La Gatera II: La Vida de la Iglesia Católica Carlos Martínez V (Chiquimula)

Relatada, a grandes rasgos, la vida política que se vivía en la ciudad y se trasladaba a la Universidad. Conviene ahora, hablar de la vida de la Iglesia Católica en la Tegucigalpa de esos años y que también, de alguna manera se reflejaba en la Universidad, para entender bien los dos ambientes en que vivió “La Gatera”, el universitario y el religioso.

Vamos a tratar de describir el tipo de católico, en especial los hombres que había en ese tiempo, de quienes se decía que eran católicos de viernes santo y que solo asistían a las iglesias para bodas y funerales, se paraban en la pared del fondo del templo, con un pié apoyado en la misma, listos para salir lo más rápido, tan luego terminara la misa y los que habían sido alumnos de los colegios católicos, cuando se les invitaba a algo que tuviera olor de iglesia, contestaban que con las misas a que habían asistido obligados en el colegio, tenían para toda la vida. -La misa era en latín, nadie entendía lo que el celebrante decía de espaldas a los fieles y por eso, aquel dicho, que ya nadie usa, de “me quede en misa”, cuando no se había entendido algo que se explicaba o se decía, dicho que hoy, se ha cambiando por el opuesto, “no estás en misa” cuando alguien no se da cuenta o no entiende algo, lo que comprueba algo que oí una vez: “Que los dichos de los viejitos son evangelios chiquitos, porque también dicen la verdad”.-

Los hombres y también las mujeres que asistían a misa regularmente y que más o menos observaban los preceptos de la Iglesia Católica, sobre todo, si eran estudiantes universitarios, se hacían acreedores al calificativo de “beatos”, insulto que al mismo tiempo, llevaba aparejado un desprecio incalificable, difícil de entender hoy. El actual insulto de “basura”, se le asemeja.

En ese ambiente, en 1960, Carmen Azcona, en último año de Farmacia, se dio a la tarea de reunir a los universitarios que asistieran a misa los domingos, algo que hizo sobre lo que quedaba de un anterior grupo de Acción Católica Universitaria, que se había disuelto, como consecuencia del desprestigio que le había producido el hecho de que, el primero de mayo de 1959, cuando se discutía en el Congreso Nacional el Código del Trabajo y, con la no objeción del Párroco de la iglesia Catedral, miembros de ese grupo habían desecho el mitin de los obreros en el parque central, repicándoles las campanas, porque en ese tiempo, todos los mítines y reuniones tenían por tribuna el atrio de la Catedral, que no tenía esa verja de hierro que tiene ahora y que fue puesta, no se por quien, después de un gran zafarrancho que hubo con motivo de una visita de Tachito Somoza a Oswaldo López.- En ese tiempo, el Parque Central no tenia árboles, solo habían unos bancos de cemento y de forma circular en cada una de las cuatro esquinas, unos cuantos arriates con más monte que otra cosa y calles encementadas, ideal para mítines y reuniones públicas.

Los del grupo que formó Carmen, nos reuníamos semanalmente en un salón interior del segundo piso de la casa que ocupaba la recién fundada por monseñor Evelio Domínguez, Radio Suyapa. Este movimiento formaba parte de PAX ROMANA MIEC (MOVIMIENTO INTERNACIONAL DE ESTUDIANTES CATÓLICOS) con sede en Bélgica. A nosotros la formación y la Información nos llegaba desde El Salvador, sobre todo por medio de alumnos y exalumnos de los jesuitas. De este país, con alguna periodicidad nos visitaban estudiantes universitarios, en ese tiempo, que después fueron dirigentes de la Democracia Cristiana Salvadoreña. Recuerdo a Héctor Dada Iresi y Pablo Mauricio Albergue, estudiantes de Ingeniería y Derecho respectivamente.

El guía espiritual del grupo era el entonces presbítero Juan Antonio Vegas Manchado, exdominico español, venido de Guatemala, y que desempeñaba un cargo de capellán de El Hospital San Felipe, el principal Hospital público del país. Eso de Capellán del Hospital San Felipe, es algo que a todo el mundo le ha de sonar muy raro, era una plaza pagada por el Estado como consecuencia de un contrato celebrado entre el Hospital y las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl, las de la nostálgica toca blanca triangular y hábito azul gris, orden religiosa femenina, cuyo carisma es el cuidar de los más pobres en los Hospitales. Eran famosas por ello. La presencia de estas hermanas en el San Felipe es la razón que tan cerca del Hospital se haya construido la iglesia de la Medalla Milagrosa, que es la advocación de la virgen María bajo cuya protección puso a esta orden su Fundador. Allá por los años cincuenta, esa zona de Tegucigalpa casi solo había potreros y matorrales, a excepción del Liceo Hondureño, ahora Sagrado Corazón y unas pocas casas más.

Pese a sus compromisos en el Hospital, el padre Vega nos daba con gusto y con esfuerzo una asistencia limitada más que todo acompañándonos en las reuniones semanales que eran martes o miércoles por la noche a partir de las siete.

Ahora, sorprenderá que hablemos de Internacionales de Estudiantes Universitarios, pero la efervescencia ideológica marxismo/democracia en todas las universidades de América Latina era enorme. En Praga, estaba la sede de la Internacional de Estudiantes Comunistas, (o Socialistas, como se llamaban ellos).

En este ambiente, a mediados de 1961 Elina Padilla, estudiante de Derecho como yo, me dijo que Monseñor Fogaz, quería hablar conmigo. Monseñor Estaban Fogaz, un presbítero eslavo, era el Secretario de la Nunciatura Apostólica. En ese tiempo el Nuncio era concurrente aquí y en Nicaragua. Y pasaba más tiempo allá, por lo que los asuntos en Honduras eran atendidos, en su mayor parte, por el Secretario.

Al entrar en el calor de la plática, me contó que se había dado a la tarea de buscar las razones por las que los estudiantes universitarios, que para esos años, no creo que en total en las seis facultades existentes, llegáramos a los dos mil, no asistían a la Iglesia y que sabiendo que yo frecuentaba, en ese tiempo, la iglesia Los Dolores y que además era miembro de lo que se denominaba Acción Católica Universitaria, quería saber más de este grupo así como las razones de esa ausencia.

Me reuní varias veces con Monseñor Fogaz y comentábamos la situación de nuestro grupo, prácticamente ignorado por la curia episcopal de ese tiempo. Monseñor Fogaz me manifestó que él haría lo posible para que un presbítero viniera al país y se dedicara en tiempo completo a la asistencia del Movimiento Universitario.

Monseñor Fogaz fue trasladado a otra sede diplomática y no volví a tener noticias del asunto hasta que a principios de 1962 tuvimos información que vendría destinado a la asistencia a tiempo completo del Grupo Universitario Católico, un Sacerdote Jesuita y que el mismo se matricularía como estudiante de la facultad de Derecho, como efectivamente así lo hizo.

Aquí debo manifestar que casi todos los miembros del grupo teníamos activa militancia en la política universitaria a través del Frente Unido Universitario Democrático, el FUUD, y ejercíamos más influencia que la que podía esperarse del pequeño grupo, porque estábamos en las 6 Facultades y hacíamos y decíamos lo mismo.

Como apuntamos, en la sociedad en general y en la Universidad en especial, al final de los años cincuenta e inicio de los sesenta del siglo pasado, existía un anti-clericalismo más o menos larvado, debiendo recordar que estamos en la iglesia Preconciliar y que ella misma se había escondido en las sacristías y, si a ello le agregamos que algunos de los principales dirigentes del Frente Unido, eran hijos de masones, el rechazo a lo que oliera a cera, incienso y sacristía, aumentaba.

Me acuerdo que cuando en una reunión informal en casa de Nando Montes comuniqué a este, a Nicolás Cruz Torres y Rubén Villacorta, la llegada del P. Juan Enrique Fisher y que además se matricularía en la Facultad de Derecho, no les cayó nada bien la noticia, de que un sacerdote fuera a ser, en forma pública, el guía de un reconocido grupo del Frente Unido y menos aún que el mismo fuera, estudiante Universitario. Ello, decían, daría argumentos al FRU para acusar al Frente Unido de beato, de amigo de los curas y de aliado de las fuerza más conservadoras del país,
Les argumentamos que no temieran. Que los miembros del grupo éramos unos cuatro gatos, que nadie nos podía acusar en la U de conservadores y de ahí, a llamarnos los “Gatos de Fisher” o Fishercats, no hubo más que un paso y cuando Fisher estableció el Centro de Estudiantes, este pasó a llamarse “La Gatera”. El apodo pegó y se nos continuó aceptando, junto con el Padre Fisher, quien además hay que decirlo, era joven, simpático, platicador, pues, como ya lo apuntamos, hablaba bien el español.

Considero que es una labor casi imposible, por lo menos superior a mis capacidades de narrador de esta historia que viví en primera persona, tratar de recrear para que el lector se forma siquiera una idea del ambiente político estudiantil de la Universidad, donde se reflejaba el ambiente nacional y de América Latina. Castro, que había accedido al gobierno de Cuba y en ese tiempo sesenta y uno/sesenta y dos fue la fallida aventura de la Bahía de Cochinos que puso a hervir las Universidades de América Latina, Cuba decíamos en ese tiempo tenía Embajada en Honduras y el desfile de estudiantes de la Universidad y de algunos de los últimos años de colegios e institutos era constante, allí regalaban propaganda y libros, uno de ellos, recuerdo muy bien era el Tratado de Economía de la Unión Soviética. Era libro de texto en la clase de Economía Política del segundo año de Derecho, que la servía el Abogado Marco Antonio Villamar que fue el Ministro del Presidente Arbens, de Guatemala, derrocado con la ayuda del gobierno de Honduras, en 1954. El viajar a Cuba, invitado por el gobierno de Castro, era algo con lo que los estudiantes de izquierda soñaban; así como participar en las giras que el Departamento de Estado hacía para visitar Universidades de los Estados Unidos era algo con que también soñaban muchos en el Frente Unido.

La Facultad de Derecho, que tenía el mayor número de estudiantes de la Universidad, era, con mucho, la Facultad más revuelta en este sentido y los principales dirigentes de ambos Frentes eran estudiantes de Derecho, lo que se facilitaba por la naturaleza de los estudios, más de leer que de practicar, algo que no era así en Ingeniería por ejemplo y no digamos en la Escuela de Medicina de esos años. Estas tres facultades, más Farmacia, Odontología y Economía, formaban la Universidad.

Había en ese tiempo reuniones internacionales de estudiantes universitarios de todas las tendencias. Hubo Congresos en México en Bogotá, en Bolivia, en Cuba, Checoslovaquia, la URRS, etc.

Al aparecer Fischer, comenzó a reunirse con el Grupo de la Acción Católica, semanalmente, como era la costumbre, en el local que ocupábamos en la casa donde funcionaba Radio Católica. Dado el ambiente político de la Universidad, percibió la necesidad que existía de formación en el campo de la Doctrina Social de la Iglesia y para la semana del Estudiante de 1962, que era un feriado sagrado de ocho días, organizó un curso que duró toda la semana, curso que fue dictado por un jesuita vasco, residente en Venezuela, el padre Aguirre y los seglares, una, venezolana, Carmela, un cubano exiliado en Venezuela, Pedro Pablo. Los dos, estudiantes universitarios.

El curso se realizó en la instalaciones que las hermanas de María Auxiliadora tienen en Ojojona; en este local eran las clases y dormían las compañeras. Los varones en una casa propiedad del párroco, el padre López. Al curso, ya no solo asistimos la mayor parte de los que formábamos la Acción Católica, si no que otros estudiantes, que se habían agregado, tanto por el trato con Fischer como por invitación nuestra. El curso, al que fuimos más de cuarenta estudiantes, causo sensación, dando cierta cohesión al grupo y aumentó el número de sus miembros y de simpatizantes.

Pronto se hizo evidente que el local en Radio Católica era insuficiente y esto, unido a que Fisher pronto se dio cuenta de un gran problema que tenían muchos de los estudiantes que eran de los pueblos; estos vivían en casas, junto con otros, que se llamaban pensionados o en cuartos que, se alquilaban en una casa, en el cual vivían uno o dos estudiantes.

Los dueños de estas casas y pensionados, no les gustaba mucho que los focos de la luz pasaran mucho tiempo encendidos, mientras uno estudia. Algunos de día trabajaban y solo por la noche, podían estudiar. Muchos lo ignoran pero algunos lo recordarán, que dado el hecho de la tranquilidad y seguridad de la ciudad, hombres y mujeres, amanecían estudiando en las calles bajo la luz de los postes del alumbrado público.

Fisher como buen Jesuita y además gringo, pronto entró en contacto con gente que económicamente le podía ayudar. Buscó una casa adecuada, grande, en la que se habilitaron cuartos con buena luz para que el que quisiera podía estudiar toda la noche, sin que nadie le reclamara el gasto de la electricidad. El primer local fue una casa de dos pisos ubicada en el barrio La Hoya, una cuadra al sur de las famosas gradas de ese barrio, propiedad del ingeniero Luis Ulloa, se instaló lo que oficialmente se llamó “Centro de Estudiantes” y así tuvo un rótulo.

El centro lo dotó Fisher de una muy buena biblioteca de temas religiosos y sociales. Ahí se podían encontrar las obras de los principales teólogos de la época que participaban en el Concilio Vaticano II, como Congar, Lubac, etc, de los más influyentes escritores sociales así como las novelas más famosas y libros de cultura general. Hubo una Discoteca con música clásica y popular; venta de frescos de botella y salones bien iluminados, buenos pizarrones y almohadillas y cómodas sillas y pupitres para estudiar.

En este local se instaló una mesa de ping pong y también estaba dotado de varios juegos de salón, ajedrez, damas, no te enojes, monopolio, etc. Es decir, un lugar, al estilo de los centros de estudiantes de las universidades de los Estados Unidos.

Fisher, desde que vino, oficiaba todos los domingos una misa para el Grupo en el llamado “Centro Loyola” que tenían los Jesuitas, en la calle principal de la colonia Palmira, cerca de donde ahora están los puentes de la Guadalupe, que ya fue destruido para construir un nuevo edificio. A esta misa dominical, que Fisher pronto trasladó a La Gatera asistían, de 40 a 50 estudiantes universitarios, pues el Grupo, como resultado del curso en Ojojona había aumentado en miembros y simpatizantes. El Concilio Vaticano II estaba en pleno desarrollo, otros aires soplaban y el ambiente de rechazo a lo que era de la Iglesia en la universidad, se había disipado bastante.

A La Gatera, Fisher también la había dotado de un mimeógrafo, un aparato ahora antediluviano que, cual servía para imprimir lo que se picaba en un stencil y así se obtenían buenas copias impresas.

Marco Vinicio Matute, un activo Fishercat’s antes de irse al Tecnológico de Monterrey y yo, nos dimos a la tarea de picar a lo largo, en una máquina de escribir manual de carro ancho, un stencil y así reproducimos en español las partes de la misa que les correspondían a los asistentes. Por lo anterior, puedo decir, sin temor a equivocarme que en Tegucigalpa, fue en La Gatera el primer lugar en donde la misa se celebró en español.

Así se inició La Gatera y la verdad nada tiene que ver con, algo que hace algún tiempo, un señor Matute escribió en LA TRIBUNA sobre la Gatera. La Gatera, por lo menos hasta el año 1967 en que dejé de vivir en ella, nunca fue un centro para estudiantes de secundaria, era solo para universitarios.

El primer local pronto resultó insuficiente y la Gatera, se mudó a una casa más grande, propiedad de Don Esteban Díaz, que estaba a un lado de las gradas grandes, también en el barrio La Hoya. Desde el primer momento, el cuidado de la Gatera y su mantenimiento, estuvo a cargo de estudiantes que vivían en la misma Gatera y los primeros dos fueron Héctor Morán Mejía, que estudiaba Ingeniería y Juan Arnaldo Hernández “El Chele” que estudiaba Derecho. Al “Chele”, a los pocos días, lo sustituí yo, en 1962 y viví en la Gatera hasta diciembre del 67 que me case.