EN COSTAL ROTO

NO deberían echar en costal roto esa preocupación del jefe de Estado hondureño en lo que concierne al cambio climático y a los precios internacionales del café. En un foro mundial de productores de café, celebrado en Medellín, propuso a los países organizarse para que se pague “lo justo” por el grano en los mercados internacionales. “Estoy hablando –les dijo– de un esfuerzo legítimo de organizarnos para defender nuestros propios intereses”. “Los productores –ejemplificó– apenas reciben una mínima parte del precio que pagan los consumidores por la taza de café”. Trasciende que la iniciativa del hondureño de crear una organización –una especie de movimiento mundial– que decida a quienes venden y a cuanto venden, fue bien recibida. Música a los oídos. La actividad, azotada por tantas plagas y otros flagelos, además de los vaivenes del clima sufre de la volatilidad de los precios internacionales.

Algo así de interesante, no es la primera vez que se plantea. En el pasado ha habido varios intentos de organizarse, tanto los países productores de banano como los de café, buscando obtener mejores precios en los mercados internacionales. De hecho, el cultivo de estos productos es ingrato. Todos los riesgos los asumen los productores, pero como se trata de postres, los precios internacionales obedecen a la intríngulis de la oferta y la demanda.

Con la desventaja para estos países –que se pelean entre sí para sacar al mercado todo lo que producen– que siempre es más la oferta que la demanda. Y como son grandes cantidades del producto que salen al mercado, los precios se mantienen relativamente bajos, a no ser que ocurra una desgracia climatológica en alguno de los grandes productores y el rubro escasee a nivel mundial. Últimamente los precios más equitativos se han centrado en la venta de cafés de calidad. Pero el grueso de la producción obtiene precios inferiores. Hay rachas buenas y otras malas. No somos expertos en la materia, pero varios ensayos orientados a limitar la producción, para obtener precios más altos en el mercado, no han tenido éxito. Más bien los sufridos países productores tienen que lidiar con cuotas y hasta con subsidios que algunos grandes consumidores otorgan a países o colonias que quieren favorecer. Hasta donde la memoria nos alcanza, hubo aquí en el país –en la era del “populismo” cuando se creaban corporaciones de la madera y otras vainas que acabaron en rotundo fracaso– una Corporación Hondureña del Banano.

Los ministros –de los regímenes militares– de aquel entonces, tuvieron la ocurrencia que por medio de ese tipo de corporaciones podían lograr junto a otros países algo parecido a la OPEP. La diferencia, como ya dejamos establecido, es que el odioso cartel de la OPEP vende crudo, que es un artículo básico y estratégico mientras los bananos y el café son accesorios en la dieta de los consumidores. Hay adictos –digamos al café– pero es tanto lo que se produce en el mundo, aparte que todos los productores tratan de vender lo más que pueden de su cosecha, que la abundancia termina hundiendo los precios. No prosperó aquello de limitar la oferta de los productos agrícolas en aras de lograr mayor rentabilidad. En cambio los gorrones de la OPEP tuvieron al mundo en zozobra durante muchísimos años, cobrando precios de extorsión por su petróleo. Hasta que el mercado funcionó en su contra y se desplomaron los precios. Pero insisten. A cada rato se reúnen para propulsar el alza de los precios de las gasolinas. Hace poco llegaron a un acuerdo de limitar la oferta del crudo y los precios subieron. Pero como el “imperio” con la producción de esquisto ha elevado sus reservas, amolaron al cartel.