pocos se atrevían a exhibir porque temía que si se acercaban mucho al pueblo, este les perdería el respeto–, no controlaba a la institución armada en la forma que lo hiciera López Arellano. Frente a esta realidad, Melgar creyó en 1975, que había llegado el momento – frente al cansancio y las dudas que crecían a ojos vista entre la clase política – de intentar un acercamiento con la sociedad, que le permitiera un regreso a la institucionalidad democrática, encabezada por un militar. Él, por supuesto, percibió, probablemente antes que nadie, que el proyecto militar derivaría en elecciones y la entrega del poder a los partidos políticos. Por eso imaginó el Consejo Asesor en donde, en un modelo corporativo, deberían involucrarse todos los sectores. En el Instituto de Formación e Investigación Cooperativo, — aparato ideológico del cooperativismo creado a principios de 1975 — llegaron a la conclusión que el cooperativismo debería participar a la par del conjunto de organizaciones representadas en el Consejo Asesor. Ello creó un grupo encabezado por Solano, que buscaba como posicionar bajo su liderazgo en el cooperativismo como fuerza dócil, al Partido Nacional, bajo cuya bandera, Melgar buscaría constitucionalizarse, y que rechazaba a Martínez como delegado cooperativista. Solano, contaba con la mayoría de las representaciones de las Federaciones (Fehcocal, Fecohra Fecoagroh, Fehcil, Facach, Fenacotral), los representantes del gobierno – Mario Figueroa Flores y René Alvarado – y los tímidos como René Chinchilla que, no terminó de entender el juego; y Guiza que inteligentemente evitó comprometerse con ninguna de las posiciones. José Azcona que no confiaba en Solano, creía que el movimiento cooperativista no debía participar en ningún arreglo con los militares. Solano, había empezado incluso a preparar el listado de los dirigentes de todas las cooperativas del país, las que fueron ofrecidas a Ricardo Zúniga. Pero Zúniga Agustinus, sabía que los cooperativistas no eran una fuerza homogénea, por lo que no lo tomó en serio. Además, Zúniga quería una salida con el como Presidente, por lo que Melgar era un contendiente potencial suyo. En una reunión privada, Solano logró el respaldo de Rodezno, Guiza, Díaz Galeas, René Chinchilla, para articular una fórmula, integrada por el primero como propietario y Guiza como suplente, con lo cual, logró evitar que Martínez representara a los cooperativistas en el Consejo Asesor del Jefe de Estado.Francisco Alberto Rodezno, Presidente de la Confederación de Cooperativas era amigo de Melgar, por lo que además de nombrar al Coronel César Elvir Sierra como Presidente, eligió a Rodezno, representante de las cooperativas, como vicepresidente del mismo. Ninguno de los partidos políticos mayores, participó. En cambio si los hicieron varios grupos de “izquierda” vinculados con la UNAH. El Consejo asesor empezó sus reuniones el 9 de marzo de 1976, amparado en el decreto 327, usando para sus sesiones, las instalaciones del Congreso Nacional, –vacías hasta entonces–, como sede. Fue un mensaje inocultable y muy preciso a las fuerzas políticas del país. Ese día, los cooperativistas por primera vez se sentaron al lado, de igual a igual, con todas las fuerzas políticas, sociales y económicas del país. Se había dado posiblemente el más importante paso para independizarlo de la tutela del gobierno y para mostrarlo como una fuerza de cambio a favor de un país mejor. Ni Rodezno y mucho menos Guiza, entendieron la trascendencia del acto en que participaban. No sabían que antes que la constitucionalización de Melgar, se iniciaba allí el retorno de los militares a sus cuarteles, por el descuadre que tres años después, provocaría, en la región, la caída de Somoza en Nicaragua, el 19 julio de 1979, a manos de los revolucionarios sandinistas. Y que los cooperativistas, pronto empezarían a decaer como fuerza participativa en el debate nacional.