Luis Ernesto Zepeda: describe la obra invaluable de Mario Zamora Alcántara

DANLÍ, El Paraíso. “No hay profeta en su propia tierra”. Lamentablemente es verdad, no porque no haya hombres y mujeres capaces, sino porque el egoísmo de los incapaces menosprecia el talento y la capacidad de tantas personas que han calzado la sandalia del peregrino para buscar fuera de su terruño, las oportunidades que aquí les fueron negadas.

No hace mucho, en la ciudad de México, falleció un hombre cuyo talento dejó huellas que la historia recogerá, aunque en vida no se le haya reconocido sus méritos personales y artísticos. Mario Zamora Alcántara, escultor; que encontró fuera del terruño patrio las oportunidades que aquí se le negaron. De no haber sido los medios que publicaron sendos reportajes con motivo de su deceso, nadie sabría que dejó una inmensa obra de arte en su patria.

La persona más indicada para contarnos parte de la vida de Mario Zamora Alcántara es Luis Ernesto Zepeda, un reconocido artista de la pintura, también con renombre internacional por la calidad de sus obras que han sido expuestas en diferentes galerías de Europa, Estados Unidos y Honduras.

Zepeda, es sobrino del escultor Mario Zamora Alcántara, nadie mejor que el para describirlo y ponderar sus virtudes, al igual que la de sus familiares que por circunstancias de una época turbulenta de la política se vieron obligados a abandonar el país desde muy jóvenes, es interesante que la familia Alcántara tiene origen árabe por su espíritu creativo extraordinario y los Valle Zamora, gente dinámica; por ejemplo, los primos de Mario se fueron de Honduras con destino a México en los años 30, este país los absorbió como hijos propios, uno de ellos Guillermo Valle Zamora, llegó a general del ejército de aquel país, fue edecán del presidente de México en los años 40 y 50, Jorge Zamora Valle, excelente médico en ciudad Juárez donde tenía una excelente clientela por su calidad humana. Años después por sus vínculos familiares y amor a su patria se vino a esta ciudad, acompañado de su esposa Carlota del Valle Zamora, una mujer bellísima, cuya bisabuela había venido a México a mediados del siglo XIX, como dama de honor de la emperatriz Carlota, esposa del emperador Maximiliano.

La historia de los Zamora está vinculada con la historia de México, el caso particular del general Guillermo Valle Zamora, que todavía vive, es un ejemplo de cómo la familia de Mario Zamora era muy reconocida en aquel país, donde Mario encontró lo que aquí de alguna forma le fue negado. El presidente Ramón Villeda Morales le ofreció al general Valle Zamora la embajada de Chile pero no le interesó la oferta y regresó a México.

Zepeda recuerda haberle preguntado a Mario las razones por las que se quedó en México, la respuesta fue, aquí me han tratado maravillosamente, a los 22 años lo mandaron a Roma a estudiar como el mejor estudiante de Bellas Artes, época en la le pidieron hacer una estatua de la actriz María Félix, más conocida como la diosa arrodillada.

El amor a Honduras, lo trae de vuelta al país cuando contaba con 36 años, construye en el Palacio Legislativo esa monumental obra en relieve, sin embargo, fue tratado con desprecio, con una indiferencia espantosa; no valoraron su trabajo, por el contrario, fue objeto de críticas groseras por algunos escultores nacionales, pero hasta hoy, nadie ha superado sus obras. Mario sintió en carne propia la indiferencia de la cual fue objeto pero nunca dejó de amar a Honduras. Pocas veces expresó su tristeza por esa marcada indiferencia, es algo que les ocurre a los artistas, somos víctimas de la envidia y del desconocimiento de los que no entienden el arte, expresa Zepeda con marcada resignación.

Mario fue miembro de la asociación de cazadores, un trotamundos; viajó por diferentes países, le gustaba la caza y la pesca, pero lo que más le apasionaba era su arte. Era un hombre muy culto, desgraciadamente, aquí no lograron conocerlo tal cual era. Su historia es maravillosa, no lo conocieron aquí en Honduras porque desconocían de qué material estaba hecho.

Intentó abrir una escuela de escultura aquí en Honduras pero cuando llegó a Bellas Artes no le abrieron las puertas, porque la envidia no les dejaba ver la realidad y mucho menos sus buenas intenciones. Recuerdo que el director de la escuela, un señor de apellido Lozano, reunió a todos los maestros para hacer pedazos la obra de Mario, al darse cuenta de mi presencia me sacó de la clase porque sabía que era sobrino de Mario, así lo trataron, con envidia y desprecio, sin embargo, nunca se rebajó ante nadie para discutir sobre sus obras, siempre supo quién era y quiénes valoraban su trabajo.

Reportaje único de LA TRIBUNA del 13 de febrero de 1988.

El pintor Zepeda, afirma que la obra de su tío, va más allá de lo que hizo en Honduras, en Nueva Orleáns está un busto de Morazán, en San Francisco, uno del científico Finlay; Jacqueline Kennedy, tuvo en su haber muchas obras de Mario, ella estuvo enamorada de su arte, también existen esculturas en Perú, Ecuador y México. Fue un artista reconocido fuera de Honduras, muy valorado en el extranjero. Alternó con muchas personalidades del mundo artístico de Hollywood, pintores, escultores y escritores de renombre.

Mario Zamora Alcántara, de acuerdo a lo expresado por Zepeda, no fue partidario del arte moderno, estilo Botero, por ejemplo, no era parte de sus fortalezas pero admiraba el arte contemporáneo, reconocía ser un artista de otra época y valoraba lo que aprendió en su momento. Nunca estuvo interesado en el arte vanguardista pero como profesional conservó los valores éticos, dio el lugar a los vanguardistas sin ver en ellos competencia.

Mario Zamora en compañía del Dr. Paul Jees y Cornel Wild.

Un detalle interesante en la vida de Mario, es que nunca fue un hombre egoísta, le gustaba compartir sus conocimientos, muchas veces me enseñó cómo se hacían los moldes en cera, de arena pedida, en bronce y lo que aprendió en Italia, en Grecia y la cantidad de travesuras que hizo cuando andaba enamorado, y tantas otras cosas de su vida privada.

Es una lástima que en Danlí haya gente que no conoció a Mario Zamora Alcántara. Desgraciadamente porque en Honduras el arte y la cultura no forman parte de la política del Estado. Mario deja un legado, podrán criticar su arte, pero jamás igualar su grandeza. Su obra está allí, incluyendo una estatua de una mujer de rodillas recibiendo dádivas de los organismos internacionales, es una obra protesta que ojalá algún día pueda ser expuesta, porque el arte no debe tener colores, ni mucho menos ideologías.

La mano del escultor Zamora.

 

Estatuillas de indígenas mexicanos del escultor.

 

Jacqueline Kennedy estuvo enamorada del arte de Zamora.

Autor: Luis Alonso Gómez Oyuela
Email: [email protected]