Baile de disfraces en el Country Club de Tegucigalpa

Por: Patricia D´Arcy Lardizábal

“Los tres huastecos”, todavía no  sé el porqué los disfrazó Mayita Fortín de Casco a mis primos, Daniel Arturo, Roberto y Leonardo, de “charros mejicanos”; pero dicen por allí que fue por una película famosa que se llamaba así; total ganaron el primer premio ese año.  A mi hermano Carlos lo vistieron de marinero, me imagino también que porque mi abuelo Mark D´Arcy, era capitán de un barco de pasajeros de la United Fruit Company, que atracaba en Puerto Cortés. El barco me contaba mi madre se llamaba “Contessa”.

Como mi abuela paterna era de origen irlandés, me traía con sumo cuidado,  mi abuelo Mark,  un regalo de ella: un disfraz de “escocesa, con todos los “mikis”,  lo cual  me  hacía sentir la mamá de tarzán.  Ese año, me gané el primer premio en el Country Club. El maestro de ceremonias era don Jorge A. Coello, gran amigo de la familia,  y diariamente pasaba frente a nuestra casa, (vivíamos en ese entonces frente a la vieja “Casa Presidencial”), don Jorge, siempre estaba en  el protocolo, y era un gran bailarín de “tango”, el cual practicaba con mis tías las Lardizábal cuando regresaba de sus quehaceres protocolarios.  Pero ya me salí del baile de disfraces del Country Club y de sus fiestas con gente (como dirían en el norte de los Estados Unidos) de  “old money” o sea de buenas familias y de buenas costumbres, acomodadas, les decían.

Los domingos, de plano, ya sabíamos que había marimba y un mondongo buenísimo que servían como aperitivo en unas tacitas pequeñitas, seguido del buffet de manjares exquisitos, no encargado sino hecho por cocineros expertos a los cuales les llamábamos por su nombre, pues eso tenía antes nuestra sociedad, humildad y reconocimiento a la gente que con cariño nos servía y conocía también cómo nos llamábamos.

Con Sonia, mi comadre y amiga de infancia jugábamos badmington, en el gran salón de en medio del local, pero nada que ver con la pelotita con plumas, brincábamos con mucha agilidad para lucir nuestros  blancos “atuendos.”   Estaban siempre en ese salón, el de la marimba, don Juan Álvarez, con Richi y Tito, don Florentino Álvarez y familia, los Valenzuela, los Fortín-Lardizábal, el capi Fiallos con Sonia Matilde y hermanos, mi primo Yuyo y el chacho (Lisandro), los Zacapa, Quico (Q.D.E.P) y sus hermanos, Yolanda Barahona, los Agurcia, Morales, la familia Padilla-Valenzuela, Nahúm Valladares, la familia Rivera-López con su linda hija Ena, y no digamos el clan Cantero, bueno en fin, éramos todos como una gran familia, con vasos comunicantes, hablando todos al unísono, que con la marimba a todo vapor no se les entendía nada, pero la gozábamos.

Sonia y nosotros de unos nueve años, nos escapábamos, a los vestidores a ponernos unos trajes de baño que nos llegaban a  mitad de la pierna, y sin que nos vieran nuestros papás nos tirábamos a la piscina, según nosotros a nadar y nos sacaban boqueando por atrevidas y abusivas, decían nuestros padres.

En el campo de golf siempre jugando, encontrábamos a don Juan Álvarez, a Mario Rivera, a Tito, a mi papá, que Richi le decía Jarrito lima limón, hasta la fecha no sé porqué, sería que le ponía limón a su “cuba-libre” (se llamaba así el ron con coca-cola) en esa época.

El siguiente baile de disfraces era el de fin de año.  Mi abuela Edith, tenía a las costureras amenazadas de que si mi disfraz no ganaba, les rebajaba el sueldo. Llegó el tan esperado día, mi disfraz era “un abanico”, le mandaron las plumas de avestruz de México, su buena amiga y pariente Chepita Lardizábal de Rosales.  Por supuesto a la hora de elegir ganador o ganadora, se llevó el premio otra participante, pues en medio de tanta pluma ni me veía.  Myrna Díaz Pacheco se ganó el segundo lugar como “La Odalisca” y Luisín Fiallos como “el pirata”.

Nunca olvidaré, las coronaciones, las entregas de diplomas, los grandes bailes de fin de año, y  mis cumpleaños, de los  cuales guardo un lugar especial en mi memoria. Gracias Country Club, me cuentan, te han remozado, llegarán  a tu viejo edificio tus amigos que te quieren y guardan en su memoria, sus primeros bailes, recuerdos de sus novias ataviadas con aquellos vestidos con cantidad de fustanes a cual más almidonados, a la orquesta García-Ramírez, y a la de Toño Medina, que nos hacían suspirar con acordes de aquellos boleros romanticones que bailábamos pegaditas con los “admiradores” y las miradas inquisidoras de las chaperonas.

Con el ritmo de rock & roll de “Blue suede shoes” o escuchando un bolero como “Sabor a mí” o “Tu me acostumbraste” que todavía presiento, son los boleros favoritos, de aquellos enamorados que iban a “El Country Club de Tegucigalpa”, estamos seguras que cuando los  escuchan  se les viene a la memoria lo lindo, sano y la  auténtica sociedad de esos años, recuerdos bellos, imborrables de un ayer que llevamos adheridos  en el corazón.