La mujer que le salvó la vida a Chester Bennington en varias ocasiones

El suicidio de Chester Bennington, vocalista de Linkin Park, despertó un malestar colectivo en toda una generación de jóvenes que crecieron con sus canciones.

Y es que cuando la causa de muerte de un ídolo es «depresión y drogas», es imposible no ponerse a pensar ¿por qué esa soledad? teniendo una vida de rock star, entre viajes, una banda y hasta familia, todo debería ser fiesta y diversión.

Pero no, los demonios internos a veces resultan más poderosos que uno y tristemente, Chester Bennington perdió la batalla contra ellos, aún cuando libró una valiente lucha por superar sus adicciones.

La depresión lo persiguió durante gran parte de su vida adulta pero hubo una figura que se convirtió en una luz para Chester: Talinda Ann Bentley, su segunda esposa, quien lo rescató de «saltar al vacío» en múltiples ocasiones.

Su tórrido romance comenzó en 2004, después de que el músico Ryan Shuck los presentara. La atracción fue tal, que a los pocos meses ya estaban viviendo juntos.

Chester y Talinda se casaron poco después de divorciarse de su primera esposa, Samantha Marie Olit y tuvieron tres hijos juntos, Tyler Lee (11) y los gemelos Lila y Lilly (6). En 2009, Chester reveló que Talinda debería ser reconocida por ayudarlo a combatir su depresión.

«Mi divorcio fue una de las peores y mejores cosas que me pasaron en mi vida. Todo lo que había trabajado tan duro se había ido ¡Todo! Me sentía exterminado y fue duro para mi ego dejar ir todo eso. Pasé de vivir en una casa enorme a un pequeño apartamento en Santa Mónica.

Estaba tan agotado y amargado durante ese tiempo», confesó Chester. «Pero finalmente aprendí de ello y seguí adelante», añadió, «me enamoré de nuevo y eso me ayudó a enfrentar a mis demonios…Cuando conocí a Talinda, supe que era la indicada al instante».

Ocasionalmente Chester le dedicaba poemas en su cuenta de Instagram.

«Sus ojos son como las flechas del arco de Cupido. Su sonrisa es como los cañones en los que he caído. Su voz es como el gorrión que me roba el alma. Sus dedos son como un hilo sedoso que mantiene mi cuerpo caliente.

Sus manos son como el canto de una madre que calma mi corazón (…)  Porque yo soy sólo un hombre humilde. Ha puesto un resplandor en todo lo que ha tocado. Y ella es como el océano sin fin que corre sobre mí y remueve mi corazón dolorido»